La gran expectación suscitada por la charla de este defensor de los sin techo, de los que no tienen nada, ha provocado que el salón de actos de Arrupe Etxea se haya quedado pequeño para acoger a los asistentes y por eso se celebrará en la Iglesia de la Residencia de jesuitas en la alameda de Urquijo de Bilbao. Jon Sobrino, la oveja descarriada
DEIA: Podría ser ‘el cura rojo’ o quizá ‘el salvador’, recogiendo el testigo del país que le acoge desde hace 40 años, pero este misionero, bregado en ayudar con mayúsculas y quitarle a la vida el papel de regalo, visita Bilbao donde ofrece hoy una charla.
Concha Lago:
Atlético, bien de salud en su condición de diabético -«yo afortunadamente puedo pincharme insulina», explica-, el padre Jon Sobrino es, a sus casi 69 años, ante todo un valiente. Hilvana un discurso tremendamente lúcido y políticamente incorrecto que se desgañita para que no se pueda acallar la conciencia del pueblo que grita y se desgarra contra la pobreza. En pleno centro de Bilbao, ajeno al ajetreo laboral y al trajín comercial, Sobrino ayuda a su interlocutor a quitarse la venda de los ojos y reclama que para humanizarse hay que dejar de mirarse al ombligo. Y sobre todo se rebela y revela aquellas situaciones que «claman al cielo» como la miseria de Latinoamérica y África.
Hablar como Sobrino lo hace, sin ambages, con la espiritualidad de su antiimperialismo, llamando al pan pan y al vino vino, irrita a muchos, lo que le ha valido todas las condenas del conservadurismo religioso. Pero él pretende vivir «sin avergonzarse mucho del planeta» y dice a quien le quiera oír que «vivimos en una sociedad enferma». «Vivimos en la cultura del capital en la que la acumulación es el motor de la historia». «A eso hay que oponer una civilización de la austeridad en la que el trabajo sea el motor y la solidaridad su sentido», expresa con convicción.
Blindado ante las críticas, parapetado ante los que le intentan silenciar; el jesuita vasco no tira la toalla y clama en el desierto, reivindicando que los pobres también existen. ¿Cómo permitimos que cincuenta millones de seres humanos se mueran de hambre al año sabiendo que hay recursos de sobra?
teología de la liberación Símbolo en la teología latinoamericana, Sobrino tampoco tiene necesidad de seguir viviendo de los réditos de la Teología de la Liberación. Por eso cree que, mientras algunos dicen que la teología de la liberación «ha desaparecido» y otros manifiestan que «sigue viva», el «destino de las cosas no depende de las palabras sino de la realidad». «Mucho antes de la Teología de la Liberación, hubo una palabra en el ?xodo cuando se dice que Dios dijo: ‘He visto a un pueblo oprimido, heescuchado los clamores que les arrancan» y, entonces, Dios sigue y usa una palabrita: y he bajado a liberarlos». «El problema no es la Teología de la Liberación, porque mucho antes de que hubiese Teología de la Liberación, Jesús de Nazaret se lió la manta a la cabeza con las bienaventuranzas y con Mateo 25».
En este contexto, indicó que «la palabra libre no tiene que ver con el V Conferencia de Obispos latinoamericanos celebrada en Aparecida (Brasil) sino con Medellín «donde tuvo lugar un encuentro anterior, o con Roma».
A modo de Quijote de los desheredados, el teólogo se refiere a la apuesta por los pobres marcada en la Conferencia de Aparecida, recordando que en la reunión de Medellín en 1968 se comenzó a hablar de «tener una disposición especial hacia esa gente que no tiene» y que, en este encuentro, se constató que existía «una miseria producto de una injusticia generalizada que clama al cielo».
El fantasma de ellacuría Sobrino -de visita familiar estas semanas en la capital vizcaina- pronunciará hoy a las siete y media de la tarde una conferencia denominada Fuera de los pobres, no hay salvación. La gran expectación suscitada por la charla de este defensor de los sin techo, de los que no tienen nada, ha provocado que el salón de actos de Arrupe Etxea se haya quedado pequeño para acoger a los asistentes y por eso se celebrará en la Iglesia de la Residencia de jesuitas en la alameda de Urquijo de Bilbao.
Sobrino recordará la figura de Ignacio de Ellacuría, su mentor, en varios aspectos «olvidados». En este sentido, apuntó que Ellacuría advirtió de la existencia de «pueblos crucificados», con situaciones como el hecho de que «un niño muera cada tres segundos por hambre o enfermedades» por falta de «voluntad humana», ya que al «mundo de la abundancia no le da la gana dar de comer a los pobres».
Asimismo, destacó que «de esos pobres», además de la exigencia de «bajarlos de la cruz», procede «una oportunidad para que seamos humanos». De esta manera, señaló que el «egoísmo estructural y petrificado del mundo que vivimos» se romperá a través del «mundo de los de abajo».
Sobrino quiso ayer también aclarar que continúa ejerciendo su labor en la Universidad Central de Salvador (UCA), la misma en que en 1989 fue asesinado por un grupo de militares el también jesuita vasco Ignacio Ellacuría junto a otras cinco personas. Desmiente así rotundamente que se le haya prohibido enseñar teología.
Este vasco universal no es ajeno a las cosas de Dios pero tampoco a las de la tierra. Por ello, preguntado por su opinión sobre la actual situación de amenaza de ETA de retornar a los atentados terroristas, Sobrino manifestó que «aunque los contextos de violencia en el País Vasco y los que yo viví en El Salvador son distintos, en cualquier caso lo que hay que hacer es invertir en humanización y en utopías: en pedir perdón y recibir perdón, dejarse perdonar».