Cuenta José Manuel Vidal en El Mundo que junto al altar de la recién clausurada parroquia de San Carlos Borromeo, al lado de un crucifijo, los niños pintaron una templo rojo con la leyenda «¿Iglesia roja?».También el arco iris de la paz. Y es que, tras tres semanas de conflicto, el arzobispo de Madrid y sus tres curas rojos buscan «una paz negociada, sin vencedores ni vencidos». Con la ayuda del resto de los curas del barrio de Vallecas.
Porque la mayoría de los sacerdotes de la zona están «dolidos» por la medida y tratan, por todos los medios, de buscar una salida negociada al conflicto.
«En la Iglesia, éstas cosas no pueden resolverse desde el poder, como en otras instancias, sino desde el Evangelio, que es encuentro y diálogo», dice Fernando Carracedo, párroco de San Cosme y Damián, con 44 años a pie de barrio. Desde que se ordenó, en 1963, no ha salido de Vallecas.
Precisamente el arciprestazgo de San Pablo, al que pertenece Fernando, es uno de los que se ha movilizado para intentar «tender puentes». Más en concreto, han escrito al arzobispo para presentarle sus propuestas y han nombrado ya a tres mediadores oficiales. Por ahora, sin embargo, no quieren dar a conocer ni sus nombres ni las propuestas para que el arzobispado no se entere por la prensa.
«La filosofía del fondo del intento de mediación es que no haya vencedores ni vencidos. Intentar que el diálogo y el encuentro sean posibles», dice Fernando. Pero él, personalmente, se muestra escéptico sobre los resultados que se puedan conseguir. «Ambas partes tendrían que hacer concesiones y no sé si están dispuestas a ello», explica.
«Vivir el Evangelio»
En principio, los tres curas de San Carlos Borromeo parecen dispuestos a ceder en algunas cosas. «Si el problema es la misa en vaqueros, estamos dispuestos a ponernos sotana», dice Javier Baeza, uno de los encausados. Pero se malicia de que la verdadera causa no es litúrgica, sino «la forma diferente de entender y vivir el Evangelio».
En el obispado guardan silencio total. Hay orden expresa del cardenal Rouco de no dar explicaciones de ningún tipo a los medios de comunicación. Extraoficialmente, se reconoce que el arzobispo está «muy afectado». Sobre todo, por las dimensiones que adquirió el conflicto. «El cardenal ha sufrido un desgaste mediático tremendo y, además, se siente atacado en su concepto de autoridad», dicen en el arzobispado.
Por otro lado, Rouco sabe también que la sociedad está expectante por comprobar la forma de resolver los conflictos que tiene la jerarquía católica. «Si el cardenal se ha dejado muchos pelos en la gatera, por la forma de plantear el caso, podría salir mucho más trasquilado, si no accede a resolverlo desde criterios evangélicos», dice un cura de Entrevías.
«La jerarquía es muy rara y nunca se sabe cómo va a reaccionar. Por ahora, no veo demasiados visos de solución evangélica. Ahora bien, la consigna de silencio y el hecho de que no hayan entregado todavía el decreto oficial, significa que al menos se los están pensando», dice Fernando Carracedo. Rouco tiene que decidir qué vara de medir va a aplicar: la del diálogo o la del derecho canónico. O ambas a la vez. Porque los curas también dudan del margen de maniobra que tenga su cardenal.
Si, como reconoce Enrique de Castro, otro de los curas de Entrevías, «el cierre lo promovieron desde el Vaticano, a raíz de una serie de denuncias», el purpurado madrileño podría verse forzado a actuar a golpe de báculo. Es decir, con suspensión a divinis para los curas y su desalojo y el de sus feligreses de los locales de la parroquia por parte de las fuerzas de seguridad.
«Sería un espectáculo lamentable. Aún sin llegar a esos extremos, sería una triste desgracia que San Carlos Borromeo termine borrada del mapa. Porque sería tanto como quitarse de en medio un modo de entender la Iglesia muy necesario y muy válido. La Iglesia tendría que sentirse orgullosa de tener en Madrid parroquias de ese tipo», dice el padre Carracedo.
Pero él sólo puede desear que la institución quiera dialogar con sus compañeros. La solución está en manos del cardenal Rouco que, precisamente hoy, visita una de las parroquias limítrofes, la de San Francisco de Paula, regentada por los frailes Mínimos y que, en el conflicto, se puso abiertamente del lado del arzobispo.
¿Qué dirá hoy Rouco en la parroquia de al lado de la roja? O tiende la mano o saca el Código de derecho canónico. En el primer caso, daría muestras de cintura eclesial. En el segundo, podría convertir en héroes a los tres curas. Tres sacerdotes disidentes, pero auténticos curas de los que entregan la vida por su gente hasta el final.