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Voy a meterme en un terreno bastante resbaladizo, y pretendo andar con pies de plomo, y nunca mejor dicho. Estas líneas quieren ser una reflexión sobre la convocatoria que ha hecho de esa ya tradicional “misa de las familias” el obispo Juan Antonio Reig Pla, obispo de Alcalá de Henares, y presidente de la subcomisión de Familia y Vida de la Conferencia Episcopal. El estilo es el de siempre, el que el Papa recomendó no dar tanto la vara con él, sin que eso quiera decir que olvidamos la praxis moral de la Iglesia.
Así que no se trata de los contenidos, sino del estilo. El papa Francisco, ¡esta bendición para la Iglesia!, nos está insistiendo en que el servicio de la Iglesia al mundo debe de ser hecho de modo evangélico, con humildad, sin avasallar, sin bronquear, sin erigirnos jueces y fiscales. Con afirmaciones como ésta: “Nunca ha sido tan maltratada la familia natural por las leyes en España como ahora», y por ahí va.
Ante lo delicado del tema, y para mayor claridad y concisión, emplearé un método ordenado y lo más pedagógico posible, don unos cuantos apartados bien delimitados, y, a ser posible, muy cortos.
1. Hay mucho sentimentalismo barato en la apelación al “espíritu de la familia de Nazaret”. Ni el obispo Reig, ni Kiko, ni siquiera el papa Francisco saben mucho de cómo funcionó la familia de Nazaret. Yo tampoco, no vayan a pensar que me constituyo en especialista del tema. Solo sabemos lo que dice sobre ello el NT, (Nuevo Testamento), concretamente el evangelio de Lucas, en el pasaje que dice, “Jesús bajó con ellos, llegó a Nazaret y siguió bajo su autoridad”. (Lc 2,51a). Eso sucedió después de que Jesús se quedara en Jerusalén, dando un gran disgusto a sus padres. Lo afirma María, no yo: “Hijo, ¿Por qué te has portado así con nosotros? ¡Mira con qué angustia te buscábamos tu padre y yo! (48b) El reproche no era por haberse perdido, sino porque el adolescente Jesús lo había hecho se propósito. Eso se desprende de la lectura objetiva del texto. Y de la reacción de María y José ante la respuesta del hijo: “¿Por qué me buscabais? ¿No sabíais que tengo que estar en los que es de mi padre? Pero ellos no comprendieron lo que les había dicho”. (49-50) Y eso sucedió con Jesús a los 12 años. Así que todo lo que se diga del ambiente familiar de acogida, entrañable, y blábláblá, no responde a una información veraz, sino al deseo idealizado de que así fuera, porque a nosotros nos gusta que así funcione la familia, cosa que es harto rara.
2. La familia de Nazaret es modelo de la familia cristiana. De esto no cabe la más mínima duda. Como no la hay, ni la puede haber, en que Jesús, su estilo, su palabra y su comportamiento, es lo que los creyentes tenemos que mirar, observar, para actuar lo más parecido que podamos. Pero, ¿por qué es modelo? Pues, considerando la familia de Nazaret con criterio sociológico, o ético, o psíquico, tenemos muchas dificultades en establecerla como modelo. Y explico por qué, y lo haré con la única información válida, la del NT. Ni María, a raíz de su actitud en la escena de la Anunciación, concretamente en Lucas, 1,34, “¿María dijo al Ángel: ¿cómo puede ser eso, sino conozco varón?; ni José, según Mateo, 1,19, “Su esposo, José, que era hombre justo y no quería infamarla, decidió repudiarla en secreto”; Ni Jesús, que ya de adolescente, y después, de joven y maduro, abandonó el hogar, y obligó a su Madre a recurrir al dudoso abrigo de sus parientes, como podemos ver en Marcos, 3, tenían mucho interés en formar esa familia. Esto es información del Evangelio, y no lo podemos dudar.
3. Entonces, ¿Por qué formaron esa familia, que, ni humana ni psicológicamente les atraía? Aquí radica, en este punto, la grandeza de la familia de Nazaret, y su carácter de paradigma para todos los matrimonios y familias cristianas.
Entonces, ¿Por qué formaron esa familia, que, ni humana ni psicológicamente les atraía? Aquí radica, en este punto, la grandeza de la familia de Nazaret, y su carácter de paradigma para todos los matrimonios y familias cristianas. Así terminaba mi entrada de ayer, que prometí aclarar, y es lo que voy a intentar ahora.
1) Leyendo con una cierta detención, y buscando el sentido creyente de las actitudes de los miembros de la familia de Nazaret, comprobamos que sus motivaciones no son las normales, o comunes, en una pareja tipo, vamos a decir. María y José no buscan su realización humana, ni la seguridad de una vida en común, ni siquiera la felicidad de la paternidad-maternidad. Todo esto se desprende, claramente, de la atenta lectura de los textos. No me lo invento. María “no conocía varón”, en el sentido evidente de que “no quería conocer varón”. (Cosa harto extraña, por otra parte, y que ya he tocado en alguna de mis entradas; pues las mujeres judías consideraban un baldón la virginidad, porque no podrían ser madres del mesías). Y José, “que era un hombre justo, por no infamarla, decidió dejarla en secreto”. ¿Qué es, pues, lo que les hizo casarse, y formar una familia? Está claro: hacer la voluntad de Dios, y obedecer los designios del Señor. No hay otro motivo que la obediencia de fe de los miembros de la familia de Nazaret, algo extensible, lógicamente, al Hijo, que dice al estrenar encarnación: “Aquí estoy, Señor, para hacer tu voluntad”.
2) Me temo que la mayoría de los presbíteros y obispos, al proferir sus homilías o fuertes reclamos a la imitación de la “Sagrada Familia”, por parte de las cristianas, insisten más en matices de connotación moral, social, psicológica, que en le verdadero motivo de la clara conciencia, y la firme voluntad, de hacer la voluntad del Señor. Porque la familia de Nazaret, tal como nos la presenta el NT, con una visión claramente bíblica y teológica, (otra cosa es que empíricamente fuera así), no es, para nada, un ejemplo de familia, tal como nuestros obispos, y no digamos Kiko Argüello, nos la presentan: abierta a la vida, como les gusta decir a los neocatecumenales, (¡ o a los neo-todo), con un buen número de hijos, etc. La familia de Nazaret, con su hijo único, (insisto, tal como los la presenta el NT desde su perspectiva bíblico-teológica), no sirve de modelo para esas familias “¡de toda Europa!”, como ha proclamado el obispo de Alcalá, que van a acudir a la plaza de Colón con su ristra de hijos.
Resumiendo: no le veo ningún parecido ni a la convocatoria de la “misa de las familias”, ni al evento en sí, tal como nos lo anuncian, con el estilo respetuoso, y nada faltón, del papa Francisco, que nos recordó a todos los católicos que la praxis, -mejor que la doctrina-, de la Iglesia sobre ciertos temas polémicos es de sobra conocida, y no hay que andar dando la vara con ellos en todo momento. Esto lo ha olvidado, o no le interesa cumplirlo, el obispo Juan Antonio Reig Pla. Éste debía recordar que el Papa ha dicho cosas como éstas:
“Hemos de construir puentes, no muros para defender la fe”; “necesitamos una Iglesia de puertas abiertas, no de controladores de la fe”; “la Iglesia no crece con el proselitismo, sino por la atracción, el testimonio y la predicación”.
O estas otras de la “Evangelii gaudium”: «La Iglesia no es una aduana, es la casa paterna donde hay lugar para cada uno con su vida a cuestas». /»Los preceptos de Cristo son poquísimos. No tengamos miedo a revisar algunas costumbres y normas de la Iglesia»./La evangelización se debe concentrar en lo esencial, que es lo más bello». / «Hay normas o preceptos eclesiales que pueden haber sido muy eficaces en otras épocas pero que ya no tienen la misma fuerza educativa»./ «La Eucaristía no es un premio para los perfectos sino un generoso remedio y un alimento para los débiles».
¿Hacen falta más textos “franciscanos”? En la misa del domingo 29 en la plaza de Colón, se va a dar, o así está anunciado, una videoconferencia con el Papa desde Roma. Ojalá tuviera asesores clarividentes que le hicieran ver a obispo de Roma lo innecesaria que de hecho es esa conexión para que la misa de Madrid transcurra por los caminos que desde aquí se han marcado. Y me permito dudar que sean los de Francisco
Artículo de 21rs