Bastantes de mis lectores recordarán la parábola del hijo pródigo, una de las páginas más hermosas del evangelio. Jesús en esta parábola crítica la actitud despiadada y falta de amor de los fariseos de su tiempo, que no eran capaces de perdonar y ser tolerantes con el hermano que se había equivocado.
El malo de la parábola no es, como tantas veces hemos oído, el hijo menor, el hijo pródigo, sino el hijo mayor, el santurrón de turno que no es capaz de perdonar y que se atreve hasta criticar al mismo Dios. Desgraciadamente la historia se repite. Existen en nuestra Iglesia de hoy bastantes personas con actitudes farisaicas que no son capaces de acoger y comprender a los que piensan de otra manera.
Ante unas declaraciones sorprendentes del cardenal Bertone, Secretario del Estado Vaticano, recogidas en el Osservatore Romano, donde asegura que Roma estaría dispuesta, con motivo del Año Sacerdotal, a readmitir a los curas casados que lo deseen para que puedan ejercer de nuevo su sacerdocio sin renunciar a su matrimonio, ya han salido los hermanos “mayores” de nuestra Iglesia negando tal posibilidad: “No puede la Iglesia aceptar eso, pues estaríamos ante un gran atropello a los que lo dieron todo por Cristo, a los mártires que murieron por conservar su fe.
La Iglesia no debe retroceder”. Qué triste favor hace a la causa de Jesús utilizar el fundamentalismo para lapidar al otro. Y qué decir del rechazo por parte de muchos hermanos “mayores” a teólogos sinceros y evangélicos, que sin perder su fidelidad a la fe evangélica, luchan y se esfuerzan por hacerla más comprensible, dentro de la cultura actual, mostrando la conexión de la fe con los problemas de nuestro mundo y están contribuyendo en hacer más transparente el mensaje del Dios del amor.
Me refiero a los teólogos como José Antonio Pagola, José Arregui, Juan Masiá Clavel, Ariel Álvarez Valdés (argentino), Andrés Torres Queiruga, el norteamericano Roy Burgeosil, Jon Sobrino y tantos otros a quienes los “hermanos mayores” de turno, algunas veces ”más papistas que el Papa”, quieren silenciar. ¡Dios nos libre del fariseísmo!