Enviado a la página web de Redes Cristianas
Conservo nítidamente en mi memoria las imágenes y los sonidos de la especulación y la locura inmobiliaria. Recuerdo las urbanizaciones que surgían como hongos por doquier; las ciudades repletas de gigantescas y escuálidas grúas girando por encima nuestras cabezas; los camiones hormigonera volteando incansables en su eterno trasiego; el sonido metálico de las paletas de los albañiles asentando ladrillos y a las familias alborozadas visitando el piso piloto y firmando hipotecas tramposas y abusivas en los bancos.
Hoy, aquella euforia colectiva provocada por el dinero fácil y barato, aquella burbuja inmobiliaria que a todos nos envolvió en mayor o menor grado, se ha convertido en pesadilla; en desamparo, lágrimas y tristeza; en una tragedia para miles de familias desahuciadas. Hoy, aquellas grúas que antaño coronaban las ciudades como símbolo de progreso y que servían para construir torres babel que pretendían alcanzar el cielo, se han convertido en patíbulos donde crucificar a quienes, ingenuamente, se creyeron que la vivienda era un derecho constitucional que amparaba también a los pobres.
Valladolid