Enviado a la página web de Redes Cristianas
Me sospecho que muchos más millones de ciudadanos nacidos en las tierras de este país de los que uno se imagina, desearíamos no haber nacido aquí o haber tenido otra nacionalidad si hubiéramos podido conseguirla… Este país, mejor dicho, los guardianes y dueños de este país desde que los reinos de taifas se convirtieron en un solo reino, nos hacen vomitar.
Maestros de la conspiración y de la maquinación, expertos en el sabotaje cobarde atribuyéndoselo al oponente, adversario o enemigo, según el caso, son capaces de cualquier cosa con tal de humillar o destruir a quien no piensa como ellos y no tiene la misma o superior posición económica desahogada que tienen ellos. Bien es cierto que se me puede responder que sí no me gusta este país y las gentes que lo dominan, que me vaya. Y así lo haría sí pudiera y no tuviera la edad avanzada que tengo. Es imposible vivir tranquilo en una sociedad en conjunto metida en un puño por desalmados además cretinos. No es la mediocridad lo que nos rige, como dice Forges. Es la estulticia y la maldad envueltas en la solemnidad de la política y del dinero, y la pretenciosidad retórica de muchos periodistas…
Por eso no me extraña que Catalunya, a pesar de las dificultades, de los libelos y de que sea la derecha catalana la que ahora ha puesto en marcha el proceso, quiera denodadamente apartarse de la imagen estereotipada de lo español y de España. No hay quien soporte a esta caterva de sinvergüenzas que habitan en las altas esferas de la política y de la prensa, radio y televisión; facciosos a quienes no les basta con reafirmar cada día su desfachatez y su cinismo toscamente combinados con despreciable hipocresía. Esa canalla, como no tiene nada en la cabeza, en un seso donde sólo caben eslóganes, tópicos y consignas, se aburre soberanamente si no mete la cizaña, si no persigue, si no conspira, si no reduce todo a «nosotros estamos en posesión de la verdad, y vosotros sóis unos desgraciados».
Por todo ello, con Catalunya y su ideal de independencia no sólo están millones de catalanes de pura cepa y millones de catalanes naturalizados en Catalunya. Con Catalunya y con sus millones de idealistas de soberanía plena, estamos también otros millones que no podremos votar mañana porque no estamos censados allí. Y estamos con ellos, aunque sólo sea por que no deseamos que ese pueblo, cualquier pueblo enemigo de la carroña social que infecta al país entero sin poder mover un dedo para evitarlo, se mezcle con esa pandilla de facinerosos que tienen aterrorizado a gran parte de este país que cada día hacen más suyo, de su absoluta propiedad…
24 Noviembre 2012