Bahidja es marroquí, responsable del 9º colectivo de sin papeles de París. Hace años que admiro su compromiso y su determinación. Todo el mundo la respeta.
Cuando Bahidja me invita a una acción, hago todo lo que puedo para participar. Esta vez, me invita a venir a la estación de Joinville-le-Pont, un sábado por la tarde. Se trata de una marcha de protesta contra los centros de retención donde se apiñan los inmigrantes ilegales a la espera de ser expulsados de vuelta a su país.
Alrededor de unos doscientos jóvenes responden a la cita. La capucha que disimula su rostro les protege de la lluvia. Por todas partes se despliega un importante dispositivo policial.
Primero descendemos por la calle que lleva al río. Hace justo un año, un joven maliense: Baba Traore perseguido por la policía se tiró al río y se ahogó. Guardamos un minuto de silencio en el lugar del drama mientras por encima de nuestras cabezas, un helicóptero se dedica a hacer ruido. Nos vigila toda la tarde.
Bajo la lluvia, retomamos la marcha. Un largo recorrido que lleva hasta el centro de retención de Vincennes donde se produjeron las revueltas el año pasado: un inmigrante ilegal había aparecido muerto. Los detenidos quedaron fuertemente impactados. El centro fue incendiado. Los sin papeles fueron trasladados y algunos inculpados. Hoy el centro ya está reconstruido. Para la policía, éste es ahora un punto álgido.
De camino, hablo con Mériadec, un militante rebelde. Cuando tiene problemas con la policía, siempre me nombra ante la policía y les da mis señas.
Llegamos ante el centro de retención. Los policías, el helicóptero y la lluvia no nos dejan. Sin desanimarse, los jóvenes reclaman en cese de las expulsiones de los extranjeros y el cierre de los centros de retención.
Unos días más tarde, la policía me llama por teléfono para avisarme que Mériadec está detenido y me indica el lugar en donde se encuentra y la fecha del juicio. A continuación internan a Mériadec en la cárcel de Fleury-Mérogis. Los responsables me avisan y me dan su número de registro de la cárcel para que yo pueda escribirle o visitarlo. Su compañera habla durante mucho tiempo conmigo por teléfono. Le alivia saber que estaré presente en el juicio.