LA ESPIRITUALIDAD DE JES?S (II). José Antonio Pagola

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Seguimos con la segunda entrega de la ponencia de Pagola. Como escribe alguno, que dice que tiene un libro, dos notas:
1º.- me imagino que en 20 años no habra cambiado tanto la espiritualidad de Jesús. Si él ya la tiene y la leído, pues muy bien, nos da la bibliografía y enriquecemos la contribución.
2º para los que no tenemos el libro, tal vez nos benga bien este pequeño resumen.
Un abrazo.
Tabira

2. Experimentar a Dios como Padre

Las fuentes cristianas coinciden en afirmar que la actividad profética de Jesús comenzó a partir de una intensa experiencia de Dios. Con ocasión de su bautismo en el Jordán, Jesús tiene una vivencia que trasforma decisivamente su vida. No se queda por mucho tiempo junto al Bautista. Tampoco se vuelve a su trabajo de artesano en la aldea de Nazaret. Movido por un impulso interior incontenible, comienza a recorrer los caminos de Galilea anunciando a todos la llegada del «reino de Dios». ¿Quién es este Dios que se adueña de Jesús y lo pone totalmente al servicio de su proyecto del reino?

En el relato más antiguo leemos así: «En cuanto salió del agua, vio que los cielos se rasgaban y que el Espíritu descendía sobre él como una paloma. Y se oyó una voz que venía del cielo: ?Tú eres mi Hijo amado, en ti me complazco??» . Nada puede expresar mejor lo vivido por Jesús que esas palabras insondables: «Tú eres mi hijo querido». Todo es diferente a lo vivido por Moisés en el monte Horeb, cuando se acerca tembloroso a la zarza ardiendo. Dios no dice a Jesús: «Yo soy el que soy», sino «Tú eres mi hijo». No se muestra como Misterio inefable, sino como un Padre cercano. «Tú eres mío, eres mi hijo. Tu ser entero está brotando de mí. Yo soy tu Padre». El relato subraya el carácter gozoso y entrañable de esta revelación: «Eres mi hijo querido, en ti me complazco. Te quiero entrañablemente. Me llena de gozo que seas mi hijo. Me siento feliz».

Jesús responderá con una sola palabra: «Abbá». En adelante, no lo llamará con otro nombre cuando se comunique con él. A Jesús le sale de dentro llamarle a Dios «Padre». Sin duda, lo más original es que, al dirigirse a Dios, lo invoca con esa expresión desacostumbrada: «Abbá». Una expresión que, dentro de las familias judías evocaba el cariño, la intimidad y la confianza del niño pequeño con su padre . Jesús le vive a Dios como alguien tan cercano, bueno y entrañable que, al dialogar con él, le viene espontáneamente a los labios esta palabra: «Abbá, Padre querido». No encuentra una expresión más honda. Esta costumbre de Jesús provocó tal impacto que todavía años más tarde, en las comunidades de habla griega, dejaban sin traducir el termino «Abbá» en arameo, como eco de la experiencia personal vivida por Jesús .

Esta costumbre de Jesús arroja una luz muy grande sobre su espiritualidad, pues nos descubre sus dos actitudes fundamentales ante Dios: confianza total y disponibilidad incondicional. La vida entera de Jesús transpira esta confianza. Jesús vive abandonándose a Dios. Todo lo hace animado por esa actitud genuina, pura, espontánea de confianza en su Padre. Busca su voluntad sin recelos, cálculos ni estrategias. No se apoya en la religión del templo ni en la doctrina de los maestros; su fuerza y seguridad no provienen de las escrituras ni de las tradiciones de Israel. Nacen de su Padre. Esta confianza hace de él un profeta libre de tradiciones, costumbres o modelos rígidos de actuación. Su fidelidad al Padre le hace vivir de manera creativa, innovadora y audaz. Su fe en Dios es absoluta. Por eso le apena tanto la «fe pequeña» de sus seguidores.

Esta confianza genera en Jesús una docilidad incondicional ante su Padre. Sólo busca cumplir su voluntad. Es lo primero para él. Y esa voluntad de Dios no es ningún misterio: es una vida más digna y dichosa para todos, empezando por los últimos. Nada ni nadie le apartará de ese camino. Como hijo bueno, busca ser la alegría de su Padre; como hijo fiel, vive identificándose con él e imitando siempre su modo de actuar. ?sta es la motivación secreta que lo alienta siempre, incluso en el momento terrible de aceptar su crucifixión.

La espiritualidad de Jesús está alimentada, sostenida y animada por la experiencia de Dios Padre. Esta experiencia marca toda su vida al servicio del reino de Dios. Jesús vive plenamente para el reino desde una actitud de confianza total en Dios y de disponibilidad incondicional. Una espiritualidad donde falten estos dos rasgos básicos no es todavía la espiritualidad de Jesús.