Que agosto es mala época para hacer proclamaciones -porque suelen caer en saco roto- se demostró ayer en el Congreso de la Asociación de Teólogos Juan XXIII, que reúne hasta el domingo en Madrid a un millar de personas para hablar sobre Cristianismo y bioética. Su primer orador, José María Castillo, inició su discurso apelando a «una tarea que es más necesaria que nunca en la Iglesia: la de pensar y hablar desde la libertad». Para ello citó las sonadas declaraciones de Benedicto XVI difundidas por Radio Vaticano el pasado 13 de agosto: «El catolicismo no es un cúmulo de prohibiciones, sino una opción positiva.
Es muy importante que esto se vea nuevamente. Se debería corregir la imagen según la cual sembramos en torno a nosotros rígidos No. La Iglesia está considerada muchas veces como una voz que amonesta o que frena», dijo el Papa ese día.
«Dos censores»
Los congresistas de la Asociación Juan XXIII, convocados cada septiembre desde hace 26 años para esa tarea de pensar libre, notaron pronto un tono de desencanto en la lectura que Castillo hizo de esas promesas del papa que durante el largo pontificado de Juan Pablo II presidió la Congregación para la Doctrina de la Fe (la antigua Inquisición). Es que el último libro de Castillo acaba de ser prohibido por la Conferencia Episcopal Española cuando estaba a punto de publicarse, avalado por una editorial de los jesuitas. Se iba a titular Espiritualidad para insatisfechos.
«Dos censores anónimos han dictado sentencia negativa cuando yo menos me lo podía imaginar. Los rígidos No de los que se queja el Papa funcionan bien en la Iglesia española», se lamentó Castillo (Puebla de Don Fadrique, Granada, 1929). Es
autor de ¿Hacia dónde va el clero? y La alternativa cristiana, entre otros muchos libros, y ha enseñado teología en las universidades Pontificia Gregoriana de Roma y de Comillas (Madrid).
