–La alianza de 1936 entre Francisco Franco y la Iglesia ¿fue un hecho nuevo?
–Sí. Pero antes, en 1931, la mayoría de los obispos no habían aceptado la República, aunque el Vaticano la reconoció.
–«España ha dejado de ser católica».
–Es un frase sacada de contexto de un gran discurso de Azaña. Y el cardenal Gomá replica con una actitud: España debe volver a ser católica, sin reparar en medios.
–¿La CEDA (Confederación Española de Derechas Autónomas) fue un intento de convivir con la República?–Había un sector ultra, Acción Española, que alentaba la rebelión. Otro, más posibilista, apostaba por el accidentalismo de Gil Robles.
–¿Cuándo acabó la alianza Franco-Iglesia?–Con la elección de Juan XXIII, en octubre de 1958.
–¿Cómo reaccionó entonces la jerarquía eclesiástica?–Llegó el Concilio Vaticano (1962-1965), cuyos planteamientos resultaban incompatibles con el nacionalcatolicismo franquista. Pero algunos obispos, como Casimiro Morcillo y José Guerra Campos, sostuvieron que ese Concilio no iba con España.
–¿Quién ganó?
–Empezó la transición religiosa. Y, pese al derecho de presentación de obispos, el trío formado por Pablo VI, Dadaglio y Tarancón dio la vuelta al episcopado.
–¿Cómo?
–Nombrando obispos auxiliares, con derecho a voto en la Conferencia Episcopal. El régimen de Franco se irritó, pero el Vaticano no cedió. Por eso, el cardenal Tarancón, entre 1975 y 1977, pudo apoyar la transición política.
–¿Y qué pasa ahora?
–De la misma forma que Montini y Tarancón abrieron, Karol Wojtyla, con la ayuda de Ángel Suquía y Antonio María Rouco Varela, dio marcha atrás.
–¿Manda Roma?
–Llueve sobre mojado. Cuando el viento de Roma cambia de dirección, hay obispos que despliegan velas. Y Juan Pablo II nombra obispos.
–¿Por qué tanta agresividad contra el presidente Zapatero?–Había habido muy buena entente con el expresidente José María Aznar. Karol Wojtyla condenó la guerra de Irak, pero luego vino a España y no abrió la boca. Y Aznar era uno de los protagonistas de la foto de las Azores.
–¿Por qué una nota contra Zapatero por dialogar con ETA? Se podría entender que lo hicieran por los matrimonios homosexuales o por el aborto, pero ¿por una cuestión en la que el obispo Uriarte también medió en 1998?–En los asuntos relativos a la moral, la Iglesia tiene derecho a hacer llegar su opinión a los fieles. Pero la campaña electoral no es el momento de hacerlo.
–¿Y el terrorismo?
–A los obispos se les ve el plumero con lo de ETA. El Partido Popular también tiene homosexuales y voto de divorciados. Ahí hay cierta confusión entre PSOE y PP. La diferencia no es clara.
–¿Y?
–Lo que ha enfrentado radicalmente a los populares y los socialistas en la última legislatura ha sido la negociación con ETA. Cuando los obispos dicen que la banda terrorista no puede ser interlocutora, lanzan el mensaje de no votar al PSOE. Y en el siguiente párrafo, citando al Papa, cargan contra el separatismo. Hacen suya, así, la acusación del PP de que el PSOE rompe España. Retratan al enemigo.
–¿A quién acabará beneficiando esa nota?–También yo me lo pregunto. En Catalunya, quizá a los socialistas. En las Castillas, puede que al Partido Popular.
–La elección de Ricardo Blázquez como presidente de la Conferencia Episcopal Española en el año 2004, ¿fue una reacción contra la involución?–El cardenal Rouco Varela se presentaba por tercera vez, y precisaba dos tercios de los votos. Le faltó uno. Y a Blázquez le clavaron un secretario de la Conferencia Episcopal contrario, al que además hicieron obispo.
–¿Qué representa monseñor Martínez Camino?–Es el brazo armado de Rouco, que es inteligente.
–¿Han rectificado los obispos catalanes?–Cuando volvieron a Catalunya se pusieron nerviosos. Lo demuestran las desafortunadas respuestas del obispo Vives al ser entrevistado en el programa de Antoni Bassas. Pero luego tienen que escuchar las protestas de su clero, de sus fieles y de la sociedad. Y marcan distancias.