Lecturas electrónicas -- Gabriel Mª Otalora

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Enviado a la página web de Redes Cristianas

Las nuevas tecnologías han desarrollado prácticas sofisticadas para conocer los gustos del consumidor y así ponerle a su disposición aquello que demanda?? aunque él nunca tuviese la intención de revelarlos, y menos para compartirlos con extraños; «es por su bien, para darle lo que él quiere» se justifican piadosamente los que buscan primeramente el beneficio mercantil. Parece una práctica habitual de los grandes portales de información ocuparse de observar las entradas de los usuarios sobre este o aquél tipo de información de los servicios y productos que se interesan navegando por el buscador de noticias.

Ahora se ha extendido esta práctica comercial a la lectura de libros en soportes electrónicos aprovechando cualquier gesto del lector de e-books: las frases más subrayadas, las citas electrónicas o las palabras más buscadas en el diccionario para atraer nuevos lectores. Todo queda registrado una vez que el lector utiliza estas posibilidades ofrecidas como una utilidad más, lo cual permite sacar conclusiones comerciales porque toda esa información de los usos de los lectores queda grabada, aunque debería ser privada, como de hecho lo es el acto de leer. Cuando menos, se trata de una clara forma de lectura vigilada.

De momento, esta práctica se circunscribe a las lecturas en inglés ofrecidas por algunos portales de lectura tan poderosos como Amazon, Barnes & Noble y otros, que se sirven de la intimidad de los datos -por tanto, datos muy fiables- para interpretar los gustos de los lectores. Pero el tentáculo pronto llegará a otros idiomas. Así es como pueden saber si preferimos leer capítulos cortos o largos en las novelas negras, si se saltan un capítulo de historia porque contiene muchas descripciones, etc. Luego, el proceso continúa cuando los editores digitales utilizan estos datos para «sugerir» a los autores que más venden que escriban sus novelas de acuerdo a las preferencias de la mayoría.

Dada la fractura radical que se evidencia en la privacidad del ser humano que han propiciado las nuevas tecnologías de la información y la comunicación on line de nuestro tiempo, parece necesario establecer nuevos deberes para su respeto, tratando de evitar la confrontación entre derecho a la intimidad, derecho a la información y libertad de opinión y de expresión. Y digo deberes cuando la palabra correcta sería límites, pero eso causa alergia en la acendrada convicción de que suponen un freno a la libertad cuando lo que perseveran es precisamente la verdadera autonomía de las personas. Los caminos éticos y morales están desvalorizados.

Pero lo cierto es que toda la carrera tecnológica de la cultura no sirve de mucho si el gusto por la lectura languidece. ¿Quiénes serán los lectores de los e-books? Parece una evidencia que un gran enemigo del libro en papel no es el libro electrónico sino la lectura rápida e hipertextual que exige la pantalla. Por eso ya se desarrolla en la web una literatura digital, fragmentada y muy específica; se trata de otro tipo de lectura sin la profundidad ni la calidad de las novelas y ensayos que aceptan mejor el libro en papel. Algunos escritores ?de verdad?? ya se quejan de que la verdadera literatura tiene un nuevo problema.

Con todo, el principal problema, de largo, es que los adolescentes no están pidiendo el e-book porque tampoco leen libros; leen en chats, juegan y utilizan la tecnología lúdica superficialmente. Y en papel, leen el Mundo Deportivo y asimilados si es que les gusta el deporte. Están muy bien interconectados pero mal comunicados y educados aparte del utilitarismo técnico. Mientras tanto, se habla cada vez más del streaming o «los libros en la nube», y vaya usted a saber todo lo que nos deparará la tecnología. Todo menos los lectores reflexivos, cuya merma parece ser el mayor hueso duro de roer para los sufridos educadores. Es un problema claramente educativo que no se soluciona a base de tecnología. Pero de esto, que es lo fundamental, se habla bastante menos.