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Vivimos en un mundo injusto y desigual
El objetivo de estos tres artículos es doble: a) poner en valor la compasión, uno
de los grandes valores ausente en los diferentes ámbitos del saber y del quehacer
humano, considerado estéril e innecesario y calificado, incluso, de manifestación de la
debilidad e impotencia de la persona que lo practica; b) practicarla en todas las esferas
de la vida, individual y colectiva, personal y comunitaria, pública y privada, política y
económica, cultural y religiosa, y muy especialmente ahora con la pandemia del
coronavirus, que es previsible se alargue durante meses y tendrá gravísimas
consecuencias en todos los órdenes de la vida humana y de la naturaleza
Empiezo por una primera constatación: vivimos en un mundo donde impera la
injusticia estructural, avanza a pasos agigantados la desigualdad y hay una pérdida de la
compasión.
Los progresos tecnológicos no se corresponden con el progreso en los
valores morales de solidaridad, fraternidad-sororidad, justicia, igualdad y libertad, como
tampoco el crecimiento económico con la eliminación de la pobreza. Todo lo contrario:
a mayor progreso tecnológico y crecimiento económico, menor solidaridad y
compasión, justicia e igualdad.
Las desigualdades se refuerzan a través de las diferentes y cada vez más
profundas brechas que se producen hoy, entre las que cabe citar:
– la brecha económico-social entre ricos y pobres, que desemboca en aporofobia
(odio y rechazo a las personas pobres)
– la patriarcal entre hombres y mujeres, que desemboca en feminicidio;
– la colonial entre las superpotencias y la pervivencia del colonialismo, que
desemboca en el mantenimiento de la colonialidad;
– la ecológica, provocada por el modelo de desarrollo científico-técnico
depredador de la naturaleza, que convierte a esta en mercancía y desemboca en
ecocidio;
– la racista entre personas nativas y extranjeras, que desemboca en xenofobia;
– la afectivo-sexual entre heterosexualidad y LGTBIQ, que desemboca en el
discurso del odio a las identidades afectivo-sexuales que no responden al patrón de la
heternormatividad y a la binariedad sexual: LGTBIfobia;
– la intelectual entre conocimientos científicos y saberes originarios, que da lugar
a la injusticia cognitiva, que desemboca en epistemicidio;
– la global entre el Norte y el Sur, que desemboca en surcidio;
– la religiosa entre personas creyentes y no creyentes, entre sistemas de creencias
hegemónicos y contra-hegemónicos, entre religiones ricas y religiones pobres;
– la digital entre quienes tenemos acceso a internet y quienes se ven privados de
dicho acceso, etc.
Situaciones dramáticas que exigen activar la compasión
Especialmente dramáticas son dos situaciones de desigualdad e injusticia
ecológica que estamos viviendo con severidad durante las últimas décadas y una tercera,
que estamos viviendo con especial crudeza estos días: el covid19.
Una es la crisis ecológica, que constituye el principal desafío de la humanidad,
con especial agravamiento en la Amazonía en llamas, con focos de incendio que se
triplicaron en agosto de este año en comparación con el mismo mes de 2018 y el
aumento del 278 % en las alertas de salvaje deforestación. La selva amazónica, que es el
pulmón de la humanidad se ha convertido en espacio de sobreexplotación, agro-
negocio, agro-tóxicos y entrega de riquezas naturales a las empresas multinacionales.
Esta situación es objeto de preocupación, e incluso de indignación, del Papa
Francisco, que defiende el cuidado de la casa común como tarea de todos los seres
humanos en su encíclica Laudato Si?, inspirada en el Cántico de las criaturas, de
Francisco de Asís, que llama a la tierra ?madre y hermana nuestra??, que nos acoge entre
sus manos, nos gobierna y produce frutos con coloridas flores y hierba (n. 1).
En ella presenta a San Francisco de Asís como ejemplo de la ?ecología integral,
patrono de los ecologistas, cristianos o no, modelo de atención a la creación y a los
pobres, místico y peregrino que vivió en armonía con Dios, el prójimo, la naturaleza y
consigo mismo. Así demostró que la preocupación por la naturaleza, la justicia con los
pobres, el compromiso con la sociedad y la paz interior son inseparables (n. 10).
Como respuesta a la situación dramática en que se encuentra la Amazonía, el
Papa Francisco ha convocado el Sínodo sobre ?La Amazonía, nuevos caminos para la
Iglesia y para una ecología integral??, definido como el nuevo Pentecostés para la Iglesia
amazónica, las iglesias locales y la Iglesia universal. Reconoce que ?el futuro de la
Humanidad y de la Tierra está vinculado al futuro de la Amazonía; por primera vez se
manifiesta con tanta claridad que desafíos, conflictos y oportunidades emergentes en un
territorio, son la experiencia dramática del momento que atraviesa la supervivencia del
planeta Tierra y la convivencia de toda la humanidad??.
La segunda situación dramática es la de millones de personas que llegan a las
fronteras de los países más favorecidos huyendo de la guerra, la miseria y los regímenes
dictatoriales, ponen en riesgo sus vida hasta perderlas, como las 30000 personas
personas muertas en el Mediterráneo en la última década, y cuando, llegan a la frontera,
son rechazadas por las autoridades políticas preferentemente de Europa y Estados
Unidos e incluso muertas, incumpliendo y transgrediendo los derechos de asilo, refugio
y hospitalidad, reconocidos en la Declaración Universal de la ONU de 1948.
Tenemos grabadas en la memoria las imágenes de las marchas de miles personas
procedentes de países centroamericanos hacia los Estados Unidos, a quienes no se les
permite entrar, peor aún, separan a los niños y las niñas de sus padres y madres.
Igualmente pudimos ver en vivo y en directo la falta de solidaridad de la ?bárbara
Europa?? con las personas migrantes del Open Arms.
La tercera situación dramática es la pandemia del coronavirus, que se está
extendiendo por todos los países, regiones y continentes sin distinción, mantiene
confinada, a día de hoy, a una tercera parte de la humanidad, ha contaminado ya a casi
millón y medio de personas en todo el mundo y ha provocado, hasta el momento ?la
muerte de cerca de cien mil personas. En España hemos superado los ciento cincuenta
mil personas contagiadas y los cerca de dieciséis mil muertas. Pero no podemos
quedarnos en las cifras frías, detrás de ellas hay vidas humanas perdidas en total soledad
y sin consuelo y familias destruidas que sufren tan irreparables pérdidas sin ni siquiera
posibilidad de una despedida en compañía.
El covid19 no afecta a todas las personas y grupos sociales por igual y con la
misma intensidad. Es mucho más agresiva con aquellos grupos humanos y las clases
sociales que tienen una especial vulnerabilidad, como afirma el científico social
portugués Boaventura de Sousa Sousa Santos, entre los que cabe citar los siguientes: las
mujeres, las personas trabajadoras precarias e informales, los trabajadores de la calle,
las personas sin techo, las que habitan en las periferias empobrecidas de las ciudades, la
gente anciana, la que se encuentra confinada en los campos de refugiados y refugiadas,
las personas inmigrantes sin papeles, las poblaciones desplazadas internamente, las
encarceladas, las discapacitadas, las comunidades minoritarias, en definitiva las que, en
palabra de Boaventura, están ?Al Sur de la cuarentena??.
Estas y otras situaciones dramáticas son razones más que suficientes para
cambiar nuestro estilo de vida insolidario y activar la compasión como principio eco-
humano fundamental, actitud ética y práctica liberadora cotidiana en nuestro mundo
desigual e injusto.
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Juan José Tamayo es Director de la Cátedra de Teología y Ciencias de las Religiones ?Ignacio
Ellacuría??, de la Universidad Carlos III de Madrid. Sus últimos libros son:
Teologías del Sur. El giro descolonizador (Trotta, 2020, 2 ed.); De la iglesia colonial
al cristianismo liberador en América Latina (Tirant lo Blanc, 2019); ¿Ha muerto la
utopía? ¿Triunfan las distopías? (Biblioteca Nueva, 2020, 3ª ed.); Hermano islam
(Trotta, 2019)