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La familia de Jesús -- Miguel Angel Mesa Bouzas

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Era tanta la gente que se iba acercando a escuchar la palabra del palestino que predicaba la igualdad entre hombres y mujeres, la irrupción del reinado de Dios para los desposeídos, los marginados por ser mujer, homosexual, enfermo de sida, inmigrante o agnóstico, que no le dejaban ni comer a gusto con el grupo de amigos y amigas que le acompañaban por los caminos que recorrían juntos y que le sorprendían más cada día.

Los miembros y letrados del Partido Popular Sacerdotal decían que sus palabras iban contra la esencia de la religión, que era un endemoniado, un heterodoxo y que escandalizaba a la gente sencilla con sus teorías sobre la libertad, la bondad de un Dios que es un Padre bueno para todos y todas, que gritaba que quienes importaban de verdad era la gente humilde y no los poderosos ni los sacerdotes.

Que lo importante es ser como aquel buen chaval que se enfrentó a los racistas que estaban apaleando a un inmigrante marroquí, le taponó la hemorragia y le llevó en su propio coche hasta el hospital más próximo.

“Y todo aquél que con sus palabras y obras esté creando un ambiente hostil contra estos inmigrantes a los que antes hemos despojado de sus materias primas en sus propios países y se juegan la vida por intentar se dignos dueños de su futuro y compartir con sus familias, más les valdría vivir unos meses entre el dolor de los congoleños en guerra para que cambiaran de forma de pensar. La mentira y el rechazo hacia los más débiles y empobrecidos es el auténtico pecado contra el Espíritu de la Verdad”.

Mientras decía estas palabras, una de sus amigas le dijo desde la puerta que preguntaban por él su madre y sus hermanos.
Y de nuevo los nacionalistas y tradicionalistas del Partido Popular Sacerdotal le preguntaron:

“A propósito, tu familia, es decir, tu madre, tu padre y tus hermanos (como Dios manda) están escandalizados, como cualquier persona de bien y religiosa, con tus afirmaciones de que se pueden casar hombres con hombres y mujeres con mujeres, adoptar hijos, sin que te cause ningún rubor proclamar esas herejías en contra de la Palabra de Dios. ¿Qué tienes qué decir ante esas acusaciones? ¡Y te creerás que eres un buen hijo de Dios creyendo semejantes barbaridades, que van dirigidas contra Dios y contra la moral natural!”.

Y él, sonriendo con tristeza, bajó los ojos, calló durante unos segundos interminables, y al fin, mirándoles de frente, les dijo con autoridad y firmeza:

“Sólo deseáis el poder económico, el poder político y el poder religioso; os aliáis los unos con los otros para impedir que el mundo como lo quiere de Dios llegue a la tierra. Pero como esta empresa es suya, no la podréis detener vosotros con toda vuestra indignación cínica y perversa. No habéis conocido a Dios ni por el forro. No sabéis nada del amor de Dios, de cómo cuida, cómo perdona, cómo protege, cómo escucha, cómo se compadece, cómo ama.

Sí, esas afirmaciones las he dicho yo y las mantengo en nombre de mi buen Padre y Madre Dios. Porque él conoce el cariño que se tienen Juan y Ernesto. Sabe por lo que han tenido que pasar, mintiendo tantos años ante sus familias patriarcales, el amor prohibido, impedido, oculto. Ahora son felices con nosotros y nosotras y ayer mismo se prometieron fidelidad y amor en una ceremonia que tuvimos en la comunidad.

Sabe del infierno que soportó María, mirando de soslayo a las mujeres, amando sin ser correspondida, hasta que llegó Asunción, separada con una niña. Yo nunca he visto miradas tan tiernas, gestos más cariñosos, besos tan dulces como los que se dan. No hay entre ellas mayor ni menor, comparten todas las tareas y la educación de su hija. Son un verdadero matrimonio bendecido por mi buen Padre y Madre Dios.

Tienen un amor mucho más puro que el de la mayoría de los matrimonios tradicionales que he visto en mis largos años de andanzas por pueblos y ciudades.

Todos conocemos el cariño inmenso que tiene Pedro hacia su pequeño Ignacio. Desde que se separó no ha parado de ir a los médicos por las constantes bronquitis del niño. Le vemos aclarando las dudas de los deberes todas las tardes. Jugando con él hasta caer extenuado y feliz. Un padre solo con su hijo, buscando la felicidad cada día para él y su retoño. Entre nosotros ha alcanzado un rayo de esperanza y sosiego.

Y así podría contaros muchos casos más que hay entre nosotros. No hay un solo tipo de familia, ya lo veis. Y las parejas que desean casarse en la comunidad son llamadas con toda naturalidad matrimonio, porque lo son. Y Dios los bendice cada día reflejando el sol en sus vidas.

Os diré que mi madre fue madre soltera, mi padre se casó posteriormente con ella y el resto de mis hermanos vinieron después. Y aunque no reniego de ellos y les quiero, a quienes yo he elegido de verdad son a estos hombres y mujeres que me acompañan y que, con el regalo diario de su amistad, me convierten en el hombre más feliz del mundo.

Amando como se aman, y amándonos ente todos cumplimos la voluntad del buen Dios, que consiste en ser felices, repartir alegría y felicidad y estar cerca de los desposeídos de bienes y ternura, intentando construir cada día ese otro mundo más humano que anhela Dios.

Ellos y ellas son mi verdadera familia: mi madre, mi padre, mi hermano y mi hermana. Y si mi Padre les ha unido en su amor, vosotros no sois nadie para intentar suplantar a Dios”.

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