La bioética o aplicación de la ética a las ciencias de la vida, un término que hace treinta y cinco años ni siquiera existía, se ha convertido desde 1995 ?año en que empezó a figurar en textos pontificios? en uno de los grandes frentes de combate de la Iglesia católica en la moderna sociedad secularizada.
Poco antes del verano, Benedicto XVI encargó a la Congregación para la Doctrina de la Fe un documento que actualice los postulados eclesiales sobre el embrión, enlazando con los planes de Juan Pablo II, quien proyectaba una encíclica sobre bioética y ley natural que no llegó a ver la luz. ?No todo lo técnicamente posible es moralmente admisible??, sostenía el pasado julio ante la prensa italiana el cardenal Tarcisio Bertone, entonces arzobispo
de Génova y ahora secretario de Estado vaticano. ?Como desde la publicación hace casi veinte años de la instrucción Donum Vitae, han aumentado los problemas ?afirmó Bertone?, y la materia ha seguido una evolución debido al progreso de la ciencia en el campo biogenético, la Iglesia está reflexionando al respecto con la ayuda de expertos. El Papa decidirá si se hace un documento nuevo o si se añade un apéndice a la Donum Vitae??. Esta instrucción, emanada en 1987 del actual
Papa cuando era aún el cardenal Joseph Ratzinger, prefecto de la Doctrina de la Fe, sancionó algunos de los principios católicos sobre la vida más difíciles de engullir por los no creyentes. A la conocida condena moral del aborto ?cuya despenalización en la mayoría de los países occidentales constituye, junto a la legalización del divorcio, una de las mayores derrotas de la Iglesia católica?,
la Donum Vitae añadía una novedad decepcionante para los católicos deseosos de ser padres pero aquejados de problemas de infertilidad: el no a la fecundación in vitro y a la inseminación artificial. La concepción de un bebé sólo es lícita, según este documento, si procede de ?un acto conyugal de suyo idóneo a la generación de la prole, al que se ordena el matrimonio por su propia naturaleza y por el cual los cónyuges se hacen una sola carne??. La Iglesia católica considera ofensivo para la dignidad del futuro bebé el hecho de ser concebido en una probeta, fuera de las
relaciones sexuales de sus padres. El catolicismo teme además otra cuestión: el nacimiento de un niño por fecundación asistida implica que algunos embriones no sean implantados en el útero de la madre ?sobre todo si el diagnóstico previo indica que no están sanos?, y que se utilicen en la
investigación científica, o que sean congelados a la espera de destino, todo lo cual atentaría
contra su dignidad humana. Motivo de fondo: la Iglesia católica otorga idéntica condición de persona al recién nacido que al cigoto (célula resultante de la unión de un óvulo y un espermatozoide), al embrión (así se le suele llamar en sus primeras ocho semanas de desarrollo) y al feto (nombre que recibe hasta el momento del parto). ?No es justo obtener un bien por medio
del mal, pues el fin no justifica los medios ?escribe Raffaello Martinelli, primicerio de la basílica de San Carlos y San Ambrosio de Roma, quien ha publicado folletos sencillos sobre doctrina católica en temas de actualidad?. Por lo tanto, el servicio a la vida que se hace por medio de la fecundación artificial se realiza con medios ilícitos??. A quienes no pueden concebir, Martinelli recuerda que, según la Iglesia católica, ?no existe un derecho a tener hijos, porque son un don de
Dios??, y que las parejas que no logran tenerlos ?pueden mostrar su generosidad mediante el cuidado o la adopción, o cumpliendo servicios significativos a favor del prójimo??. Quizá el mayor temor que la Santa Sede asocia a la fecundación asistida es el destino de los embriones sobrantes, al contener células estaminales, también llamadas células madre, que los convierten en muy idóneos para la investigación científica. Las células estaminales embrionarias, aún no especializadas, poseen la capacidad de transformarse en otros tipos de células, por lo que, en teoría, si se lograra encauzarlas, podrían originar tejidos u órganos nuevos para trasplantarlos
a los pacientes y curar enfermedades. Sin embargo, la Federación Internacional de Asociaciones Médicas Católicas, que preside el facultativo catalán Josep Maria Simon y que celebró un congreso en Roma el pasado septiembre, recuerda que se ha comprobado la existencia de células estaminales en el cordón umbilical y en la placenta?, y en la médula ósea de adultos y niños. ?Desde esta perspectiva, la investigación con células estaminales adultas merece aprobación y
aliento, cuando conjuga eficazmente el saber científico, la tecnología más avanzada en el ámbito biológico y la ética que postula el respeto del ser humano en cada fase de su existencia??, les dijo el Papa en septiembre. Otros muchos médicos puntualizan, en cambio, que esas células estaminales adultas son mucho menos versátiles que las embrionarias, y que, por tanto, resultan menos prometedoras para la curación de enfermedades. La Iglesia católica prohíbe además la congelación de embriones, aunque sea para asegurar su supervivencia, pero no indica qué
hacer con los miles de embriones congelados ya existentes en el mundo. En Estados Unidos han surgido iniciativas de adopción de embriones congelados (es decir, una mujer se ofrece a que se le implante un embrión para que nazca un bebé). ?Es una propuesta delicadísima ?señala Maria Luisa Di Pietro, doctora de la facultad de Medicina del católico políclinico Gemelli?. Los futuros padres querrán un embrión sano, por lo que habría que descongelar varios, analizarlos y elegir.
¿Y qué sucede con los que no están sanos? No pueden volver a congelarse, y acabarían muriendo o en la investigación científica??. El destino de los otros embriones vuelve a ser el mayor obstáculo para que uno de ellos se convierta en un bebé.
La oposición a la eutanasia
La Iglesia católica define la eutanasia como ?una acción o una omisión que por su naturaleza y en la intención causa la muerte, con el fin de eliminar cualquier dolor??, según la encíclica Evangelium Vitae, con lo cual engloba la eutanasia activa (el médico realiza una acción que conlleva la muerte del paciente), la pasiva (el médico se abstiene de administrar un tratamiento que mantendría al paciente con vida) y el suicidio asistido (el médico receta una droga letal, y el paciente la toma). La eutanasia activa es legal en Holanda y Bélgica, y el suicidio asistido lo es en Suiza y en el estado norteamericano de Oregón. En esa encíclica de 1995, Juan Pablo II afirmó que ?la eutanasia es una grave violación de la Ley de Dios, en cuanto eliminación deliberada y moralmente inaceptable de una persona humana??. La Iglesia se opone al encarnizamiento terapéutico y propugna más cuidados paliativos.
Un rosario de prohibiciones eclesiales
ANTICONCEPTIVOS. La Iglesia católica no acepta métodos anticonceptivos por considerar que toda relación sexual ?siempre en el seno del matrimonio? debe abocarse a la procreación. Así, rechaza la píldora anticonceptiva, el diafragma y el preservativo, este último incluso en la prevención del sida. Contra las enfermedades de transmisión sexual, predica la abstinencia. A quienes quieren regular los nacimientos les propone la abstinencia en los días fértiles, fechándolos por métodos
naturales, como tomar a diario la temperatura vaginal.
ABORTO. La encíclica Evangelium Vitae, publicada por Juan Pablo II en 1995, declara el aborto ?un desorden moral grave, en cuanto eliminación deliberada de un ser humano inocente??. La mujer católica que aborta queda automáticamente excomulgada, condena que el cardenal Alfonso López
Trujillo, presidente del Pontificio Consejo de la Familia, extiende a su compañero, si está de acuerdo con el aborto, y al personal médico que lo realiza.
PÍLDORA DEL DÍA DESPU?S Y PÍLDORA RU 486. La Iglesia rechaza el uso de ambas píldoras. La del día después, procedimiento de emergencia así llamado porque se toma en las 24 horas siguientes al coito, busca bloquear la ovulación, o impedir la implantación del óvulo en el útero si ha sido fecundado. La píldora RU 486, de uso hospitalario y que se puede administrar a la mujer hasta 49 días después de su última regla, procura un aborto farmacológico.
AMNIOCENTESIS. La instrucción Donum Vitae sólo admite el diagnóstico prenatal ?si respeta la vida e integridad del embrión y del feto humano y si se orienta hacia su custodia o hacia su curación??, es decir, nunca si se trata de obtener información para decidir abortar. Los médicos
católicos sólo suelen practicar la amniocentesis ?técnica invasiva para averiguar si el feto sufre dolencias genéticas? cuando se trata de padres que quieren saber más para cuidar mejor a ese bebé que nacerá con graves deficiencias; y rechazan de lleno la biopsia corial, técnica más precoz e invasiva, claramente pensada para decidir si abortar o no.
FECUNDACI?N ASISTIDA. La Iglesia rechaza la inseminación artificial (a menos que permita el acto sexual sin sustituirlo), y recalca que la fecundación in vitro con espermatozoides u
óvulos de donantes ajenos a la pareja es aún más moralmente inaceptable que la realizada con gametos de la pareja.