Coincidiendo con el cuarenta aniversario de la histórica encíclica «Populorum Progressio» de Pablo VI, la Plenaria del Episcopado aprobó una exhortación pastoral bajo el título «Para que tengan vida en abundancia». En ella, el Episcopado argumenta que «la mentalidad actual de nuestra sociedad secular, antes que plantearse la credibilidad de un mensaje, observa y exige la credibilidad del mensajero». ¿Estarán pensando los obispos en la COPE?. La cadena de la Iglesia sigue en el ojo del huracán. Equilibrado y nada sospechoso, Joaquín Luis Ortega fue portavoz del episcopado y director de la BAC. Harto, levanta su voz desde la revista Vida Nueva.
Sube la marea de la discrepancia sobre la COPE. Las quejas parten de Roma, de la Zarzuela, de los ámbitos políticos y del pueblo llano. Muchos concluyen ahora que la COPE es “un problema nacional”. Yo sostengo, desde hace años, que se trata de “un problema eclesial”. También el rebaño cristiano anda dividido. Unos rabian por la COPE y otros la aplauden.
Diríase que en la COPE coexisten dos “copes”. Una, sensata y fiel a la identidad de la cadena, con muchos profesionales y no pocos programas. La otra, desmelenada, politizada y agresiva, de espaldas a dicha identidad. La que bulle y resuena es la COPE de la desmesura, la que –aun acertando en el qué– desbarra en el cómo, en el cuánto y en el desde dónde.
Es claro que la COPE, además de una cadena cristiana, es propiedad de la Conferencia Episcopal Española. Pertenencia que sublima su identidad y su responsabilidad. En la COPE se presume hasta la ebriedad de un único rasgo identitario: “Somos libres”. Con el mismo entusiasmo parece que tal cadena tendría que autodefinirse también como veraz, solidaria, pacífica y cristiana, por ejemplo. La libertad no es la esencia de todo. Es sólo otro atributo.
¿Tendrá remedio tan poco edificante situación que compromete la credibilidad de la Iglesia? No lo será el “dontancredismo” eclesial o episcopal. Podría serlo la corrección de la desmesura y la reconciliación de esas dos “copes” en una sola identidad profesada. Si no, habrá que aplicarse el refrán: “Quien siembra vientos, recoge tempestades”.
(Vida Nueva).