LA PAZ DE LOS CEPILLOS. Fernando Onega

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La Voz de Galicia

Alabado sea el Señor. La Iglesia y el Gobierno socialista han llegado a un acuerdo, si la portavoz del Consejo de Ministros se ha expresado bien. Introduzco este matiz de la buena expresión, porque a la comunicación política se opone un piadoso «sin comentarios» de la Conferencia Episcopal.

Pero no creo que la señora Fernández de la Vega haya informado del nuevo sistema de financiación en términos de pacto, si se tratara de una imposición. Desde esa premisa, este cronista felicita a las ilustres partes y ensalza su discreción. La última noticia que teníamos (día 13, miércoles) decía que las reuniones se aplazaban «sine díe». Quizá no querían hablar bajo presión periodística. Visto lo ocurrido, podemos afirmar que Gobierno e Iglesia han negociado bajo secreto de confesión. Ya le gustaría a Rodríguez Zapatero que los contactos con ETA y Batasuna se pudieran producir con el mismo silencio y la prensa mirando hacia otro lado¿

Hecho ese saludo, caigamos una vez, de forma ostentosa, en el tópico: estamos ante otro cambio «histórico». Por primera vez, la Iglesia no tendrá financiación directa del Estado. Para compensarlo, se sube la asignación de los contribuyentes del 0,52 al 0,7. Y se trata a la Iglesia como una entidad jurídica más que, al hacer sus compras, tendrá que pagar el IVA como todo hijo de vecino. Sin hacer un ampuloso discurso, ese cambio es para anotar en la crónica: desaparecen dos privilegios de los que nadie disfrutaba en este país.

Como católico, celebro el acontecimiento. Y como católico contribuyente, me gusta adquirir un compromiso: pondré mi cruz en la casilla de la Iglesia, y lo haré con más interés. Ya no es lo mismo darle el 0,7% a la Iglesia que a otras organizaciones sociales, porque la Iglesia ya no depende de la generosidad del Gobierno. Depende de los contribuyentes. Y, aunque nuestra práctica religiosa sea limitada, mantiene instituciones benéficas y solidarias que merecen ser atendidas.

¿Y políticamente? Políticamente, estamos ante un alivio: se cierra, al menos provisionalmente, uno de los charcos en que estaba metido este Gobierno que, como suele decir Rajoy, cabrea a Estados Unidos y al Papa. No voy a decir que el dinero ayude a olvidar otros pecados como los matrimonios gais o la asignatura de religión. No voy a pronosticar que eviten que los obispos vuelvan a salir en manifestación de mitras en defensa de la familia y otros valores. Pero, si hay entendimiento entre el poder civil y el eclesiástico, «el alma se serena», como decía un título de un antiquísimo programa de televisión. Matizo: se serenan el alma, las sotanas, las mitras, los capelos y los cepillos. Creo que se ha alcanzado la paz de los cepillos.