Las cinco llagas de Rosmini. La primera llaga: la brecha entre pueblo y clero (II) -- Agustín Cabré

0
47

El catalejo de Pepe

En el blog anterior hice un par de preguntas que hay que tomarlas como tales. Algunos amigos que me han respondido por correo las han tomado como afirmaciones cerradas. No es así. Son simplemente preguntas que alguien con autoridad de conocimientos teológicos y pastorales podría responder desde las cátedras. Las bases católicas,lamentablemente, todavía no se atreven a hacerlo. La pregunta era: ¿Cómo van a celebrar la Eucaristía las comunidades si el clero es el único responsable de ese sacramento fundamental?

Remito al blog anterior al que quiera tener más detalles.
Pero este tema tiene anexo el celibato clerical -que a todas luces aparece como obsoleto-, la ordenación presbiteral de las mujeres, el cambio del anacrónico sistema de parroquias, el fomento de las comunidades pequeñas atendidas, también en los sacramentos, por sus propios líderes locales, etc.que ciertamente no son temas obsoletos sino de pleno desarrollo.

Desde luego en cuanto al reconocimiento de la mujer en el escalafón eclesiástico, ningún catecismo puede explicar que tras las amplias declaraciones de común igualdad en dignidad y de derechos femeninos, la doctrina de la Iglesia mantenga siete sacramentos para los varones y seis para las mujeres. El manido argumento de que hay que repetir exactamente las palabras y los gestos de Cristo en la última cena, y que en ella Cristo no dio el sacerdocio a las mujeres, no resiste mucho análisis. Creo que es simplemente fundamentalismo católico.

En la última cena tampoco se estaba de pie o de rodillas o sentados, sino acostados en divanes (quizá los más ortodoxos estuvieran de pie comiendo el cordero y las lechugas amargas). Jesús tampoco habló en latín, sino seguramente en arameo; el vino que se usó no era vino añejo ?para misa??, sino el vino común de los festejos; el pan no tenía levadura, pero era reconocido como pan y no como cartulina blanca; no se ocuparon albas, casullas o estolas, sino se usó el traje de cada día??

Una reforma total en este campo aparece como necesaria y exige cierta urgencia. La celebración de la Eucaristía no puede tener por marco un escenario para que actúe el clero y un espacio amplio para que el pueblo mire y responda ?amén??. Tras cincuenta años desde el Concilio Vaticano II se ha avanzado muy poco en el renovado sentido y vivencia de la liturgia, que es mucho más que los meros cultos y ritos.

Otro asunto relacionado con esto mismo es la recuperación para el servicio pastoral de miles de presbíteros impedidos de pastorear por el hecho de haber ?atentado?? contrayendo matrimonio y haber creado una familia. Por esa medida disciplinaria, que en nada afecta a la fe ni a las buenas costumbres, la Iglesia ha perdido una fuerza considerable de pastores.

Esta brecha entre el clero y el pueblo es una herida enorme, que requiere cirugía mayor.

Hasta aquí llego con el comentario a la primera herida o llaga que señaló Rosmini. En el próximo blog hablaremos de la segunda herida: el hecho de contar con un clero erudito y distante. Y ahora, además, desprestigiado.