Quizás una de las narraciones más bellas e inspiradoras que contienen los evangelios es aquella que nos cuenta como Jesús tuvo compasión de la multitud que lo seguía al desierto para escuchar sus predicaciones y que estaba hambreada y sedienta, y conmovido por esta situación ordenó repartir los pocos panes y peces que los apóstoles guardaban para satisfacer sus propias necesidades. Para asombro de los discípulos esos pocos panes y peces se multiplicaron y no solo sirvieron para saciar a todos los cientos de personas que acompañaban al Maestro iluminado, sino que se recogieron muchas cestas con sobrantes de los alimentos repartidos.
Si Jesús viniera hoy a nuestro planeta sometido a la globalización mañosa del capitalismo neoliberal y se enfrentara a una situación parecida, los apóstoles seguramente se opondrían a la entrega generosa de los panes y peces a la gente.
Le dirían al Maestro que las entregas se tienen que hacer cumpliendo rigurosos criterios de evaluación y planificación. ?De lo contrario, Señor, fracasaríamos con nuestra donación??.
Consecuentes con eso los apóstoles ordenarían un estudio a algunos expertos sobre la situación de la pobreza y la exclusión sociales que padecen los seguidores de Jesús y al mismo tiempo le exigirían a la gente hambrienta que les presentaran una propuesta por escrito diciendo que tipo de organización tienen, si esa organización tiene personería jurídica y experiencia comprobada, cuánto dinero les ingresa, de dónde les ingresa, cómo lo gastan.
A todo esto tendrían que agregarle un informe pormenorizado de cuánto pan y cuántos peces realmente se necesitarían para saciar su hambre; cuántas mujeres, cuántos varones, cuántos niñ@s se beneficiarían con la donación y no contentos con eso reclamarían saber qué harían con la organización creada después de haber recibido los panes y los peces. Si, por ejemplo, esa organización se dedicaría a pescar y a amasar pan para dejar de importunar al Señor con sus reclamos permanentes de comida.
Si todo marcha bien tras una concienzuda evaluación los apóstoles aceptarían dar algunos de los panes y los peces solicitados, pero a cambio los beneficiados tendrían que entregar un listado minucioso de todas las propiedades que pudieran tener entre los bolsillos, listado que sería confrontado por un técnico especializado en esos inventarios. El técnico reclamaría de cada beneficiario una hoja de vida lo más completa posible, así como certificados expedidos por las autoridades del imperio donde constara que de verdad si tenían necesidad de la donación.
Desde el momento en que Jesús pensó repartir los panes y los peces hasta el día en que efectivamente se diera la orden de repartirlos habrían pasado varios meses y una parte de la gente, desesperada, se habría ido por el desierto buscando qué comer y qué beber y otros habrían perecido acosados por el hambre.
A los pocos que todavía quedaran en condición de recibir los panes y los peces se les pediría un informe detallado de los beneficios que para su organismo, su familia y el medio ambiente tuviera el comer esos panes y peces, informe que sería revisado por un funcionario especializado en este tipo de trabajos.
Los apóstoles satisfechos del proceso se tomarían algunas fotos acompañados de los beneficiarios y muy convencidos de las bondades de su método científico se acercarían de nuevo a Jesús para confirmarle la entrega planificada de los panes y los peces a la multitud.
En ese momento descubrirían que el Señor habría desaparecido dejándoles un correo electrónico en su computador: ?Hermanos, lo siento, me he equivocado de Planeta. Yo quería regresar al mismo donde estuve hace dos mil años, aquel donde la compasión era un mandamiento de amor y no este en el que se ha convertido en un trabajo científico. La Paz esté con todos ustedes??.
Así anda nuestro mundo globalizado. Cada vez los países ricos donan menos dinero para el desarrollo de los países pobres. No cumplen siquiera con los compromisos que ellos mismos se han fijado en sus reuniones.
Y cada vez ese dinero que reparten está atado a más condiciones y requisitos. Mientras tanto crecen el hambre y la miseria en el mundo y las naciones ricas tienen que construir muros y cárceles cada vez más voluminosas para impedir que la marejada de miserables africanos, latinoamericanos, asiáticos se entren a sus territorios para disfrutar de unas mínimas condiciones de vida dignas.
En la peor de las soluciones los gobiernos de esos países ricos hacen alianzas con todo tipo de gobiernos corruptos en América Latina, África, Asia, a cambio de que sus empresas puedan explotar en las condiciones más favorables las riquezas que allí se encuentren.
Esto a su vez crea más desempleo e inseguridad social en los países explotados, situación que obliga a que más inmigrantes desesperados intenten cruzar los muros que los separan de la dignidad.
La pregunta es hasta cuándo resistirán esos muros la presión de nosotros, los ?bárbaros?? del Tercer Mundo. La Historia nos enseña ejemplos muy dicientes como los del Imperio Romano destruido por las tribus germanas o el Chino tomado por los mongoles herederos de Genghis Kan??.
Con cariño
Amparo Beltrán
CEPALC