LA INMIGRACI?N EN EUROPA Y SU INTEGRACI?N Luis Fernando Valero

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Los atentados fallidos en el Reino Unido han vuelto a poner en el candelero la cuestión de la integración, asimilación, convivencia, diálogo, respeto, colaboración entre la inmigración y los países en donde residen.

Ya el año pasado ante la impresionante hecatombe incendiaria de Francia, se puso de manifiesto el impresionante malestar de los jóvenes residentes en Francia, según bastantes de ellos expresados en blogs y en encuestas afirmaban: somos franceses pero de segunda, tercera categoría, o sin categoría. No encontramos trabajo, nos discriminan a la hora de acceder a cualquier puesto. Todo ello va generando una rabia que la expresaron en quemar todo, como si ese fuego, fuera una expiación.

El atentado de Londres del 7 de julio de 2005, impresionó, además del hecho mismo, porque estuvo hecho por británicos de origen paquistaní de segunda generación. El frustrado intento de hace unos días de nuevo eran británicos de origen otra vez paquistaní y en este caso eran de tercera generación. Es más que evidente que algo está fallando en la asimilación, integración, de los inmigrantes en los países donde viven.

Timothy Garton Ash ha escrito ?Para cualquiera que haya confiado y creído -como yo- en que la forma británica de integrar a los ciudadanos musulmanes es más prometedora que la francesa, el último año ha sido desalentador.?? El País, 13/08/06. Ello no solo ocurre en el Reino Unido ni en Francia ya que la última noticia sobre el islamismo fundamentalista nos viene de Italia, el sábado antepasado: Asesinan en Italia a una joven paquistaní de 21 años por rechazar un matrimonio impuesto. El padre de Hina Saleem ha sido detenido junto con su cuñado en Gardone y acusado de homicidio premeditado y ocultación de cadáver.
El cuerpo de Hina Saleem fue encontrado el pasado sábado, degollado y enterrado en el jardín de la casa familiar, que se encontraba vacía y con signos de que sus ocupantes la habían abandonado de forma precipitada. La joven musulmana trabajaba en una pizzería y convivía desde hace varios meses en el centro de Brescia con su novio, un italiano de 33 años y de religión católica, que fue quien denunció a la Policía la desaparición.

Según los medios locales, todo apunta a que el padre, el cuñado y un tío de la chica decidieron «sentenciarla» por su negativa a contraer matrimonio en Pakistán con uno de sus primos, tal y como había sido concertado. También se sospecha que antes del asesinato le instaron a cambiar de opinión y regresar a su país de origen, ya que en la sala de la vivienda familiar se encontraron dos maletas vacías, pero, al igual que en ocasiones anteriores, la chica se negó.

Si alguien desea analizar la cuestión desde otra perspectiva mucho más ?artística social?? pero manteniendo el fondo de la cuestión, y en este caso sin la dramaticidad del asesinato pero sí desde el perjuicio social en ambos lados que vea ?Solo un beso?? (2004) de Ken Loach. Qasim es un joven escocés de origen musulmán. Es un buen disc jockey y apasionado de la música. Sueña con abrir un club propio con su mejor amigo, Hamid, un sueño que se toma muy en serio. Ha estudiado contabilidad, pero no quiere ejercer. Sus padres, Tariq y Sadia, emigraron al Reino Unido en los años sesenta, procedentes de Pakistán. En Glasgow, donde la familia se ha instalado, tienen una tienda de comestibles y prensa. Tariq y Sadia, musulmanes devotos, han decidido que Qasim se case con su prima Jasmine, la sobrina preferida de Sadia. La boda debe celebrarse a los pocos meses, y Tariq está haciendo una obra de ampliación de su casa para que la pareja viva allí. Qasim tiene dos hermanas: Rucksana, la mayor, conoce a un joven del agrado de sus padres, con el que llegará a comprometerse. La pequeña, Tahara, de dieciocho años, es la más directa de la familia; típica escocesa rebelde, está terminando sus estudios secundarios en un instituto católico cercano. Una de sus profesoras es Roisin, una joven que da clases de música. Cuando Qasim y Roisin se conocen, sienten una fuerte atracción y empiezan una relación en secreto. Para ellos, que él sea musulmán y ella católica no supone ningún problema, pero pronto se ve claramente que las diferencias religiosas y culturales sí lo son para otras personas, especialmente para la familia de Qasim.

Loach trata el tema con una cierta delicadeza y apunta alguno de los problemas de fondo, los únicos intolerantes no son sólo los islámicos. El sacerdote católico que debe firmar el permiso de docencia de Roisin también se lo niega porque vive en pecado con un árabe y muestra una actitud tan intolerante como la familia del joven paquistaní.

Es evidente que la inmigración plantea problemas: la interculturalidad, la multiculturalidad, la convivencia entre culturas, en una palabra, entre las personas, no es fácil; ni incluso entre los propios de la misma ?tribu??. ¿Quién no conoce crímenes horrendos entre miembros de una misma familia?

Los estudios sociales están señalando, en una gran medida, que las segundas y terceras generaciones de inmigrantes no se están integrando, no se sienten tan franceses, británicos, italianos… como sería de desear. Lo problemático de esta afirmación es que han nacido en el país de acogida y han pasado por todo el sistema educativo del país y aún así, las cifras que da Garton Ash no dejan duda y las leídas el año pasado con la hecatombe incendiaria de Francia, tampoco.
Este es uno de los serios problemas que va a tener que enfrentar en le futuro la sociedad europea y me temo que también a nivel mundial.

Ante el temor se ceden derechos y libertades por aquello de la ?paz social??.
Por ejemplo, desde el asesinato, en la permisiva Holanda de Théo Van Gogh, a manos de un fanático musulmán, ya hay barrios en Ámsterdam, que para no ofender las creencias de los mayoritarios habitantes de esos barrios, islámicos, los homosexuales no hacen ningún gesto afectivo por la calle. Mientras en otros barrios de Amsterdam los homosexuales pueden darse un beso o un abrazo. La cuestión es que en esos otros barrios, ?islámicos?? algunos holandeses no puedan ejercer plenamente sus derechos constitucionales.

Habrá quien piense que eso no es mucho problema, total, un beso, una caricia es un gesto menor y si con ello se consigue ?la paz social??, pues que no se haga. El problema no es sencillo ni simple, y como por ahora no lo tenemos, no pensemos en él.

Mo me cabe ninguna duda que es la educación la que debe ofrecer el remedio y el sistema educativo debe ser integrador para evitar y prevenir las situaciones que apuntamos.

Ya hay intelectuales que llevan tiempo dándoles vuelta a estas cuestiones. Alain Finkielkraut publicó ?La derrota del pensamiento??, 1987, afirmando que la filosofía postmoderna y su relativismo cultural no son la solución. Esa especie de angelismo social rousoniano en que han caído algunos ?progres??, calificados de izquierdas, por un sentimiento de culpa, en algunos casos postcolonial, en otros de la dictadura, creo que está haciendo mucho más mal que el bien que dice evitar con esa actitud compresiva de que hay que respetar su cultura, etc.

¡Qué hay que respetar su cultura, sin ningún género de duda! Pero en aquellos hechos que afectan directamente los derechos fundamentales, que son una conquista de la civilización en absoluto se debería ceder un átomo: ¡No a la infibulación de las mujeres! ¡No a que la mujer es inferior al hombre! ¡No a que dos homosexuales no puedan ir darse un beso en la calle si les apetece! ¡No a todo aquello que huela a merma de derechos fundamentales! No podemos seguir con este lenguaje ?ligth??, suave dulce, anodino, de querer quedar bien con todo el mundo.

Quien tenga dudas que lea ?La mancha humana?? de Philip Roth, que menciona que llamar coloreados o afroamericanos a los negros, queda bien como recurso socio poético social, pero por ello no hay un blanqueamiento de su piel ni una mejora en sus derechos. Lo que hay que quitar es la carga social a la palabra negro, o moro. Los nazis en vez de decir judío, decían cerdo. Lo que hay que hacer es que la sociedad respete los derechos y respete a las personas y el lenguaje adquiera su auténtica dimensión. No a que las muertes de niños inocentes sean definidos como ?efectos colaterales no deseados??, guste o no esas muertes son muertes infames y en ocasiones tienen visos de asesinato, guste o no. Lo demás son zarandajas. Y un cerdo nunca es un judío, por más que se empecinen los nazis. Hay que recuperar la dignidad y la claridad en el lenguaje. Ya lo señaló Octavio Paz. ?Cuando una sociedad se corrompe, lo primero que se gangrena es el lenguaje??.

Y sobre todo que la educación sea de otra forma y manera es lo que demanda la sociedad del conocimiento.