Juan Pablo II: vuelve el acoso del celibato (3) -- Rufo González

0
33

Enviado a la página web de Redes Cristianas

celibatoLa ley del celibato no tiene justificación cristiana
Juan Pablo II, en su primera carta a los sacerdotes con ocasión del Jueves Santo de 1979, en el núm. 8, habla del ?significado del celibato??. Dice textualmente:
?Todos somos conscientes de que ?llevamos este tesoro en vasos de barro?? (2Cor. 4,7), no obstante, sabemos muy bien que es precisamente un ?tesoro??.

La cita de Pablo no se refiere en absoluto al celibato. Está hablando de su ministerio del Espíritu, el servicio a la ?vida nueva??, a ?esta situación de gracia en que estamos?? (Rm 5,2), el tesoro cristiano. Su ?ministerio??, tan esforzado como el de Jesús, es portador de la perla o tesoro del Reino. Puede llamarse también ?tesoro??, como los demás carismas (dones, funciones, servicios, ?actividades??…), que intervienen en el Reino. No se pueden catalogar todos los dones del Espíritu, que ?sopla donde quiere?? (Jn 3, 8). En los textos de Pablo se citan los dones más abundantes y necesarios para la vida comunitaria: apóstol, profeta, evangelizador, maestro, asistentes de enfermos, directivos… El célibe, ?tesoro?? del que habla el Papa, no aparece. Señal que no era, según Pablo, un carisma importante ni necesario para la comunidad. Más bien se consideraba un ?carisma particular?? (1Cor 7,7), de cada persona. No se había llegado a la peregrina idea de que no podía haber ?ministros?? de la comunidad si no tenían el carisma celibatario por el Reino. A esta idea se llega siglos después, cuando el poder eclesial se deja llevar de teorías no evangélicas, ignorantes, supersticiosas y mundanas (¡el poder!).

?¿Por qué un tesoro???, se pregunta el Papa

Empieza rechazando las razones que históricamente llevaron a imponer el celibato:

?no queremos disminuir el valor del matrimonio y la vocación a la vida familiar;

no desprecio maniqueo por el cuerpo humano y por sus funciones;

no queremos despreciar de algún modo el amor que lleva al hombre y a la mujer a la unión conyugal del cuerpo, para formar así ?una carne sola??;

sabemos, creemos y proclamamos, siguiendo a San Pablo, que el matrimonio es un ?misterio grande??, refiriéndose a Cristo y a la Iglesia??.

Lean las Decretales del Papa Siricio a Himerio, a los Obispos galos y a los Obispos africanos, en el tomo XIII de la Patrología Latina:

-La relación sexual, incluida la conyugal, es suciedad (1186, 4-5); atontamiento con pasiones obscenas (1140, 13-14); lujuria (1138, 28); crimen (1138, 16-23); vida de pecadores (1186, 13-14); práctica de animales (1186, 22-23) y oprobio para la iglesia (1161, 5-7).

-El clérigo ?manchado?? con esa ?suciedad?? se excluye de ?las mansiones celestiales?? (1185, 4-6) y, si el laico queda por ella incapacitado para ser escuchado cuando reza, con mayor razón pierde el primero su ?disponibilidad?? para celebrar con fruto el bautismo y el sacrificio (1160, 9-1161, 3), a pesar de no depender la eficacia de los sacramentos de la ?pureza?? del ministro.

– ?No conviene confiar el misterio de Dios a hombres de ese modo corrompidos y desleales, en los cuales la santidad del cuerpo se entiende profanada con la inmundicia de la incontinencia?? (1186, 14-19).

Como ven, la Iglesia dirigente, que impuso progresivamente el celibato, sí ?disminuyó el valor?? del matrimonio, del cuerpo, del amor conyugal, del ?misterio grande?? referido a Cristo y a la Iglesia.

Razones del ?tesoro del celibato??

?- el motivo esencial, propio y adecuado está contenido en la verdad que Cristo declaró, hablando de la renuncia al matrimonio por el reino de los Cielos, y que San Pablo proclamaba, escribiendo que cada uno en la Iglesia tiene su propio don (Cfr. 1 Cor 7, 7). El celibato es precisamente un ?don del Espíritu??.

?- Un don semejante, aunque diverso, se contiene en la vocación al amor conyugal verdadero y fiel, orientado a la procreación según la carne, en el contexto tan amplio del sacramento del Matrimonio. Es sabido que este don es fundamental para construir la gran comunidad de la Iglesia…

?- Pero si esta comunidad quiere responder plenamente a su vocación en Jesucristo, será necesario que se realice también en ella, en proporción adecuada, ese otro ?don??, el don del celibato ?por el Reino de los Cielos (Mt. 19, 12)?? (Carta Jueves Santo de 1979).

Es ?un tesoro??, viene a decir, porque Jesús habló de la posibilidad de que haya solteros (?eunucos??) por el Reino de Dios, como los hay por ?nacimiento o por castración humana??. Nadie discute este modo opcional de entender y realizar la vida como ?don divino??. Lo discutible es que sea necesario que haya célibes en ?proporción adecuada??, como dice el texto. ¿Qué proporción es la adecuada? Juan Pablo II cree que la Iglesia ?si quiere responder plenamente a su vocación en Jesucristo, será necesario que se realice también en ella… el don del celibato ?por el Reino de los Cielos (Mt. 19, 12)??. Se ve que va buscando soporte a la ley del celibato. No tiene sentido hablar de ?necesidad?? en lo que Jesús no planteó como necesidad alguna. Si Dios no diera a nadie el don del celibato, no por ello la Iglesia dejaría de existir. Es, por desgracia, lo que se logra cuando se exige el celibato para obispos y presbíteros: comunidades sin eucaristía (esencia de la iglesia), sin pastores… No Iglesia.

¿Por qué motivo la Iglesia Católica Latina une este don… a la vocación al sacerdocio conjuntamente jerárquico y ministerial?

Dejados los argumentos impresentables de la tradición eclesial (infravaloración del matrimonio, del cuerpo, del amor conyugal…) y tras la presentación de la posibilidad del celibato por el Reinado de Dios, intenta argumentar las razones de la ley que vincula obligatoriamente celibato y ministerio:

?- porque el celibato ?por el Reino?? no es sólo un ?signo escatológico??, sino porque tiene un gran sentido social en la vida actual para el servicio del Pueblo de Dios??.

El gran signo escatológico es el amor cristiano. Todo, hasta la fe y la esperanza, cesará. Lo único permanente es el amor (Rm 13, 8-13). Luego toda realidad o actividad cristiana, guiada por el amor se convierte en signo escatológico: curar, enseñar, educar, vivir en armonía familiar, socorrer al que está necesitado, etc. En el cielo no nos casaremos, ni comeremos, ni enfermaremos, ni habrá odios…

El celibato ?tiene un gran sentido social en la vida actual para el servicio del Pueblo de Dios??

Este es el argumento que parece tener más peso para Juan Pablo II en orden a seguir ?uniendo este don… a la vocación al sacerdocio conjuntamente jerárquico y ministerial??:

?- El sacerdote, con su celibato, llega a ser ?el hombre para los demás??, de forma distinta a como lo es uno que, uniéndose conyugalmente con la mujer, llega a ser también él, como esposo y padre, ?hombre para los demás?? especialmente en el área de su familia: para su esposa, y junto con ella, para los hijos, a los que da la vida??.

Lo mismo puede aplicarse al matrimonio. El sacerdote casado oriental…, ?llega a ser ?el hombre para los demás??, de forma distinta?? al célibe. Lo demuestra diariamente. No necesita ?renunciar a la paternidad de los esposos??, para tener ?otra paternidad y casi otra maternidad… (1Cor 4,15; Gál 4, 19??. ?l puede tener ?hijos de su espíritu, hombres encomendados por el Buen Pastor a su solicitud. Estos hombres son muchos, más numerosos de cuantos pueden abrazar una simple familia humana. La vocación pastoral de los sacerdotes es grande y el Concilio enseña que es universal: está dirigida a toda la Iglesia(39) y, en consecuencia, es también misionera. Normalmente, ella está unida al servicio de una determinada comunidad del Pueblo de Dios, en la que cada uno espera atención, cuidado y amor??.

No es verdad que ?el corazón del Sacerdote, para estar disponible a este servicio, a esta solicitud y amor, debe estar libre??, si por ?libre?? se sentiende ?soltero??. El corazón del sacerdote debe estar imbuido del Espíritu de Jesús, de su amor pastoral. Es el Espíritu del amor cristiano el que nos hace ?libres?? para desarrollar nuestras vocaciones ministeriales.

?El celibato es signo de una libertad que es para el servicio?? (Juan Pablo II)

Lo mismo cabe decir del matrimonio: es signo del amor de Dios, de la libertad del Espíritu, del servicio gratuito y desinteresado, como el que suelen realizarse los enamorados entre sí y los padres respecto de los hijos. Extender esto a la Iglesia es la labor propia de sus ministros: ?uno que no sabe gobernar bien su casa,¿cómo va a cuidar de una asamblea de Dios??? (1Tim 3,5).

Decir que ?en virtud de este signo (celibato), el sacerdocio jerárquico, o ministerial, está según la tradición de nuestra Iglesia más estrechamente ordenado al sacerdocio común de los fieles??, no me parece justo. Todo ministerio está ?ordenado al sacerdocio común de los fieles??. El ministerio del casado y el del célibe. El sacerdocio común es la vida cristiana: ser otros ?Cristos??: anunciar el amor del Padre, vivirlo en las celebraciones y en la vida ordinaria. Así vinculamos al Padre con los seres humanos, y a éstos con el Misterio de amor. Los ministerios colaboran todos en esta acción sacerdotal del Pueblo de Dios. Cada uno a su manera. Los ejerzan casados por el Reino o célibes por lo mismo. En cristiano toda vocación y servicio es por el Reino de Dios.