Este domingo, la iglesia de San Carlos Borromeo volverá a llenarse hasta que «no quede espacio físico» a la hora de misa. Sucede así desde que a principios de mes, el Arzobispado comunicó su decisión de clausurar el templo.
A principios de abril, el Arzobispado de Madrid anunciaba el cierre inminente de San Carlos Borromeo como parroquia para ser transformada en un centro de Cáritas. El motivo aparente, la falta de observancia de los ritos litúrgicos, por parte de los curas ‘rojos’, que celebran la Eucaristía en vaqueros y ofrecen bollos en lugar de ostias consagradas para tomar la comunión. Pero en opinión del párroco, Javier Baeza, son otras las causas, y más profundas, las que les compelen a dejar una labor que los curas de San Carlos Borromeo llevan décadas desempeñando en uno de los barrios más marginales de la capital.
«La Iglesia tiene miedo. Lo entiendo. Yo lo he tenido», dice Javier Baeza. Miedo a entender el Evangelio como él, Pepe y Enrique, los tres curas de la parroquia de Entrevías que están en el punto de mira del Arzobispado de Madrid por sus prácticas poco ortodoxas a la hora de ejercer su Ministerio.
Javier Baeza perdió el miedo al que hace referencia hace cuatro años, cuando se convirtió en el párroco de la Iglesia. Ya llevaba otros 20 vinculado a la obra social de San Carlos Borromeo, una labor pareja al nacimiento de la polémica con la jerarquía eclesiástica. «153 curas han pedido al Arzobispado la suspensión de los curas de esta parroquia -cuenta Javier-. Nosotros nunca hemos pedido el cierre de ninguna parroquia».
Baeza cree que «oficiar en vaqueros y dar bollos en la comunión», los motivos que esgrime el Arzobispado de Madrid para clausurar San Carlos Borromeo, esconden causas más profundas. «Desde el poder no se puede ver la pobreza», añade. «Si el problema es que celebremos la eucaristía en vaqueros, estamos dispuestos a ponernos la sotana. Pero creemos que lo que realmente sucede es que hay divergencia entre nuestra manera de entender el Evangelio y la de la jerarquía de la Iglesia».
Una manera de entender el Evangelio cercana a la Teología de la Liberación, un movimiento que no goza de las simpatías en El Vaticano. «Ahí tenemos la reciente condena a Jon Sobrino»- el jesuita vasco, principal teólogo de la liberación, sancionado por Roma- , dice Baeza. Una manera de entender el catolicismo desde la justicia social, que cuenta con numerosos apoyos dentro del seno de la Iglesia.
«No somos transgresores»
Desde que se supo que la parroquia como tal podría tener los dias contados, en San Carlos Borromeo han recibido más de 2.500 correos electrónicos, las misas de los domingos se convierten en actos multitudinarios, -«el pasado domingo no había espacio físico para celebrar», afirma Baeza-, y las muestras de apoyo llegan desde el mundo del espectáculo, los medios de comunicación o de sitios tan dispares como una delegación de Hacienda en Alicante.
Aún así, el párroco Javier Baeza rechaza la idea de que son «curas transgresores», y afirma que, simplemente, se limitan a poner el Evangelio al alcance de los «preferidos de Dios: los pobres».
Durante las últimas tres décadas, la labor social de la parroquia ha contribuído a cambiar el horizonte marginal del barrio de Entrevías. «En los años 80, luchamos contra la droga. Luego vinieron los 90, y la guadaña del Sida se llevó por delante a los jóvenes. Y ahora, menores inmigrantes, malos tratos. Si oficiamos en vaqueros, es para que muchos de los que vienen a misa, y han pasado por la cárcel o han sido juzgados, no tengan la sensación otra vez de que hay separación. En la Iglesia, cabemos todos», dice el párroco con firmeza.
Entramado social
Durante todo este tiempo, han nacido al abrigo de la parroquia cinco asociaciones, entre ellas Madres contra la droga o Traperos de Emaús, para dar salida a los excluídos que tienen en los curas su único apoyo. En la actualidad, 40 «chavales», como les llama Javier, viven con alguno de los sacerdotes. Los problemas: droga, prisión, inmigración, violencia doméstica…y así un largo etcétera.
El rostro humano de la actividad que llevan a cabo en la parroquia se llama Puri. A sus espaldas, 25 años de exclusión. «Si ahora sé comer, hablar y comportarme, es gracias a la parroquia», afirma. «Enrique siempre me dice: lo tuyo no es nada comparado con los niños que vienen a España en los bajos de un camión. Yo soy una privilegiada. Y en San Carlos Borromeo me lo han dado todo».
En Entrevías, la mayoría de los vecinos apoya, pero sobre todo valora, la labor social de la iglesia. Rodrigo hizo la comunión en San Carlos Borromeo «la última vez que pisé una iglesia», bromea. «Muchos de mis amigos han muerto por culpa de la droga. Sólo dos consiguieron salir, están limpios desde hace diez años. Gracias al cura Enrique Castro».
Sin embargo, no falta quien critica la actividad de la «parroquia roja». Tina, una vecina del barrio, asegura que «en la parroquia llevan 20 años sin celebrar misas, ni se imparten clases de catequesis a los niños. Sólamente se dedican a acoger inmigrantes y yonquis». A su lado, otra mujer asiente. «Nos habíamos quitado la imagen de barrio marginal cuando acabamos con los «pies negros», y por culpa de la parroquia volvemos a salir en los medios como un mal barrio, ligado a la droga, la prostitución y la delincuencia».
Misas multitudinarias
En San Carlos Borromeo continúan con su actividad normal, mientras esperan la resolución del Arzobispado, y una visita de Rouco Varela «al que hemos invitado hace tres semanas, pero ni siquiera ha contestado. Este domingo vendrá a la parroquia vecina, San Francisco de Paula».
El domingo, los curas rojos volverán a celebrar misa en vaqueros y a ofrecer la comunión a los feligreses, «también a los divorciados», que acudirán previsiblemente en masa a la parroquia. Junto al altar, al lado de una imagen de la crucifixión, los niños han dibujado una iglesia pintada de rojo bajo el lema «¿Iglesia Roja?», que se transforma en «y azul», «y amarilla», «y verde» «y parda», y así sucesivamente.
Es su manera de explicar que en San Carlos Borromeo todos los colores tienen cabida, y todos son bien recibidos. Al lado del campanario, un cartel anuncia el restaurante chino de uno de los miembros de la comunidad, budista, que cuando ha necesitado ayuda ha recurrido a la iglesia roja.
La Web de la parroquia es www.sancarlosborromeo.org