Casi setenta intelectuales catalanes y vascos, así como tres obispos, agrupados en torno al «Grup Sant Jordi», han exigido a sus prelados que «planteen con energía y fuerza la modificación de la estructura de España, en lo político y en lo eclesial», durante un encuentro celebrado este fin de semana en el hotel Gallery de Barcelona con motivo del vigésimo aniversario del documento «Raíces Cristianas de Cataluña».
Las críticas a la Instrucción Pastoral sobre la unidad de España, recientemente aprobada, fueron unánimes, así como las acusaciones al Episcopado español -centradas en las personas de los cardenales Rouco y Cañizares- de «actuar como la correa de transmisión de FAES y del PP» y de «contribuir al clima de crispación que existe en España».
Pese a ello, los asistentes aplaudieron el «impagable esfuerzo por matizar el texto» por parte de los obispos catalanes y vascos «y así hacerlo medianamente aceptable, evitando una grave confrontación, no sólo religiosa sino política».
«Signos de involución»
La reunión, bajo el título «¿España una, política y eclesialmente?», contó con la presencia, entre otros, del ex presidente de la Generalitat Jordi Pujol; los obispos auxiliar de Barcelona, Joan Carrera («consiliario» de este grupo, que no tiene adscripción canónica); de Gerona, Carlos Soler; y emérito de Vic, José María Guix; el secretario general del Obispado de Bilbao, Gaspar Martínez Fernández de Larrinoa; José Antonio Badiola, sacerdote de la diócesis de Vitoria; o Txema Auzmendi, jesuita y uno de los promotores del diario «Egunkaria».
También estuvieron presentes, entre otros, Josep María Carbonell, presidente del Consejo Audiovisual de Cataluña; Xavier Trias, presidente del Grupo Municipal de CiU en el Ayuntamiento de Barcelona, y el hasta hoy director general de Asuntos Religiosos de Cataluña Jordi López Camps, que hoy será sustituido en su cargo por Marta Coll, de ERC.
La jornada fue abierta por Joan Carrera, quien destacó en su intervención los «signos de involución» presentes en la sociedad española, «que llevaron hasta el punto de pedir el boicot de algunos productos catalanes», al tiempo que mostró su «preocupación» por «la tentación de muchas voces dentro de la Conferencia Episcopal por sancionar, en nombre de la fe, un tipo de unidad española». «Felizmente -añadió-, la cosa no ha llegado a tanto».
El obispo auxiliar de Barcelona reconoció que «es cierta» la «obsesión nacionalista» presente en Cataluña y País Vasco, aunque matizó que «el nacionalismo es una reacción de defensa», y añadió que «la Iglesia catalana sea nacionalista, con dos matices: su inclusión en un país real y el aporte de la tradición».
Por su parte, Jordi Pujol centró su alocución en demostrar que «existe una personalidad colectiva de Cataluña», en la que el papel de la Iglesia «es relevante». Por ello, reclamó a la Iglesia catalana «que encuentre su camino e intente defender con gran energía que lo que es una realidad diferenciada de Cataluña en España, sea respetada».
El ex presidente de la Generalitat fue más allá, solicitando a los obispos catalanes que «sean valientes y fuertes para plantear modificar la estructura de España, política y también eclesialmente, y que reclamen ese derecho». Pujol también reconoció a los obispos catalanes «su intenvención decisiva para evitar una grave confrontación, no sólo religiosa sino también política, presente en la reciente Instrucción Pastoral».
Para Pujol, «si aquí llega un obispo de Coria, a partir de ese instante se tiene que sentir obispo catalán. Tiene que ser coherente y decir que la Iglesia que peregrina en Cataluña es superior a la que peregrina en España. Si no, no debe ser obispo catalán». En su opinión, «la Iglesia catalana tiene que jugar su papel con sentido de país, y las autoridades públicas tenemos que reclamárselo y facilitar su trabajo». No obstante, el ex presidente recalcó que «nosotros no somos secesionistas».
En los coloquios posteriores, el jesuita Auzmendi, quien se definió como «sacerdote de Euskal Herria», volvió a afirmar que «yo me siento vasco, y no español», al tiempo que arremetió contra recientes investigaciones acerca de «los curas de ETA» y el papel de la Iglesia vasca frente al terrorismo, y criticó que «en la Iglesia vasca no podemos confesar que nos sentimos vascos».
Por su parte, el teólogo Josep María Puigjaner criticó la actual situación de Cataluña respecto a España, incidiendo en que «hasta que Cataluña no sea reconocida pública y jurídicamente, no creo que Cataluña pueda acoger a España», mientras que Josep María Carbonell arremetió contra «la clarísima opción política de una parte de la Conferencia Episcopal española» y reclamó «defender una Iglesia catalana para Cataluña».
Cataluña y el Vaticano
La última parte del congreso tuvo como protagonistas de una mesa redonda a Badiola, Díaz Ambrona y Gaspar Martínez, así como a la dominica sor Lucía Caram, y José María Cullel, asesor económico de la Santa Sede, quien denunció cómo, pese a querer reducir la importancia de la Iglesia catalana, «en la campaña electoral los candidatos hicieron cola para retratarse con el abad de Montserrat».
Desde su experiencia en Roma, Cullell admitió que «Cataluña no tiene personalidad propia ante la Santa Sede», aunque responsabilizó de ello «a la Conferencia Episcopal Española, que actúa desde hace mucho tiempo como correa de transmisión de FAES y del PP». «No es extraño que, con padrinos como Rouco y Cañizares, el hecho catalán sea el gran desconocido en el Vaticano».
«Sólo así -continuó Cullell- se explica la obsesión de la Conferencia Episcopal por centrarse en la unidad de España, o las instrucciones que se dan en las parroquias de Toledo y Madrid para evitar la «balcanización» de España».
La pastoral, «una encerrona»
En su intervención (la más aplaudida de la jornada junto a la de Pujol), la pastoral «fue preparada como una encerrona, con un texto cerrado, y sólo la tozudez de los obispos catalanes y vascos logró matizar, hasta cierto punto, el documento, para hacerlo aceptable».
Por ello, concluyó, «la actitud de la Conferencia Episcopal alimenta la estrategia política de quienes quieren una unidad basada en el derecho de conquista. La Conferencia, así, contribuye de forma obsesiva al clima de crispación que existe en España».
En la conclusión del encuentro, el obispo Carrera alertó del «peligro de confinar la defensa de la diversidad al ámbito eclesial progresista», algo fácil en su opinión dado que «en el otro lado sólo hay unitarismo e integrismo». Finalmente, el vicepresidente del «Grup Sant Jordi», José María Esquirol, llamó a los cristianos a «tomar conciencia de la situación que vivimos», que tildó de «resistencia».