LOS OTROS FRANCESES. Josep Maria Coll

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Directa-Canal Solidario

Durante la campaña electoral francesa, muchos grupos salieron a la calle para animar a la gente de los suburbios a votar. El semanario Directa explica en este texto la sorprendente movilización de la población más excluida. Lo que convierte en banlieue Le Miráil es una línea imaginaria marcada por una ronda de circunvalación que lo separa y lo rechaza de Tolosa de Languedoc. El suburbio no consta de muchos edificios. En principio, los HLM (viviendas de protección oficial sobre el papel) albergan centenares de personas que conviven en pisos estrechos. Los imponentes bloques geométricos de once plantas parecen todos iguales, pero de cerca cada portal es diferente.

Es una clara muestra de lo que Ignacio Ramonet denomina ?barraquismo vertical??. Sillas, cemento armado, pasillos largos y oscuros, pocos ascensores y demasiadas escalas. Aquí y allá notas estridentes de colores en las prendas de ropa tendidas en los diferentes balcones. Los viejos ven pasar la vida desde la urbanización. La cultura de la banlieue es más próxima al rock mestizo y al break dance que a Shakira y Elton John. El barrio es uno de los 750 puntos urbanos depauperados de Francia, denominados eufemísticamente Zonas Urbanas Sensibles (ZUS), donde viven cinco de los sesenta millones d?habitantes del país.

Las pésimas condiciones de vida a los suburbios hacen que haya pocas posibilidades de salir. A pesar de todo, los banlieues no son un espacio urbano no cercado, el ascensor social funciona para una parte no mayoritaria de sus residentes. Entre 1990 y 1999 el 53% de los habitantes de los suburbios los habían abandonado coincidiendo con una mejora de su economía.

Ahora bien, si la población que se promociona socialmente consigue abandonar los suburbios, su lugar es ocupado inmediatamente por recién llegados provenientes de los subsectores más bajos de la escala social, configurando a los suburbios una realidad endémica de pobreza y marginalidad. Así se construye el gueto: como el receptáculo de la población marginada por su condición económica, étnica y religiosa.

De suburbios blancos a rojos

Las viviendas degradadas de los suburbios, ahora caracterizadas por la pobreza e inseguridad, fueron edificadas en los años sesenta para recibir a los adinerados pied noirs acabados de llegar de la recientemente independizada Argelia (1962). No obstando, sus inquilinos finales serían los inmigrantes provenientes de las colonias africanas que venidos durante los treinta años dorados de la economía europea que van desde la posguerra a los años ochenta.

Lo que en un principio debían ser los suburbios blancos, acabaron siendo los suburbios rojos. Con el inicio de la era neoliberal y la llegada del paro, justo cuando se acababan las políticas sociales de plena ocupación, los hijos de la inmigración llegaban al mercado laboral.

El suburbio, pesadilla postmoderna

Mientras que la renta anual de la población de los suburbios sólo es el 61% de la renta media nacional francesa (datos de 2001), el paro representa el doble de la tasa de desocupación del resto del Estado. Asimismo, la tasa de actividad de las mujeres se encuentra diez puntos por debajo de la media y casi uno de cada tres jóvenes está en el paro.

El fracaso escolar es el doble de la media francesa y la población laboral no cualificada (30-40%) duplica la media nacional (17,7%). Para acabarlo de redondear, las ZUS tienen una tasa de delincuencia un 50% más elevada que el resto de Francia. No es nada extraño que, dejados de la mano de Dios, los habitantes de los suburbios hayan de recorrer frecuentemente al sector informal de la economía para sobrevivir.

El problema adquiere una dimensión dramática con una buena parte de la población de los suburbios que es procedente de la inmigración en primera, segunda o tercera generación. Puedes ser licenciado universitario con notas excelentes, pero por el simple hecho de llamarte Mohammed en lugar de François, o de tener fijada la dirección en la cité, tienes un motivo suficiente como para que tu currículum vaya a la papelera. Al apartheid social se le suma el étnico. Si hemos dicho que el paro de los jóvenes de los suburbios era del 20%, el de los jóvenes de procedencia africana llega hasta el 50%. Ante el 5% de la población francesa con título universitario sin trabajo, los titulados de origen magrebí en el paro llegan hasta el 25%.

El conflicto laboral

Según Sami Naïr, esta discriminación étnica, social y geográfica sólo se entiende si se comprende que la demanda de trabajo de estos colectivos no es igualmente considerada por los empresarios que ven en los habitantes de los suburbios todos sus prejuicios proyectados, así como la mano de obra trueque ideal para alimentar las industrias de la construcción, la hosteleria y la confección.

A la suma, los jóvenes hijos de la inmigración, franceses como los que más, se ven confinados a crecer en un mundo sin esperanzas en el marco de la discriminación profesional y del paro masivo, del racismo y de la segregación en guetos.

Una juventud que acontece en tiempo de dificultad la cabeza de turco de los fracasos particulares de los franceses, sin resignarse a dejarse circunscribir del todo en sus ensembles decadentes. Como dicen los versos de Mounsi, un cantautor de origen argelino:

Pour nous, le Nil, c?est la Seine,
Les Pyramides, c?est les HLM.
En mon Egypte de banlieue
Renaissent des Ramsès III
Qui n?ont rien de Pharaons
c?est la seconde génération.

(Para nosotros, el Nilo, es el Sena / Las Pirámides, son los HLM / En mi Egipto los suburbios / Renacen de Ramsés III / Los que no tienen nada de Faraones / son la segunda generación)

(*) Directa es un semanario de comunicación pensado, dirigido y sostenido desde los movimientos sociales y por los movimientos sociales.