Párroco en varias ciudades importantes de la diócesis de Murcia, misionero en la República de Ecuador, vicario episcopal, rector del seminario y consiliario diocesano del Movimiento Junior de Acción Católica. Ese fue el itinerario de José Antonio Fernández hasta su secularización. “Soy sacerdote casado”. Esa era su carta de presentación a los padres y alumnos de los institutos donde impartió clases de religión, actividad para la que le requirió el obispo de Murcia-Cartagena y que José Antonio Fernández aceptó tras renunciar a la plaza de profesor de filología clásica ganada por oposición.
Y no causaba escándalo. Todo lo contrario. El escándalo se produjo cuando fue cesado por el obispo sin previo aviso. El Tribunal de Estrasburgo acaba de fallar en su contra, pero va a recurrir. Él mismo lo cuenta dolido, pero no airado, indignado, pero con serenidad
Usted ha sido profesor de religión en varios institutos de la Región de Murcia. ¿Cómo llegó a la docencia?
Siempre me he movido en el campo de la docencia. Siendo rector del seminario Diocesano, impartí clases de Religión en el Colegio Marista de la Murcia. Más tarde, tras solicitar la dispensa del celibato, trabajé durante varios años en una empresa de conservas vegetales, en la que a pesar de sentirme respetado y valorado, comprendí que ese no era mi mundo. Sentía que en la enseñanza mi servicio a la sociedad podía ser más eficaz. Fue, entonces, cuando estudié en la universidad y obtuve la licenciatura en Filología Clásica. El obispo D. Javier Azagra me llamó para dar clases de Religión, cuando yo ya estaba casado y tenía cinco hijos. D. Javier me conocía suficientemente por haber trabajado muy cerca de él durante varios años.
Yo estaba sin trabajo con una familia detrás de mí. Así que acepté dar clases de religión, a pesar de que había aprobado las oposiciones en mi especialidad con una nota alta y tenía asegurada una plaza. La Religión formaba parte de mi mundo y pensé que podía hacer una buena labor en clase con alumnos en una etapa difícil. En este ambiente podía revivir con los muchachos las experiencias vividas como consiliario diocesano del Movimiento Junior de Acción Católica y como rector del seminario diocesano. Más de uno me reprochó esta decisión.
¿Qué clima reinaba en el Instituto hacia el profesor de religión?
En el instituto de Caravaca de la Cruz había profesores que me conocían y tuve una acogida muy favorable debido al ambiente que ellos habían creado. Los cinco años que permanecí en este centro trabajé y me relacioné con los compañeros como un colega más. El número de alumnos matriculados en religión era del cien por cien. Los alumnos conflictivos eran pocos y especialmente eran repetidores. Los profesores tenían mucho interés en asimilar el espíritu de la LOGSE y había mucha comunicación entre todos. En el instituto de Mula me acogieron como quien espera un cambio, ya que el profesor anterior era de mucha edad y, aun cuando lo respetaban, no tenía alumnos. Aquí mi relación con los otros profesores mejoró como si todos nos necesitáramos, especialmente en un centro casi nuevo y en el que había mucho por hacer. Me involucré al máximo en toda clase de servicios donde podía prestar una ayuda. Este es mi estilo sin esforzarme.
¿Cómo acogían los estudiantes la asignatura?
Con mucho escepticismo. De hecho, había muy pocos matriculados. Siete, cuatro,… en los cursos superiores. Y como la oferta a la asignatura alternativa a la religión, Actividades de Estudio Alternativo, era una novedad con poco atractivo, los alumnos preferían irse al patrio a jugar o a la biblioteca a estudiar. Durante el primer mes del curso algunos alumnos se acercaban a la puerta del aula y pedían permiso para entrar, ya que no estaban matriculados. A todos les permitía entrar con la condición de que no interrumpieran el trabajo de la clase. A lo largo del primer mes del curso se fueron incorporando alumnos, hasta conseguir una media de treinta por grupo. Estos datos son del I.E.S. Ribera de los Molinos, de la ciudad de Mula, al que llegué para el curso 96/97. En el I.E.S. Ginés Pérez Chirinos, de Caravaca de la Cruz, los grupos eran numerosos y el ambiente de respeto y acogida.
¿Cuál era la actitud del resto de los profesores del claustro?
Yo era uno más. Incluso crearon un departamento de religión. Cuando tuvieron noticia de mi despido, los cincuenta y siete presentes en el claustro se pusieron en pie en señal de protesta y nombraron a una comisión de entre ellos para que redactaran un escrito avalado por todos y lo presentaran directamente ante el obispo.
Usted es un sacerdote casado. ¿Era sabedora la jerarquía eclesiástica de su situación cuando le nombraron profesor de religión?
Por supuesto. No en vano trabajé muy cerca del obispo durante varios años y jamás había renunciado a mi compromiso cristiano.. Solicitar la dispensa del celibato no significa romper con la Iglesia. Simplemente se me exigía no ejercer el ministerio y así me he comportado.
¿Hubo algún tipo de control en los contenidos que transmitía o en la orientación de la asignatura?
Siempre utilicé los textos aprobados por la Comisión Episcopal de Enseñanza, participando, además, en las reuniones a las que nos convocaba el delegado diocesano de enseñanza. Mons. Sr. Martínez Camino, portavoz y secretario de la Conferencia Episcopal Española, explicaba entre otros motivos para justificar mi despido que “yo he mantenido una posición contraria a la Religión que me había obligado a enseñar”, que yo sostenía “opiniones contrarias a la fe católica”. Afirmaciones gratuitas y sin pruebas. Si este señor hubiera conocido los textos o trabajos de mis alumnos, él mismo se debería confesar como mentiroso.
Sin embargo, tras seis años de profesor sin problemas con la jerarquía, fue cesado por el obispado. ¿Qué razones le dieron para no contar con Usted?
Creo que si todo hubiera dependido del obispo que me llamó, el problema no se habría producido o en el peor de los casos se habría resuelto en diálogo con él. El desencadenante fue una fotografía, utilizada sin mi consentimiento y tomada al azar por un periodista y sin comentarios por mi parte. Era una fotografía que tomó cuando salía de mi coche con la familia para asistir a una reunión convocada por el Movimiento Pro Celibato Opcional, del que yo, entonces, solo era simpatizante. Las razones que dieron en su momento para el despido, fueron “por hacer pública mi situación de casado” y “por respeto a la sensibilidad de algunos padres que podrían sentirse contrariados al conocer la situación del profesor”. Hipótesis convertida en tesis por interpretaciones e informaciones mediáticas.
Sin embargo, tanto los alumnos como sus padres, me conocían como tal desde el principio de cada curso para los cuales siempre me presentaba como cura casado. Nunca hubo conflicto por este motivo. Todo lo contrario, algunas madres me manifestaron en las reuniones con los padres que se sentían felices de que un cura con su experiencia podía hacer mucho bien a sus hijos. En realidad yo visitaba a las familias cuando algún alumno andaba desorientado, y compartíamos la preocupación por encontrar alguna ayuda. De igual manera los profesores valoraban mi trabajo.
¿Cómo vivió el cese?
Como cualquier trabajador que va al paro. Pero, sobre todo, lo viví como una injusticia. Nunca he entendido los motivos expuestos para justificar el despido, y me he defendido cuando lo han querido justificar alegando motivos que he considerado falsos. Atacar a la Iglesia no lo he hecho jamás. De un tiempo a esta parte confieso que mantengo una actitud crítica frente a algunas manifestaciones episcopales. Pero esto no es atacar a la Iglesia. Después del cese busqué algún empleo, cosa difícil cundo tenía cumplidos los sesenta años. Acepté un contrato temporal para responsabilizarme en un museo municipal.
¿En qué situación personal y familiar se quedó?
En el paro, con el agravante de la edad. La situación familiar es comprensible con cinco hijos estudiando. Mi familia siempre me ha ayudado. Ya jubilado, estoy prestando servicios como voluntario en la Cruz Roja Española y en la Biblioteca Municipal. Participo en tertulias radiofónicas y doy charlas en grupos de Formación de Adultos.
¿Expuso su situación al obispo? ¿Cuál fue la reacción de este?
El obispo personalmente quería ayudarme con una solución provisional, dando largas por un año, pero al año siguiente él ya no era obispo de Murcia porque Roma le aceptó la dimisión a vuelta de correo al cumplir 75 años. Creo que en mi caso, por miedo a otros superiores vaticanos, no se atrevió a defenderme abiertamente. Pocas personas como él me conocían.
Y decidió iniciar un peregrinaje por los tribunales, reclamando justicia …
Cuando, ya empezado el curso, supe que una profesora había recibido el encargo de sustituirme y que yo había sido despedido sin comunicación alguna me acerqué al obispado para pedirle una explicación. Fue el día tres de octubre de 1997. Me lo dieron con efecto del 29 de septiembre, previendo que podía utilizar la fecha. Primera trampa. Yo no le di mayor importancia a esta fecha, sin pensar en los problemas que podía acarrear. La Consejería de Educación se hizo eco de este despido el día nueve de octubre. A partir de estas fechas cambió el ritmo de mi vida, para sorpresa de los que me conocían.
Al explicar mi situación, la noticia empezó a correr de boca en boca. Un abogado preparó una denuncia ante el Juzgado. Los alumnos del Instituto donde había trabajado el último año recogieron firmas. El Consejo Escolar del Centro y los padres presentaron sus quejas. La Federación de Asociaciones de Padres del pueblo (FAPA) de la que yo era presidente, los centros de Cultura Popular y ciudadanos en general se movilizaron para recoger firmas y mandarlas al obispo, al mismo tiempo que convocaron una manifestación popular con el mismo fin. También hubo personas influyentes ante el obispo que le manifestaron sus quejas.
Hubo un Acto de Conciliación en un Juzgado de Murcia y el abogado diocesano no cedió ante ninguna propuesta de entendimiento. Por fin se celebró el primer juicio ante la Sala Tercera de lo Social de Murcia, que falló a mi favor al considerar que se había producido discriminación conforme a los artículos 14, l6, 18 y 20 de la Constitución Española, relativos al derecho de reunión, asociación, matrimonio, intimidad personal y familiar, libertad de conciencia…
¿La diócesis reaccionó?
Sí. Recurrió la sentencia ante el Tribunal Superior de Justicia (TSJ) de Murcia aduciendo que yo, con la publicación voluntaria de la fotografía (segunda trampa), hacía pública mi situación y proselitismo a favor del celibato opcional y provocando escándalo (tercera trampa). El TSJ de Murcia falló en mi contra. A la vista de la desviación del planteamiento inicial busqué amparo ante el Tribunal Constitucional, quien consideró el delito como escándalo, añadiendo además las manifestaciones y criterios de otros compañeros sobre temas como el aborto, el divorcio, la sexualidad, como defendidos en ese momento por mí (cuarta trampa).
Es más, estos magistrados, considerando la gravedad del escándalo para la Iglesia, apelaron en la sentencia al texto del Evangelio que dice: “el que escandalice a uno de estos pequeños que creen en mí, más les convendría que les colgaran una rueda de molino al cuello y lo sepultaran al fondo del mar”. Pienso que con esta cita hacen a Jesucristo partidario de la pena de muerte y a mí me hacen un favor castigándome solo a retirarme de las clases ¡Interpretación desorbitada!
También la Conferencia Episcopal Española afirmó, a través de su secretario y portavoz, Antonio Martínez Camino, que la decisión tomada por la Iglesia de apartarme de las clases, se debía a mis “manifestaciones y escritos contra la fe católica” (quinta trampa). Esta idea y otras, desautorizando al Movimiento Pro Celibato Opcional (Moceop), fueron defendidas por los abogados del Estado Español para calificarlo de movimiento subversivo contra la Iglesia Católica. Y si esto es así, ¿cómo van a permitir los padres de los alumnos menores de edad, que este tipo de profesores eduque a sus hijos? (sexta trampa).
Y entonces recurrió al Tribunal Europeo de Derechos Humanos.
Efectivamente, eso hice ante la falsedad de la interpretación de la fotografía. Ante este cúmulo de falsedades uno de los Magistrados de la Corte, pidió al abogado del Estado Español, que presentara las pruebas cuando le tocara de nuevo su turno de intervención. Cuando volvió a intervenir, este abogado, Sr. Izurzun, pasó por alto la petición del Magistrado. Y es que dicho señor, gran orador y conocedor de la lengua inglesa, había olvidado llevar pruebas. Tal vez trataba de manipular a la Corte con su gran discurso defendiendo a la Iglesia Católica.
Ahora, después de leer los treinta folios de que consta la sentencia del Tribunal me da la impresión de que aquí la mayoría de los jueces no se ha molestado mucho en estudiar el origen del problema. Se han contentado con estudiar los argumentos del TC español y han ofrecido con abundancia de datos los derechos de la Iglesia para justificar el despido injusto. Solo uno de los magistrados en este Tribunal de Estrasburgo y los dos magistrados, que han hecho público su voto particular, además del Ministerio Fiscal del TC español, han mantenido que la hipótesis de que “se podría contrariar la voluntad de algunos padres” no crea de hecho un escándalo como se ha querido mantener constantemente por algunos tribunales. Por nuestra parte, se han dado pruebas suficientes para demostrar lo contrario.
¿Cómo ha sido el trato en los tribunales?
Todo es muy frio. Me da la impresión de que las ideologías pesan más que los hechos. La interpretación de los mismos depende del nivel de sensibilidad y formación de la conciencia de los jueces. Por eso no sabes nunca los derroteros que puede tener un hecho concreto. De ahí que haya decisiones incomprensibles. Sin embargo, en Estrasburgo el personal encargado de atender a los interesados es sumamente competente, servicial hasta la saciedad y muy agradable.
¿Tiene la impresión de que sigue siendo realidad aquello del Quijote “con la Iglesia hemos topado, amigo Sancho”?
Creo que sigue teniendo todo el vigor. En mi caso, creo que se cometió un error desde el principio, y que conscientes de él han querido mantenerse añadiendo mentira a mentira.
¿Ha contado con apoyo sindical en sus demandas?
Cuando se produjo una manifestación popular en mi apoyo, allí estuvieron el Sindicato de la Enseñanza, CC.OO. UGT, USO, y representantes de los tres partidos en el gobierno municipal como PP, PSOE e IU.
¿Tiene esperanzas de que los tribunales resuelvan a su favor suyo?
A pesar del fallo negativo vamos a recurrir. Todavía tenemos la esperanza de que se estudie mi caso concreto y no se mezcle con otros parecidos o deseados. Porque los motivos que se han expuesto para tomar esa decisión no se corresponden con la vida y el testimonio de la persona a la que han juzgado. Los argumentos de la Iglesia se han presentado sin pruebas verdaderas.
¿Está de acuerdo con la enseñanza confesional de la religión en la escuela en un Estado no confesional, como es o quiere ser España?
España, mayoritariamente, se sigue manifestando con expresiones de tradición católica. Hay mucha superstición y esto es difícil de erradicar en cualquier sociedad. Además, el hecho religioso es innegable en la sociedad española y merece la pena que los ciudadanos conozcan la influencia que la religión ha tenido en la literatura, en el arte, en la cultura… Pero la catequesis que los obispos quieren llevar a la escuela, deben dirigirla más bien en las dependencias parroquiales. Y, si es posible, que sea impartida por personas con experiencia y compromiso de fe. La cultura religiosa debe tener otras dimensiones. Sobre todo, deben impartirla profesores especializados, no necesariamente clérigos. También es bueno entender que la España de hoy es muy plural y es necesario desarrollar el respeto y la tolerancia con los que piensan distinto, que no por eso, necesariamente, viven equivocados.
¿Le parece pedagógicamente correcto separar a los alumnos por razones religiosas?
Las tres culturas mantenidas y respetadas en épocas anteriores son un buen ejemplo para la convivencia. La separación radical crea personas fanáticas.
Tras lo sucedido con Usted y con otros colegas, ¿cuál es su actitud hacia la Iglesia católica y sus jerarquías? La Iglesia Católica me merece todo el respeto del mundo, ya que la en ella he nacido y por ella soy lo que soy. Pero, la jerarquía es otra cosa. Ella se autodenomina iglesia y se arroga toda la responsabilidad en exclusiva. Es como si en una orquesta el director se empeñara en tocar lodos los instrumentos que pertenecen a cada uno de los músicos y a regañadientes concediera a alguno el privilegio de tocar un instrumento. Ella no es la Iglesia, pero sí parte de ella.
¿Qué cree que debería cambiar en la Iglesia católica?
Entre otras cosas, su forma de entender el poder, y con humildad respetar y saber compartir responsabilidades. Debe renunciar a imponer el pensamiento único y aceptar sugerencias y estudios de los teólogos y las teólogas, cuya misión es investigar con libertad y ofrecer el resultado de sus investigaciones sin coacción alguna. Estudios que con frecuencia no desmerecen ante los teólogos de otras épocas.
Para terminar, ¿cuál cree que es la actitud de los jóvenes hacia la religión en general y hacia la Iglesia católica en particular aquí en España?
Aparte de algunos grupos minoritarios dentro de comunidades ultraconservadoras, en general a los jóvenes les interesa poco la Iglesia.