El presidente de la Conferencia Episcopal Española (CEE), Ricardo Blázquez, planteó hoy la necesidad de buscar unas bases morales comunes, en un Estado aconfesional y en una sociedad plural. El también obispo de Bilbao hizo estas consideraciones durante su discurso de apertura de la Asamblea Plenaria de la Conferencia Episcopal, que estará reunida en Madrid hasta el próximo viernes para debatir cuestiones relativas a la enseñanza de la Religión, el fenómeno de la inmigración y la reciente sentencia del Tribunal Constitucional sobre la idoneidad del profesorado de Religión.
Para Blázquez, «en un Estado aconfesional y en una sociedad donde la pluralidad tiene gran calado, en orden a asegurar una convivencia fecunda y promover un ordenamiento jurídico democrático, es importante la búsqueda y la afirmación de unas bases morales comunes pre-políticas o meta-políticas, por parte de quienes profesan una «laicidad sana», sean creyentes o no creyentes».
Y sugirió para ello, citando al Papa, reflexionar «sobre el tema de la ley natural y de recuperar su verdad, común a todos los hombres», para resolver los problemas morales que se plantean al individuo, a la sociedad y a la humanidad entera.
El presidente de la CEE dijo que «las palabras laicidad y laicismo, laico y laicista, secularización, secularidad y secularismo, secular y secularista, son utilizadas (hoy) como si fueran elásticas, ya que su significado se encoge o se estira para significar acepciones diferentes y son interpretadas con un alcance notablemente distinto».
Criticó la interpretación actual que se da al concepto de laicidad, que lleva la práctica religiosa y la expresión de la fe al campo estrictamente privado, para señalar que «el Papa propugna lo que llama «sana laicidad», que implica la autonomía efectiva de las realidades terrenales respecto a la esfera eclesiástica, no así frente al orden moral».
Consiguientemente, agregó, «a la Iglesia no corresponde indicar qué ordenamiento político y social es preferible; es el pueblo el que libremente determina las formas más adecuadas de organizar la vida política; toda intervención directa de la Iglesia en este campo constituiría una injerencia indebida».
Pero la misma «sana laicidad» comporta también que «el Estado no considere la religión como puro sentimiento individual, susceptible de relegarse al ámbito privado. Al contrario, la religión al estar organizada también en estructuras visibles, como es el caso de la Iglesia, debe ser reconocida como presencia comunitaria pública», dijo Ricardo Blázquez.
Y en este marco, de «sana laicidad», con las actitudes y conductas que le son coherentes, explicó, «se comprende que sea garantizado el ejercicio de las actividades de culto, y también culturales, educativas y caritativas, de la comunidad de los creyentes; que dentro de la laicidad, que no degenera en laicismo, sean respetados los símbolos religiosos en las instituciones públicas».
En su discurso a los obispos españoles, y con la presencia del Nuncio, Manuel Monteiro, el obispo de Bilbao realizó también una síntesis de las enseñanzas del Papa en su exhortación apostólica del pasado 22 de febrero, «Sacramentum caritatis», orientada a suscitar en la Iglesia un nuevo impulso y fervor por la Eucaristía.
Asimismo, Blázquez valoró la sentencia del Tribunal Constitucional del pasado 15 de febrero, según la cual, recordó, corresponde a las confesiones religiosas la competencia de juzgar sobre la idoneidad de las personas que hayan de impartir la enseñanza religiosa.
El presidente de la CEE, dijo que la sentencia es acorde con el estatuto del profesor de Religión católica, y pidió a los padres, como primeros educadores de sus hijos, que ejerciten su responsabilidad también a través de la solicitud para sus hijos de la clase de Religión católica, «asignatura que contribuirá al pleno desarrollo de la personalidad humana, que tiene por objeto la educación», afirmó