Los hay más papistas que el Papa, pero no es fácil serlo tanto como el obispo de Córdoba, Juan José Asenjo, que ha respondido a una carta cuyo destinatario no era él, sino el mismísimo Benedicto XVI, el Papa de Roma.
Esa misiva, que contenía un rayo de luz contra la oscuridad cerrada de los fundamentalismos religiosos, había sido enviada al sucesor de San Pedro por la Junta Islámica de España en nombre de los musulmanes de nuestro país, y en ella se solicitaba permiso al Sumo Pontífice de los católicos para utilizar la Mezquita de Córdoba para sus oraciones, bien que en amor y convivencia con los cristianos que desde el siglo XIII, cuando conquistaron la ciudad, la usan para sus rezos, sus preces, sus liturgias y sus celebraciones.
El señor Asenjo, obspo de Córdoba, no ha querido correr el albur de que el Papa Benedicto dijera que sí, y se ha apresurado a decir que no, justificando su negativa en el hecho de que ese compartir la Casa de Dios cordobesa, que se ha conservado como mezquita e iglesia, «sólo generaría confusión en los fieles».
El señor Asenjo no está por esa alianza de la fe que propone al papa la Junta Islámica de España y que supondría un gran espaldarazo simbólico a la Alianza de Civilizaciones auspiciada por el presidente del gobierno español y la propia ONU, porque crearía confusión.
Debe suponer el prelado que el perenne y artificial enfrentamiento entre credos, esto es, entre creyentes que en el fondo creen la misma cosa, no crea confusión ninguna, y sí, en cambio, que los seres humanos que abrazan la idea de Dios se unan para dirigirse a él en la casa de todos.
Por lo demás, no parece desear el señor Asenjo que su superior, el Papa, aproveche esa magnífica ocasión que se le brinda para cerrar difinitivamente el conflicto que se generó a raíz de sus declaraciones relacionando el Islam con la violencia y que el propio Benedicto XVI quiso curar con su reciente viaje a Turquía. El ciudadano Asenjo tiene, lamentablemente, sus propias ideas sobre la confusión.