No es fácil definir con precisión ninguno de los términos con los que encabezo este artículo, por lo que me contentaré con una aproximativa descripción de los mismos.
¿Qué es la melancolía? De una manera más bien literaria, se la puede describir como un estado próximo a la vez a la tristeza y a la memoria, como el conjunto de los afectos quizá desgastados pero que permanecen vigentes, como un cristal empañado tras la lluvia, o el hecho de sentirnos más afectados ?con intermitencias- por el peso que por el gozo de vivir con sosiego y con sensación de bienestar?? Todo ello dicho y sentido en un tono suave, parecido a un filtro de la felicidad.
La melancolía tiene que ver con la tristeza, aunque no son exactamente lo mismo. La melancolía es más ambivalente, más agridulce, presenta una cara agradable en la que nos podemos recrear y otra más gris no exenta de ternura, con un residuo o trasfondo ligeramente ácido. Albert Camus dijo: ?Cuando el mundo está gris me pongo melancólico y lleno de ternura??. Y en su diario, Jonesco se atreve a hablar, con sincera audacia, de ?la tristeza de existir?? como causa o efecto de la melancolía, pero siempre próxima a ella. Lo cual me parece un poco exagerado, la verdad.
También la melancolía guarda una relativa semejanza con la depresión, pero con la debida distancia. Si la depresión es un pozo negro, un túnel al que no se le ve la salida, la melancolía es un paisaje de sombras, un cielo con nubes, un mar con oleaje unas veces bronco y otras apacible. Y la memoria es asimismo vecina de la melancolía, a veces triste y que nos recuerda las carencias y agujeros de nuestra vida pasada, pero también nos sirve de ayuda para templar y mantener vivos y positivos nuestros recuerdos.
¿Y qué decir del entusiasmo, de la energía y la alegría para vivir? ¿Cómo mantenerlo en pie con el horizonte y el panorama que tenemos a la vista y entre las manos? El problema gravísimo del desempleo, el espectáculo abrumador de la corrupción, los torpes procedimientos de la judicatura y de la Iglesia en los temas más acuciantes y actuales que todos tenemos en la cabeza, las distintas perversiones que nos asedian, las tragedias individuales y colectivas, naturales o espontáneas (relativamente, porque también intervienen en ellas factores humanos) y provocadas, la violencia y la crueldad humanas??
¿Cómo alimentar el entusiasmo -las ganas de vivir, la energía creadora, el dinamismo contagioso- para combatir o encajar bien la melancolía que nos proporciona la vida? Seguramente deberemos buscar esa fuerza y sus razones en otra dimensión, la más profunda de nuestra persona, donde se alojan las corrientes ?subterráneas?? que nos sostienen: el verdadero espíritu, la esperanza, la dignidad de nuestra condición humana, la lucidez humilde, la alegría tranquila, la búsqueda de la paz y de la armonía??