LOS JESUITAS GANAN, EL OPUS DEI PIERDE. Josep Pernau

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El Papa ha cambiado de portavoz, y el cargo que ejercía Joaquín Navarro-Valls lo desempeña ahora Federico Lombardi. Dicho en el lenguaje deportivo, del que resulta difícil escapar después del Mundial: los jesuitas ganan, el Opus Dei pierde.
Quizá sea injusta la valoración que hacemos de los actos de toda una vida. El caso es que una anécdota de última hora puede condicionar el juicio de una existencia entera. De Navarro-Valls se recordará la santa acritud con que hablaba del presidente Zapatero porque le constaba que no asistiría a la misa del Pontífice en Valencia, el pasado domingo. Lo chocante es el respeto con que trataba a los dictadores comunistas Fidel Castro, Daniel Ortega y Wojciech Jaruzelski, que habían asistido a la misa de Juan Pablo II cuando visitó sus respectivos países.

Aunque el portavoz había pedido el relevo, la imagen que queda es la del perdedor. Ha contribuido el mismísimo Benedicto XVI con su actitud conciliadora con el laicismo del Ejecutivo español. El incidente será recordado, aunque la elección del jesuita era porque tocaba cambiar. Ensayado un mandato con el Opus, el Papa actual devuelve la confianza en los jesuitas. No es como Wojtyla, que en muchos veía la encarnación del diablo.

Como colaboradores, prefería el modelo Escrivá de Balaguer, todos cortados por el mismo patrón, clonados por el Camino marcado por el Padre. El pontífice Ratzinger, en cambio, juega la carta jesuítica de la unidad en la diversidad. Si busca consejeros en la Compañía de Jesús, el portavoz Lombardi se los puede proporcionar a su gusto. El muestrario a la carta es amplio: muy progresistas, un poco progresistas, muy reaccionarios, algo reaccionarios… Ortodoxia garantizada. Un pactista en la sombra pudo actuar en Valencia.