Lo de Maciel es de película -- José Manuel Vidal

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Religión Digital

El domingo en Crónica publicaba, con Idoia Sota, un reportaje sobre los últimos años de Marcial Maciel, fundador de los Legionarios de Cristo. Cuanto más me asomo a su vida y obra, más impactado me quedo. Y sus últimos momentos de vida son de traca. De película. Imagínense la situación: Maciel expirando y que no quiere confesarse ni recibir la santa unción. Siente «repulsión a lo sagrado», claro síntoma de posesión diabólica.

A su lado, la cúpula legionaria y un exorcista, que intenta expulsar los demonios que puede llevar dentro. ¿Se imaginan? ¡Un fundador endemoniado y que reniega de Dios en la hora de la muerte! No se puede pedir más dramatismo.

No sé qué hará el Papa, tras la visita apostólica que mandó hacer a la Legión. Dicen algunos que todo estaba pactado de antemano y que se trata de una visita cosmética y de cara a la opinión pública interna y externa. No me lo creo. La situación de Maciel es tan degradante y duró tanto tiempo que es imposible que la actual cúpula no supiese nada. De hecho, los propios Legionarios acusan a los actuales dirigentes de encubrimiento y complicidad. Y los de lengua inglesa, sobre todo, amenazan con una escisión.

¿Puede un árbol malo dar frutos buenos? Parece que no. Aunque, para Dios, nada es imposible. En cualquier caso, Benedicto XVI, que proclama tolerancia cero en los casos de abusos y de pederastia, tendrá que hilar muy fino para contentar a unos y a otros. Y dar ejemplo a toda la Iglesia católica.

Y otra lección. Por mucho que se empeñe el sector ultra de la Iglesia católica, las obras de la Iglesia tienen que decantarse en el tiempo. Como las grandes congregaciones religiosas. En una institución como la Legión que, de la noche a la mañana, llega del cero al casi infinito, tiene que haber gato encerrado. Y aquí no hay uno, sino varios. Irán saliendo más, como se apunta en el reportaje de Crónica.