Los profesores se encuentran cada vez más con alumnos mal alimentados, en una España en la que hay 2,7 millones de niños que sufren pobreza relativa, según Eurostat.
Niños que van al colegio sin desayunar, sin el bocadillo para el recreo, sin la fiambrera para la comida. Estómagos vacíos que rugen en clase. Imágenes de una realidad poco visible en un país en el que uno de cada cuatro menores sufre pobreza relativa, según el último informe de Unicef. Y una realidad que empeora en los meses estivales, porque en vacaciones miles de escolares se quedan sin su única comida completa o equilibrada del día.
«Ves que tienen constantemente sueño, que rinden poco. Y luego descubres que vienen a clase en ayunas. O que, como me ha contado uno de mis alumnos, su madre rebaja con agua la leche que le da a él y a sus dos hermanos para que dure más», explica Juan R., un maestro de Alcorcón, en la zona sur de Madrid, que prefiere no dar su nombre.
Aún no hay cifras ni estadísticas específicas, aparte de las que señalan a España como el tercer país de la UE con más niños que sufren pobreza alta, el 13,7%. La necesidad es tan palpable en las aulas que comunidades autónomas como Canarias, Extremadura o Andalucía mantendrán abiertos muchos comedores escolares en verano. Otras, como Cataluña, están preparando planes de emergencia para atajar las carencias alimenticias de los menores.
Pero la creciente degradación económica de las familias ? el número de hogares con niños con todos sus adultos en paro aumentó un 120% de 2007 a 2010? se cuela en las aulas de muchas maneras. El problema no se reduce a aquellos niños que no comen suficiente. Muchos de ellos comen, pero mal. «Un bollo barato tiene muchas calorías, pero no los nutrientes que necesita un niño para crecer sano. Eso se nota en el rendimiento escolar. Lamentablemente, las consecuencias las veremos claramente dentro de unos años, cuando veamos la evolución de su desarrollo», reflexiona este docente. Y los datos lo corroboran. El 30% de los hijos de familias que subsisten con menos de 640 euros al mes no consigue el graduado escolar, según un informe de UNICEF y la Fundación Pere Tarrés.
Esta inquietud la comparte incluso Nils Muiznieks, comisario para los Derechos Humanos del Consejo de Europa, que en su visita a España el mes pasado se mostró muy preocupado por el crecimiento de la pobreza infantil ?el 27,2% de los menores, según los últimos datos de Eurostat? y escandalizado por «desgarradoras historias de niños desmayándose en clase, vistiendo la misma ropa durante dos o tres semanas y en situaciones vulnerables por los desahucios y la pobreza en sus casas».
Un desmayo fue precisamente lo que reveló la deficiente alimentación de un alumno de 12 años en un colegio de Leganés, también en la zona sur de Madrid. Su profesora lo llevó a la cafetería para que le dieran algo de comer, y allí descubrió que los empleados ya le habían regalado comida en otras ocasiones. Y que no era el único en esa situación.
El silencio avergonzado de los niños complica mucho la detección de casos. «Antes tratábamos con estratos tradicionalmente excluidos. Ahora son familias de clase media las que ven la necesidad de pedir ayuda, aunque muchas veces no lo hacen por vergüenza», confirma Catalina Alcaraz, del Departamento de Intervención Social de Cruz Roja. Acudir a comedores sociales, cada vez más saturados ?»la crisis sobrecarga nuestra capacidad de intervención», admite Alcaraz? puede resultar para los menores la adopción de un estigma difícil de elaborar. De ahí la importancia, analizan trabajadores sociales y docentes, de que la ayuda se brinde en un contexto habitual para ellos.
En otras comunidades
El debate sobre si los comedores escolares deben o no permanecer abiertos en verano está más vigente que nunca. Dado que las competencias en la materia son de carácter autonómico, algunas Comunidades ya han puesto en marcha algunas medidas.
Andalucía: La Junta asegura desde junio tres comidas diarias a más de 46.000 menores, dentro del Plan Extraordinario de solidaridad y garantía alimentaria, que cuenta con un presupuesto de 16 millones de euros. Las medidas de desarrollan en colaboración con algunas ONG y centros de día.
Canarias: El Gobierno insular fue de los primeros en aprobar un plan de comidas gratuitas para unos 8.000 escolares durante las vacaciones. Para ello, 132 comedores permanecen abiertos. El presupuesto es de 1,2 millones de euros. Las comidas se complementan con otras actividades, como clases de inglés.
Extremadura: Más de 2.500 niños se benefician a partir del 15 de julio de la apertura de 18 comedores escolares, con una partida de unos 600.000 euros. El servicio alimentario se complementa con otro tipo de actividades lúdicas.
Cataluña: El Parlament aprobó una moción que instaba al Gobierno a aprobar un plan de choque contra la pobreza infantil, que recogiera la apertura de comedores, antes del 17 de julio. Sin embargo, aún no se han concretado los detalles y el presupuesto del plan.
Abrir los comedores en vacaciones puede costar, según los cálculos de IU, unos nueve millones de euros. Una cifra equivalente, aseguran, al presupuesto del Consejo Consultivo autonómico. El sindicato CC OO propone financiar un plan especial para proteger a niños con necesidades utilizando los cerca de 100 millones de euros que la Comunidad de Madrid destina a exenciones fiscales en gastos educativos (clases de idiomas, uniformes, cuotas en colegios privados??) y que benefician a familias de hasta 120.000 euros de renta anual. «Es una verdadera redistribución a la inversa», opina Isabel Galvín, responsable de la Federación de Educación de CC OO Madrid. «Sobre todo porque se han eliminado las becas de libros y se han recortado salvajemente las de comedor».
Las becas han descendido un 55%. Y la gratuidad, que baja un 25%, se reserva a casos extremos, como el de los menores tutelados. Tan restrictivas son las nuevas condiciones quehasta aquellos que cobran la Renta Mínima de Inserción (RMI, el subsidio para garantizar la subsistencia de aquellos que no cuentan con ningún tipo de ingresos) deben pagar parte del menú escolar. Y aquellos que, para ahorrar, quieran llevar la comida de casa, tienen que desembolsar en cualquier caso 3,8 euros al día sólo por sentarse a la mesa.