LIMBO Y COND?N, PENDIENTES DE DOCTRINA DE LA FE. Javier Morán

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Religión Digital

Limbo y condón, cuyo maridaje aquí no pretende ser irreverente, entrarán definitivamente en la agenda de asuntos de la Congregación para la Doctrina de la Fe y, a la postre, en la lista de decisiones que ha de tomar el Papa Benedicto XVI en fechas venideras.
Ambas cuestiones, que adquirieron gran relevancia pública en los últimos meses, han estado sometidas a minucioso examen por parte de los dicasterios vaticanos, y los borradores o documentos de su análisis ya han sido confeccionados.

La comisión teológica internacional -los 30 teólogos de todo el mundo que asesoran al Papa y a la Doctrina de la Fe- remató días atrás la cuestión del limbo o, más concretamente, la respuesta a la pregunta que el Papa Juan Pablo II planteó en su momento acerca del destino de los niños que mueren sin recibir el bautismo.

El limbo ha sido durante siglos un teologúmeno, un concepto más práctico y sentimental que teológico para resolver el callejón sin salida al que el severo San Agustín condujo a todas las almas que muriesen sin recibir la gracia santificante del bautismo y, por tanto, el borrado del pecado original.

Como se venía insinuando desde hace un tiempo, la referida comisión ha concluido que el limbo abandonará los predios teológicos y la salvación de los niños no bautizados será confiada a la «misericordia de Dios».
El documento de la comisión, que ahora mismo es un borrador de 30 páginas, concluye con el ofrecimiento de un mensaje de «esperanza y consuelo» a los padres que hayan perdido un hijo en estas circunstancias.

Sin embargo, el mensaje de mayor calado de este documento es la relativización del papel de la Iglesia en la salvación de los hombres: en última instancia, es Dios quien salva, y no la Iglesia.
No obstante, la remoción del concepto de limbo es tarea compleja. Por una parte, la atención que la teología católica le ha prestado al asunto en el pasado había dejado ya dos pistas para su supresión.

Primera, la misa de funeral de un niño fallecido antes del bautizo -incluida en el misal romano con la reforma litúrgica posterior al Vaticano II- contiene una oración en la que se pide a Dios que los padres de la criatura encuentren consuelo en la idea de que el niño «ha sido confiado a tu cuidado amoroso».

En segundo lugar, el catecismo de la Iglesia (1994) repite esta idea y no menciona el limbo en ningún momento.Pese a ello, la decisión final del Papa contará con dos obstáculos. Uno, la modulación de esa idea de que Dios salva por encima de la Iglesia, que podría mermar la adhesión de los católicos a la disciplina y doctrina sacramental del bautismo. Y dos, el temor a que la desaparición de un concepto tan arraigado durante años en la fe popular pueda dar paso a que los creyentes se pregunten cuál será el siguiente cambio en los conceptos y enseñanzas de la Iglesia.

Por todo ello se estima que el día que Benedicto XVI se pronuncie definitivamente sobre el limbo, lo hará con un acompañamiento teológico en forma de catequesis o documento específico para conjurar el relativismo.
En cuanto al condón, el asunto es mucho más espinoso. Hace un par de años, el cardenal belga Daneels sostuvo abiertamente que ya era hora de revisar la doctrina vaticana sobre el preservativo y diferenciar su uso como preventivo de enfermedades contagiosas -sida, en particular- de su utilización en el control de natalidad, vetado desde Pablo VI y su encíclica «Humanae Vitae» (1968).

Lo que Daneels sugería, por su lógica, tuvo gran impacto en el Vaticano y en abril de este año el cardenal Lozano Barragán -presidente del pontificio consejo de la salud- reconoció que el Papa Benedicto XVI le había encargado estudiar la cuestión particular del uso del preservativo en el caso de un matrimonio en el que uno de los cónyuges fuera portador del sida.
El asunto, no obstante, se ha circunscrito a un terreno más acotado. Un tercio de las clínicas, hospitales, dispensarios y centros de salud de todo el mundo -especialmente en territorios de misión- que trabajan con enfermos de sida es de titularidad católica. Por ello, el pontificio consejo de la salud ha estado preparando un manual sobre la atención del sida.
En dicho manual no existe referencia alguna al condón en el caso de matrimonios con un cónyuge infectado, sino que se reafirma la doctrina católica de que la abstinencia es el único camino fiable para la prevención.

Sin embargo, consultores de dicho consejo pontificio han insistido en la inclusión de una nueva doctrina sobre el condón en términos de que su uso favorece el quinto mandamiento, el no matarás.
El manual está casi redactado y pasará en breve al examen de la Doctrina de la Fe. Paralelamente, el dicasterio de Lozano Barragán ha enviado a esa misma congregación otro estudio cuya finalidad vino a ser la de deshacer un entuerto provocado por otro cardenal del Vaticano, Alfonso López Trujillo, quien aseguró públicamente en 2003 que el condón no era efectivo en la lucha contra el sida porque el virus de esta enfermedad atravesaba la trama de látex del preservativo.

Los expertos y consultores de Lozano Barragán han concluido ahora que el condón retarda con efectividad la difusión del sida.
Pese a ello, y a la vista de su exclusión en el manual para los centros sanitarios católicos, todo indica que la doctrina vaticana del preservativo permanecerá inconmovible.
Al lado de ello, la supresión del limbo será un camino de rosas.
Javier Morán (La Nueva España)