Miles de sacerdotes optaron por su realización como seres humanos y renunciaron al celibato. En su mayoría, continúan con el compromiso comunitario que los llevó a ser curas.
Horacio Gallo formó una familia y es psicólogo, por eso sigue escuchando y conteniendo a hombres y mujeres como cuando era un cura católico. (Foto: Télam) Horacio Gallo formó una familia y es psicólogo, por eso sigue escuchando y conteniendo a hombres y mujeres como cuando era un cura católico. (Foto: Télam)
Muchos miles de curas en todo el mundo se casaron, tienen pareja y formaron familia, lo que demuestra que la búsqueda de la plena realización de las personas desbordó hace tiempo la prohibición de la iglesia católica, que apenas consiguió clausurar el debate formal sobre el celibato, coincidieron especialistas.
No es fácil encontrarlos a simple vista porque son maestros, delegados de trabajadores, integrantes de colectivos sociales, profesores universitarios o investigadores que, en su mayoría, continúan con el compromiso comunitario que los llevó a ser curas.
«Yo no me fui para casarme. Dejé la iglesia porque fui fiel al proyecto de Jesús de Nazareth, lo que me llevó a trabajar por la plena realización del ser humano. En ese camino, opté por tener una pareja», dijo a Télam Ruben Dri, quien fue cura del movimiento para el tercer mundo en Chaco y cuando se alejó de la iglesia en 1976 eligió compartir su vida con una compañera.
La opción por los pobres nace de la búsqueda «de esa realización plena del hombre, en la que tener una pareja y formar una familia es parte de esa libertad, que no solo no desmerece la función sacerdotal sino que la engrandece», dijo Dri, docente universitario, escritor y filósofo que hoy integra el colectivo Teología de la Liberación «Pichi Meisegeier».
«Estoy en desacuerdo con la iglesia católica, que a los sacerdotes que forman una familia les niega la administración de los sacramentos, al tiempo que acepta en sus filas a un Christian Federico von Wernich, condenado por delitos de lesa humanidad», sostuvo Dri.
Para el ex cura, ?formar una familia, optar por tener una pareja, no es para nada incongruente con la vida de servicio a la comunidad. Lo han demostrado tantos religiosos que, separados de la iglesia, han seguido trabajando con un compromiso mayúsculo», dijo.
También para la brasileña María Das Dores Campos Machado, socióloga y catedrática de la Universidad Federal de Rio de Janerio, «gran parte de los curas que se agrupan ?por el fin del celibato? han seguido trabajando en torno a la ?Santa Madre Iglesia?».
«Están muy poco visibilizados pero se han integrado a los movimientos eclesiales de base, muchos de ellos con destacada responsabilidad en el campo editorial de las comunidades de Brasil», señaló en diálogo con la agencia Télam cuando participó hace dos semanas de las jornadas «Modernidad, Secularización y Religión» en el centro cultural Haroldo Conti, en la Ex ESMA.
El argumento que esgrime la iglesia católica, «que bajo este papado se niega a hacer del celibato una opción», se basa en «la exclusividad del cura para ejercer su función sacerdotal», postura que para Dri no hace más que esconder la concepción «dualista» de Platón asumida por la teología católica.
Para Eduardo de la Serna, integrante del movimiento «Opción por los pobres» (OPP), «hoy por hoy no creo que la jerarquía católica defienda el celibato por una motivación económica, ya que los bienes de los sacerdotes no pasan a ser patrimonio de la institución», y atribuyó más esa posición conservadora a «una actitud rígida frente al sexo, al que sigue asociándose al miedo, a la represión, a la sensación de pecado o, al menos, a la sensación de que mancha».
«Si el celibato fuera optativo -opinó De la Serna en diálogo con Télam-, sería distinto desde el punto de vista del ?signo? porque mostraría al sacerdote célibe como quien ?eligió no casarse?, lo cual fortalecería el signo».
De la Serna se preguntó si en términos de la ?tan mentada exclusividad, los rabinos, los imanes, los pastores evangélicos de las más diversas confesiones no están plenamente dedicados a Dios y al pueblo».
En muchos pueblos de Italia, Alemania, Bolivia, y Perú, entre otros países, se conoce a la mujer del cura y nadie objeta sobre el tema, ni los obispos, siempre que no se «ventile demasiado», sostuvo De la Serna.
Revisar el celibato, afirmó, ?aceleraría otro debate que no se quiere dar: el rol del cura en la comunidad, un sacerdote sin poder, que trabaje para mantenerse; un ministerio abierto a todos también necesitaría un cambio de mentalidad en el pueblo de Dios??.
?Psicólogo Cristiano??
Horacio Gallo formó una familia y es psicólogo, por eso sigue escuchando y conteniendo a hombres y mujeres como cuando era un cura católico y recorría las localidades bonaerenses de Florencio Varela, Quilmes y Berazategui en su carpa misionera itinerante, un espacio abierto a la religiosidad popular.
«Mi crisis no fue vocacional, fue afectiva. Por eso hoy sigo escuchando y conteniendo a las personas que sufren, trato de llevarles alivio; claro, ahora con las herramientas que me dio la Psicología, pero mi vocación es la misma», dice a Télam Gallo, de 45 años, que fue sacerdote de la diócesis de Quilmes entre 1996 y 2002, en tiempos en que Jorge Novak era el obispo.
Hoy Horacio convive con su mujer, una profesora de economía de 42 años, con quien espera su primer hijo; junto a ella, que es madre de dos chicos de una anterior pareja, construye su nuevo proyecto de vida en una casa, también en Florencio Varela, a escasas cuatro cuadras de la capilla donde oficiaba de cura.
«La conocí cuando yo era cura pero nos volvimos a encontrar y formamos pareja varios años después de que yo dejara el sacerdocio», explica desde su gabinete de psicólogo, ubicado en la planta alta de una casa austera pero amplia y luminosa.
A 10 años de la decisión de alejarse del ministerio de la iglesia, Horacio cuenta que siempre le costó pensar «en renunciar a la paternidad».
«Cuando me di cuenta de que como sacerdote las visitas a casas de familia me llenaban de alegría, se me aclaró el panorama de mi vida. Me daba nostalgia ver a chicos jugar con sus padres, compartir una mesa», recuerda.
Al tiempo, pudo dar el paso que deseaba dar. «Pedí permiso al obispo sucesor de Novak (fallecido un año antes) para alejarme de la función sacerdotal con una frase que aún hoy recuerdo: ´si me quedo no seré un cura feliz´», cuenta.
No pasó mucho tiempo en que comprendió que sostener su vocación y tener una familia no eran incompatibles. «Acá estoy: cambié confesionario por diván», bromea con una sonrisa franca, mientras sigue caminando los barrios atendiendo pacientes y organizando talleres «ad honorem» en parroquias o colegios.
«Mi deseo de ser padre nació de la experiencia sacerdotal de ser Padre, tal como hoy día algunos niños y adultos de la comunidad insisten en llamarme», cuenta, y enseguida define: «Mi tarea como sacerdote no distaba tanto de la actual. Antes, las personas buscaban orientación en temas existenciales y domésticos, ahora también. Solo que ya no puedo administrar más los sacramentos».
Para Gallo la vida parece no haber cambiado tanto: «Todo lo que hacía antes, por estar integrado a la misma comunidad, lo hago ahora: si un vecino se tiene que mudar lo ayudamos entre todos, si un parto se adelantó, allá vamos», sostiene este hombre que se considera «un psicólogo cristiano que echa mano también de los conocimientos de la teología», que fueron parte de su formación.
El celibato no es un dogma, solo existe una cita en el evangelio que sugiere su práctica; y en 2011 se difundió un documento que firmó inclusive el actual papa, Benedicto VI, cuando era un joven de 42 años, en el que se puso en duda el sentido de mantener la regla.
No obstante, «la jerarquía católica sostiene el argumento de la supuesta pérdida de efectividad a la hora de administrar los sacramentos, atender a la comunidad y llevar adelante una familia, lo que en miles de casos en todo el mundo quedó refutado», argumenta Gallo.
«La realidad de la pobreza te pone en otro sitio; vivir en una barriada popular, además de dificultades te da una oportunidad: sentirte parte de la comunidad», dice, y aclara que «su transformación también se dio en un contexto social, «donde la relación con los sacerdotes es de más cercanía».
De tanto en tanto, él y su pareja participan de celebraciones o actividades en alguna capilla de algún sacerdote amigo, con el afecto de por medio, y una mirada inclusiva del mundo donde «tener una familia o ser célibe debería ser, para ambos, un acto de libertad», concluye.
Por – Télam