Los dogmas marianos. Relación ente Patriarcado, Dogmas Marianos y machismo -- Roser Puig

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Somac

Tanto el dogma de la Virginidad (perpetua) de María, como el de su Asunción al cielo en cuerpo y alma, no afectan para nada mi fe en Jesús de Nazaret como Dios y Hombre verdadero porque el que María tuviera o no más hijos, no influye en la divinidad de Jesús . Tampoco cambia nada el que María esté en espíritu en el cielo, como los demás mortales, o que esté ?en cuerpo y alma?? como reza el dogma. Ni los creo, ni los dejo de creer.

Ahora bien, el dogma de la Inmaculada Concepción no solo no puedo creérmelo, sino que no quiero. Y, además, me ofende como mujer.
Comprendo, que esta afirmación que acabo de hacer, a más de cuatro le habrá sonado a blasfemia, por lo que voy a intentar explicar mis razones.

No puedo
Dice el Catecismo de la Iglesia Católica, que María fue preservada inmune de toda mancha en el instante mismo en que la concebían sus padres (Joaquín y Ana, según la tradición). Y que esa preservación le fue hecha porque estaba predestinada desde toda la eternidad como Madre de Dios (L.G. III,61) De esta manera, el pecado no podía contaminarla a ella y, por lo mismo, no podía transmitirlo al que iba a ser el Mesías (La teología de los Santos Padres sobre el pecado, que todavía no ha revocado la Iglesia Católica, afirma que la mujer transmite a su descendencia el pecado original en el momento de la concepción.)

Por lo tanto, si ambos (madre e hijo) hubieran estado predestinados a cumplir la voluntad de Dios y hubieran sido ?impecables?? por no poder pecar ¿que mérito hubieran tenido la una y el otro cumpliendo su Destino? y ¿que tendríamos nosotros que agradecerles si no eran libres y no podían hacer otra cosa? Yo creo que el mérito está en hacer la voluntad de Dios, porque uno lo decide así.

Por otra parte, teniendo en cuenta que la libertad es lo que nos hace personas ¿no hubiera sido una faena el privar a María y a Jesús de lo que del ser humano es más valorado por el propio Dios? El Amor no puede sobrevivir sin libertad, por eso los padres del concilio Vaticano II dejaron escrito que:??Dios ha querido dejar al hombre en manos de su propia decisión para que así busque espontáneamente a su Creador y, adhiriéndose libremente a Este, alcance la plena y bienaventurada perfección.

La dignidad humana requiere, por tanto, que el hombre actúe según su conciencia y libre elección (??) sin coacciones externas???? (Constitución G.S.,17; aprobada por 2.309 votos favorables, 75 adversos y 10 nulos. Sospecho que la minoría en contra, seguramente entonces y ahora en el poder, es la que hoy obstruye la libertad de pensamiento y de conciencia que la mayoría de la Iglesia defendió entonces en el Concilio).
Según el Concilio Vaticano II, hasta tal punto valora Dios nuestro amor, que respeta por completo nuestra libertad aún a riesgo de que decidamos no amarlo.
Pero si Jesús no pudo ser libre a causa de la predestinación ¿en qué situación queda nuestra confesión (también dogmática) de la Encarnación del Hijo de Dios? La libertad es lo esencial para ser persona humana. (Concilio de Nicea, año 325 y concilio de Calcedonia, año 451)

No quiero
No quiero creer que, tanto María como Jesús, carecieran de libertad, precisamente porque los amo y porque les agradezco profundamente que entregaran libremente su vida y su voluntad al servicio de Dios y de toda la Humanidad.

Por lo tanto, creo que fueron libres
Recordemos que (según el Evangelio) en aquel tiempo se lapidaba a las mujeres ?sorprendidas?? en adulterio. María sabía a lo que se exponía al aceptar ser madre antes de cohabitar con el esposo que seguramente se le había asignado desde niña, según la costumbre de aquel tiempo. Tuvo la suerte de que éste fuera un ?varón justo?? y en lugar de denunciarla (lo cual la hubiera condenado a muerte) o de abandonarla en la calle, a lo que tenía derecho legal (lo cual la habría condenado a la mendicidad, o la prostitución para poder sobrevivir en aquella sociedad fuertemente patriarcal que marginaba a las mujeres que ?deshonraban?? a la familia) José ?tomó consigo a su mujer y no la conoció hasta que dio a luz un hijo??(Mt. 1,24-25)

Imagen de la Purísima
A María la pintan los artistas coronada de estrellas y con la luna a los pies. Y la Iglesia entera la invoca con largas letanías de piropos. ¡Ríos y ríos de tinta ensalzando la belleza de la Purísima Concepción, adornada con las virtudes de humildad y obediencia! Pero ¿cuantos místicos, enamorados de Ella, se han parado a pensar en lo asustada que debía estar aquella mujer-niña cuando corrió a casa de su prima mayor, en busca de consejo y apoyo moral, ante lo que le estaba pasando?, ¿cuantos han sido capaces de entender los sentimientos contradictorias de una embarazada que ?no conocía varón??, (Lc, I,3 4 ) y que debía asumir ser madre-soltera en aquella sociedad injusta y severa con las mujeres?: ?el que esté libre de pecado, que tire la primera piedra??.(Jn. 8, 3-11). Pocos, muy pocos.

Casi los mismos que se han detenido a meditar sobre la segunda parte de aquel maravilloso cántico que, según el evangelio de Lucas, entonó María (una mujer que, como todas las mujeres y casi todos los hombres de su tiempo, debía ser analfabeta) enumerando los valores sociales del Dios al que ella adoraba. Valores que debió inculcar en su Hijo y que luego Este nos presentó como programa del Reino al que nos viene invitando desde entonces (Mt.,5,3-12 y Lc.6,20-26). Valores recordados en el A.T. a Israel una y otra vez por los profetas, y que aquella mujer-niña debía haber aprendido de memoria, oculta detrás de la celosía que separaba la zona de los hombres de la de las mujeres en la sinagoga: ?dispersa a los soberbios de corazón, derriba del trono a los poderosos y enaltece a los humildes, a los hambrientos los colma de bienes y a los ricos los despide vacíos?? (Lc 1.,50-52)

El propio Benedicto XVI, en su primera encíclica Deus Caritas est (año 2005) dedicada al Amor (erótico y de caridad cristiana) al referirse a María y citar el Magnificat, omitió esa parte y puso todo el acento en su humildad y sumisión. ¿Olvido involuntario? Lo dudo, pues acababa de darnos una lección magistral sobre la lamentable situación de pobreza en la que viven hoy en día tantos seres humanos. (Se olvidó también de decir que las mujeres son los seres más pobres, entre los pobres del mundo, a causa del sometimiento de que las hace objeto la tradición patriarcal la cual, incomprensiblemente, sigue siendo justificada y defendida por el sector más conservador de la Iglesia).

En cuanto a Jesús, el sabía perfectamente que, si se empeñaba en trastocar el orden del poder establecido (político, económico religioso y tradicional) lo que le esperaba era la muerte.
Por lo tanto, no los quiero víctimas de una predestinación, sino libres como todos los hijos y las hijas de Dios y, por ello, todos los días de mí vida no serán suficientes para agradecerles su entrega y amor.

Porqué me ofende dicho dogma, como mujer.
Recordemos un poco cual ha sido la valoración que han dado de las mujeres (todo a lo largo de la historia de la Iglesia) los llamados Santos Padres y demás teólogos:
Desde los inicios del Cristianismo, las mujeres fueron desplazadas del protagonismo que el propio Señor Jesús les había otorgado. Ellas habían experimentado que formaban parte del discipulado de Jesús: Marta y María, la Samaritana, María Magdalena y ?otras muchas que habían seguido a Jesús desde Galilea?? (Mt. 27, 55). A las mujeres les había sido confiada la noticia más importante de nuestra fe:?? ¡el Señor ha resucitado!??. Y los Evangelios nos cuentan que fue a mujeres a quienes se les encargó, en primer lugar, el transmitirla a los demás: ?id y decidles?? (Mt.28;Mc.16; Jn.20;Lc.24). Por lo que ellas se sintieron llamadas a cumplir el deseo de su Señor.

Pero todo ello ocurría en el contexto de un grupo de gente de cultura judía, que basaba su continuidad en la supremacía masculina de la familia patriarcal, cuyo primogénito heredaba todos los bienes, propiedad del ?cabeza de familia??, entre los que se contaba a las mujeres (entonces valoradas tanto como un esclavo, un buey o un asno). Por lo tanto, el testimonio de las mujeres no tenía valor alguno y no las creyeron. Los discípulos estuvieron a punto de disgregarse decepcionados y el propio Cristo resucitado tuvo que volverlos a reunir, camino de Emaús: ??algunas mujeres de los nuestros nos han desconcertado (??) dicen que El está vivo?? (Lc. 24,22)

Los acontecimientos, además, tenían lugar en el seno de un Imperio cuya riqueza se basaba en el expolio y la esclavitud de los pueblos conquistados, los cuales eran tradicionalmente de cultura patriarcal, por lo que el Mensaje de Jesús, liberando a las mujeres y a los esclavos, amenazaba los cimientos del Imperio y del poder Patriarcal.
El Imperio, tan condescendiente con todas las demás religiones, reaccionó desencadenando una sangrienta represión contra los cristianos, la cual duró hasta el reinado del emperador Constantino (s. IV) quién pactó con los dirigentes religiosos cristianos de entonces la conversión de todo el Imperio Romano al Cristianismo, a cambio de su complicidad.

Por otra parte, el Patriarcado se había rebelado desde el primer momento contra la liberación de las mujeres, dentro de las propias comunidades cristianas. Ello llevó a los líderes religiosos (Pedro, Pablo y otros.) a contemporizar con la tradición de la supeditación de la mujer al varón, y el entonces vigente derecho legal a poseer siervos. Esto explicaría el que Pablo, que en Gal. 3,28 exclama entusiasmado eso de que ?ya no hay judío ni gentil, esclavo ni libre, hombre ni mujer, etc.??, en sucesivas epístolas parece haber cambiado de opinión y conmina a las mujeres y a los esclavos a que se sometan a sus respectivos maridos las unas, y a sus amos los otros: ?como al Señor?? (Efesios, V, 22-33;VI,5-8). ( aunque, según algunos estudiosos, parece ser que sus epístolas fueron manipuladas).
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Pero?en las enseñanzas de Jesús, así como en su modo de comportarse, no se encuentra nada que refleje la habitual discriminación de la mujer, propia del tiempo?? (Mulieris Dignitatem, Juan Pablo II, V.13, 1988). Algunas mujeres, animadas por el trato igualitario que habían recibido de su Maestro, durante los primeros siglos del Cristianismo se atrevieron a evangelizar, profetizar o ejercer el diaconado, con gran enojo por parte de los varones.
Lo sabemos porque en el siglo II encontramos a Tertuliano, (gran apologista del primado de Pedro) diciéndoles a las mujeres: ?no está permitido que una mujer hable en la iglesia. A las mujeres no les está permitido enseñar, ni bautizar, ni ofrecer la Eucaristía, ni reclamar para ellas participación alguna en funciones masculinas, ni en ningún cargo sacerdotal????
Y, junto a las prohibiciones, se desató una virulenta campaña difamatoria contra las mujeres, protagonizada por algunos de los varones cristianos tenidos como los más santos y más espirituales de la Tradición Católica: ?La mujer es el mal de todos los males??; ?La mujer es la puerta por donde el diablo llega a nosotros??

Estaban también los teólogos que, como Santo Tomas de Aquino, (s. XIII) estudiaban ?científicamente?? a la mujer:
??La mujer es inferior al hombre en tres aspectos: En el aspecto evolutivo (inferioridad biogenética). En el ser (inferioridad cualitativa). Y en el hacer (inferioridad funcional)??.
Santo Tomas de Aquino es el Patrono de todas las escuelas de la Iglesia Católica del mundo, lo cual nos puede dar una ligera idea del alcance y de las consecuencias que sus teorías han podido tener, allí donde la Iglesia ha influido en la Cultura.

Total que en el s. XVIII, cuando se proclamó el susodicho dogma, todavía se discutía en las Universidades si las mujeres tendríamos alma o no, como consecuencia de las teorías antropológicas del Doctor Angélicus, y de las de S. Agustín (s, V) que había dicho que ?solo el alma podía ser imagen de Dios?? (según él, el alma estaba localizada en la cabeza o ?razón??, cosa de la que opinaba que carecían las mujeres, por ser pura ?corporeidad??)

?El pueblo lo reclamaba??Los defensores del dogma de la Inmaculada, afirman que el Pueblo, en el s. XVIII, reclamaba con insistencia que Maria fuera proclamada como tal. ¡Naturalmente¡ ¿como podían consentir que la Madre de Dios fuera todo aquello que decían los Santos Padre que eran las otras mujeres?

Tampoco hay que perder de vista que por entonces, cuando Pío Nono proclamó a María ?Inmaculada?? (1854), había una fuerte contestación en el seno de la propia Iglesia (por este y otros motivos que siempre suelen ser motivos de poder) y, para acallarla, el Papa proclamó, además, el dogma de la ?Infalibilidad papal??( año1870). Dogma, que al clero dominante le ha servido hasta el día de hoy para mantener el absolutismo eclesiástico, pero en el que ni los mismos papas parecen creer como demostró Juan Pablo II el año 2000 en el que, con motivo del Jubileo, pidió perdón (vía satélite) por los ?errores?? cometidos en el pasado por la Iglesia. Una de dos: o los ?errores?? no fueron tales (guerras, inquisición, etc.) o los papas no son tan infalibles como dicen.

Desde la proclamación de ambos dogmas, el clero dominante ha tenido las manos libres, limpias y fuertes para manipular la devoción mariana del Pueblo (Lourdes, Fátima, etc.). Alabanzas y más alabanzas poniendo a María ?por encima de todos los ángeles y de todos los hombres?? (L.G. IV, 66) y, de esta nabera, poder seguir manteniendo, en la Iglesia y en la llamada ?familia cristiana??, la supeditación de las mujeres, justificándola como ?ley natural??, ?castigo divino??e incluso como voluntad del propio Jesús ??porque solo eligió a varones??. (Ordenatio Sacerdotales, Juan Pablo II, 1994). Argumento al que se aferran algunos, trasladando a Jesús la responsabilidad de la discriminación de la mujer en la Iglesia, pero que está siendo desmontado por los y las exegetas y teólogos y teólogas modernos.
Hoy en día, aunque las mujeres estén demostrando continuamente que eso de la ?inferioridad femenina?? es un mito misógino, son excluidas de los centros de decisión de la Iglesia, la cual da un lamentable y nefasto ejemplo machista al resto del mundo.

Machismo
El machismo (que tantas víctimas de violencia de género está produciendo en todas partes) persiste a pesar de que la Humanidad se ha dado a sí misma la Declaración Universal de los Derechos Humanos, las Constituciones de los países desarrollados y democráticos, y la Gaudium et Spes del Concilio Vaticano II de la Iglesia Católica. Todas ellas coinciden en que todos los seres humanos nacen libres, con idéntica dignidad y derechos, sin discriminación alguna. Y el Concilio añadió que ?toda forma de discriminación en los derechos fundamentales de la persona, ya sea social o cultural, por motivos de sexo, raza, color, condición social, lengua o religión, debe ser vencida y eliminada por ser contraria al plan divino ??(G.S. nº29)

Que relación hay entre los dogmas marianos y el machismo?
A muchos católicos (incluidas mujeres) les cuesta comprender la relación que pueda haber entre los dogmas marianos y el machismo. Entienden, eso si, que los Santos Padres fueron injustos al catalogarnos como ?la puerta del infierno??; pero que las feministas protestemos por el mantenimiento de los privilegios marianos, les parece una falta de respeto hacia la Madre de Jesús.
Ya he intentado explicar que los otros dogmas (el de la Virginidad, la Asunción y la Encarnación) no son problema para mi fe en Jesús (que es en definitiva en quien hemos de creer los cristianos) porque el Señor es muy dueño de hacerle a su Madre los regalos que quiera. Pero el de la Inmaculada Concepción si que lo es. Porque, además de lo ya explicado sobre la libertad, lo relaciono con el deseo de continuar manteniendo impunemente, por parte del clero misógino y del sector androcentrista laico, el oprobio y la supeditación sobre las congéneres de María, sin temor a que el Hijo se les ofenda,.

Menos mal que este dogma está cayendo por su propio peso: Por una parte, están los avances de la Ciencia que ponen en tela de juicio el mito de Adán y Eva. Y por la otra, la declaración de Benedicto XVI (27 abril 2007) diciendo que ?el Limbo no existe??.
(S. Agustín enviaba a los niños sin bautizar al infierno. Santo Tomás de Aquino rebajó la pena y los mandaba al Limbo. Ahora el Papa Benedicto XVI dice que pueden ir directamente al cielo).
En definitiva ¿qué sentido tiene el dogma de la Inmaculada si resulta que, al final, todo eso de la costilla y la manzana, no es más que una metáfora ideada por nuestros ancestros para explicarse la maravilla de la Creación y la triste realidad de la existencia del Mal, desde su incipiente comprensión del Universo y, además, resulta que en el Vaticano ya no creen que las mujeres transmitamos el famoso ?pecado original??a nuestros bebés?

?Solo eligió a varones??Al clero machista durante siglos le había venido muy bien el dogma del Pecado Original para mantenernos a las mujeres apartadas de ?lo sagrado?? diciéndonos que éramos más impuras que ellos y poder así disfrutar de sus prerrogativas masculinas dentro de la organización eclesiástica. ¿Qué inventarán ahora? De momento le dan la culpa a Jesús por ?haber elegido solo a varones como discípulos?? por lo que ?la Iglesia no se considera autorizada para admitir a las mujeres al orden sacerdotal?? (Pablo VI , Juan Pablo II, cardenal Ratzinger ahora Benedicto XVI). Pero esta tesis les durará poco, porque los historiadores/as y exegetas no paran de investigar y están considerando la teoría de ?los doce?? como una reminiscencia del judaísmo, el cual, si bien forma parte de nuestras raíces, soñaba (todavía sueña) con ser ?el pueblo elegido??. Algo que está en fuerte contradicción con el ?id por todo el mundo y predicad el Evangelio a toda criatura?? ( N.T.=Mc., 16-15; Mt.28-18; Lc. 24-47; Jn. 20-21)

Más absurdo resultó el argumento que Juan Pablo II se sacó de la manga en la Ordenatio Sacerdotales (3): ?el hecho de que María Santísima, Madre de Dios y Madre de la Iglesia, no recibiera la misión propia de los Apóstoles ni el sacerdocio ministerial, muestra claramente que la no admisión de las mujeres a la ordenación sacerdotal no puede significar una menor dignidad ni una discriminación hacia ellas????Y es que el Papa (como tantos jerarcas) dio por hecho que las mujeres no nos íbamos a enterar nunca de que la Iglesia tardó como medio siglo (después de la desaparición de Jesús de la faz de la tierra) en clerecalizarse. Y, sobre todo, supuso que ni siquiera sabríamos contar con los dedos, porque: doce años de María como mínimo antes de nacer Jesús + treinta y tantos de Jesús + cincuenta hasta que se constituyeron como Iglesia, nos dan la imagen de una mujer vieja en una época en la que la esperanza de vida era escasa. Eso si todavía vivía.

Mientras tanto, en el subconsciente de las sociedades que han heredado la cultura de la superioridad masculina y de la culpabilidad femenina (legitimada y justificada por las religiones monoteístas las cuales, por poseer en sí mismas la semilla y la fuerza de la liberación y de la igualdad en filiación divina de todos los seres humanos, deberían haber contribuido a su extinción) sigue produciendo opresión, menosprecio y muerte a muchas mujeres, víctimas de quienes se creen superiores y dueños de su cuerpo y de su vida.