¡Señor, Señor, qué cruz! Otra vez los obispos católicos españoles a cuestas con la cruz, con la cruz de la Declaración de la Renta… Quizá porque verdaderamente esa es la medición real de la identificación de los católicos españoles con sus actuaciones. Así, sale siempre algún obispo haciendo cuentas: “estos servicios prestados a la sociedad española valen tanto y tanto”…
Pero lo que no dicen nunca es que “esos servicios” vienen pagados por otras vías. Los colegios privados de los religiosos, o las clínicas, dispensarios, centros de acogida, albergues para pobres, y un largo y admirable largo etcétera de las instituciones o congregaciones religiosas son obra de gentes de la Iglesia, es verdad, pero realizadas y mantenidas con sus propios fondos y propiedades. Lo sabemos.
Las Organizaciones no Gubernamentales, incluso Cáritas Española o Manos Unidas tienen sus propios contribuyentes y no reciben ni un euro de los fondos que reciben los obispos de la aportación del Estado. A veces, incluso, algunos obispos, se han sentido celosos y han buscado formas de capitalizar importantes cantidades mediante acuerdos con los bancos depositarios…
Todos los profesores de religión de los centros de enseñanza públicos o privados concertados, todos los capellanes de las cárceles o de los hospitales públicos o del ejército, son retribuidos adecuadamente por el Estado en cuentas aparte. Cantidades que ascienden notablemente con el paso del tiempo.
Así, ¿a qué destinan los obispos católicos españoles la nada despreciable cantidad anual que reciben del Estado español? ¿Alguna vez alguno de nosotros ha recibido alguna información sobre el destino anual de esos dineros? O si así ha sido, aun de forma muy global, alguien ha tenido la oportunidad de opinar sobre el destino de algunas cantidades?
Hubo un tiempo en que se pedía a las comunidades cristianas, parroquiales o no, que fueran capaces de autofinanciarse. Muchas comunidades lo lograron. Y de sus ingresos ordinarios anuales, desde el 5% hasta el 25%, según los casos, se entrega a la administración diocesana local para los gastos generales de la Curia y un cierto fondo de compensación para las comunidades menos favorecidas. ¿Esto no es suficiente? ¿Qué tipo de información y participación en la gestión tienen? ¿Cómo se deciden los presupuestos generales?
Parecía que así nos íbamos acercando al modo de hacer de otras comunidades de la Iglesia en otros países. Parecía lógico actuar así al modo de cualquier entidad cívica: cada miembro aporta su cuota periódica decidida en asamblea para hacer frente a los gastos que también por mayoría han ido decidiendo. ¿Por qué no se está haciendo así en la Iglesia Católica Española?
Parece que gustó más el modelo alemán por el que la administración del Estado se encarga de recoger el dinero de los contribuyentes y de repartirlo a la confesión religiosa correspondiente, según la elección del mismo. De ese modo, salvando todo lo que haya que salvar, ¿no pueden parecer las Iglesias un mero servicio público del Estado? ¿Qué necesidad hay de recurrir a ese sistema? ¿No sería mejor una plena independencia?
Entiendo, por mi parte, que la Iglesia Evangélica Española quiera también participar de este mismo método recaudatorio si es que es así realmente. Pero no comprendo bien que necesiten hacerlo, ya que hasta ahora han logrado ser autosuficientes y por tanto también independientes de organismos superiores.
Realmente, una comunidad cristiana que se autofinancie es también capaz de autogobernarse. Si los miembros de la misma consiguen liberar del trabajo profesional a una, dos o más personas, para el servicio de la misma (ministerio, diaconías, administración, o lo que sea…), tal como se viene haciendo en algunos casos según las necesidades, eso da una gran autonomía.
El sueldo de los curas es uno de los temas magnificados. Pero, ¿es necesario que haya tantos liberados? ¿Para qué actividades? Por otro lado, ¿no trabajan muchos de ellos en actividades también remuneradas? El recuerdo de los curas obreros, viviendo de su propio trabajo, será siempre bien recordado en muchos sectores por lo que tiene de presencia en el mundo real y de invitación a todos los miembros a la colaboración responsable en las tareas comunes.
Por mi parte, hace años que decidí no marcar con mi cruz la casilla de la Declaración de la Renta destinada a la Iglesia Católica Española. Creo que así le hago un gran favor. Ya me encargo yo de hacer mis aportaciones periódicas a las instituciones con las que creo conveniente colaborar.
¿Qué opináis sobre este tema?
Paz y bien.