En un nuevo gesto destinado a subsanar los pecados cometidos durante el régimen nazi, la Iglesia católica dio a conocer ayer el resultado de una larga y extensa investigación destinada a esclarecer uno de los capítulos más oscuros de la institución religiosa: el uso de los llamados trabajadores esclavos. El estudio titulado ‘Trabajos forzosos y la Iglesia católica 1939-1945’, de 700 páginas, concluye que más de 6.000 personas fueron obligadas a trabajar para la iglesia en esa dura época.
La investigación dirigida por el historiador Kart Joseph Hummel durante los últimos siete años fue ordenada por la jerarquía católica a mediados del año 2000 y el trabajo recoge la documentación e informes de 27 obispados del país sobre los trabajadores esclavos. Según el estudio, 4.829 civiles y 1.075 prisioneros de guerra, provenientes de Polonia, Ucrania y la ex Unión Soviética «trabajaron» en un total de 776 instalaciones de la Iglesia. Más de 6000 personas fueron obligadas a trabajar por orden de los distintos responsables eclesiásticos
«El estudio documenta científicamente un capitulo olvidado de la iglesia y recuerda el destino y el sufrimiento de los hombres, mujeres, jóvenes y niños deportados de toda Europa del Este para trabajar forzosamente en Alemania», señaló el ex presidente de la Conferencia Episcopal, cardenal Kart Lehman, al presentar el estudio en Maguncia. La Iglesia católica quedó confrontada a su pasado durante el régimen nazi a finales de 1999 cuando el gobierno alemán, dirigido entonces por el canciller Gerhard Schröder y representantes de la industria germana aprobaron poner en marcha la Fundación ‘Recuerdo, Responsabilidad y Futuro’, dotada con un fondo de 5.000 millones de euros, que tendría el titánico trabajo de indemnizar a los «esclavos» del régimen nazi.
Gesto de humildad
Cuando Berlín anunció la puesta en marcha de la Fundación, en diciembre de 1999, el entonces presidente alemán, Johannes Rau, en un gesto de humildad, pidió «perdón», en nombre del pueblo alemán, a todas las personas que fueron obligadas a trabajar como esclavos durante la dictadura. «Esta es una pequeña contribución para poder enmendar uno de los peores abusos de los derechos humanos cometidos. Esta contribución llega al fin de un siglo sangriento en el que Alemania provocó muchas desgracias a la población de Europa», añadió por su parte el canciller Schröder. Poco después de la creación de la Fundación, que logró indemnizar a unas 320.000 personas, la Iglesia protestante donó la suma de 10 millones de marcos (unos 5 millones de euros) al Fondo, pero la Iglesia católica, tras anunciar la decisión de donar la misma suma, se negó a participar en el Fondo y anunció que las indemnizaciones serían entregadas por la propia institución. Pero la jerarquía católica decidió ordenar una amplia investigación para determinar su margen de responsabilidad en uno de los capítulos más oscuros de su historia.
En Agosto del año 2000, el cardenal Lehman menciono la cifra de 7.000 personas, que habrían sido forzadas a trabajar para la iglesia, «una cifra -dijo- que demuestra que la Iglesia no utilizó masivamente esa fuerza laboral». Este martes, el cardenal Lehman señaló que en los primeros cuatro años de búsqueda, la Iglesia había localizado a 587 personas en el extranjero a las que se indemnizó con 1,5 millones de euros, Otros 2,71 millones de euros fueron destinados para financiar proyectos de ayuda en los países de origen de los trabajadores esclavos.«La documentación no es un balance final, sino más bien un importante pilar en el camino de la labor de reconciliación futura para los cristianos en Europa y en Alemania», dijo el cardenal Lehman.
Una fracción
En todo caso, Karl Lehmann, máximo prelado de la Iglesia Católica alemana hasta mediados de febrero y cardenal de Mainz, quiso dejar claro durante la presentación del informe que el número de trabajadores forzados a cargo de la Iglesia fue sólo una fracción de los alrededor de 13 millones de personas que los nazis obligaron a que trabajaran para su régimen, y sus condiciones no eran tan malas ya que no se empleó, como en otros casos, el programa de «aniquilación a través del trabajo». «No se debería ocultar que la Iglesia Católica estuvo ciega durante demasiado tiempo ante la suerte y el sufrimiento de hombres, mujeres y niños de toda Europa que fueron trasladados a Alemania como trabajadores forzados», subrayó Lehman.