GOZOSAMENTE ENREDADOS. Ramón Alario, Coordinador General de MOCEOP

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Moceop

Redes4.jpgLa gran familia Moceop puede sentirse Satisfecha al contemplar cómo ha surgido, cómo ha ido creciendo y cómo está cobrando consistencia una realidad tan rica, tan variada y tan profunda como REDES CRISTIANAS.
Creo que todas y todos estamos de enhorabuena por esta criatura que nos ha nacido.
Es claro que muchos de nosotros hemos estado implicados personalmente en ese proceso; igualmente, que como colectivo hemos colaborado y participamos en esta andadura… Pero nuestra participación no anula esa dosis de satisfacción que contagia el ir viendo crecer poco a poco, con gran rigor y sencillez, una realidad tan intentada y -por unas u otras razones- tantas veces fallida: un intercambio enriquecedor y solidario de tantos grupos de iglesia de base, que andamos dispersos y, a veces, con sensación de soledad…

Una plataforma de unión e intercambio -surgida de la necesidad- que Moceop ha buscado e impulsado repetidamente: ni ésta anula otras que ya existen; ni cierra la creatividad a otras que puedan ir surgiendo posteriormente.

Y es que realidades como REDES parecen ser el fruto de un proceso de fondo, de gran calado, que hunde sus raíces en aquella renovación puesta en marcha por el Concilio Vaticano II: al insistir concienzudamente en la búsqueda de las raíces, en la igualdad fundamental de todos los creyentes, en la mayoría de edad de los miembros del Pueblo de Dios, en la apertura y el compromiso con todos los gozos, alegrías, penas y sufrimientos de la humanidad… nos dio a quienes buscamos en la vida sendas marcadas por el Evangelio, una perspectiva creyente en la que necesitamos generar de continuo conexiones fraternas, redes de intercambio, lugares de encuentro, plataformas de colaboración y vehículos de solidaridad para hacer realidad nuestra fe: una fe que no queda anquilosada en la «vida interior», como contrapuesta a lo que nos pasa y hacemos «fuera», sino que se proyecta y se autentifica necesariamente en la búsqueda de los hermanos… Creemos que REDES -como tantos otros intentos- es un fruto más de esa invitación profunda a vivir en COMUNI?N.

No es que queramos contraponer esta perspectiva dinámica de la comunión con otras más centradas en entornos parroquiales o en estructuras que han podido servir durante siglos… Reconocemos que a muchas personas les pueden servir todavía. No vamos contra nadie ni estamos «enfrentados a la Iglesia». Es que hoy -pensamos- vivir en un mundo cada vez más complejo, con mayor conciencia de universalidad, en unos ámbitos que poco o nada tienen que ver con lo que ha sido la historia de la humanidad de milenios anteriores… exige otras formas de relacionarnos, de intercambiar, de sentir, pensar y actuar en el mundo.

Por otro lado, la insistencia machacona de la iglesia jerárquica en una comunión entendida desde perspectivas de obediencia, ortodoxia, fidelidad, parroquialidad, etc. hace cada vez más difícil que colectivos como los que nos integramos en REDES tengan cabida en los cauces habitualmente potenciados y privilegiados oficialmente: los «casos» provocados por esta miopía teológica siguen estando tristemente a la orden del día (San Carlos Borromeo, en Entrevías, Madrid, puede ser «el penúltimo de la lista»…) Esta actitud provoca que muchos de los creyentes agrupados en estos movimientos hayamos decidido vivir en la frontera, en una cierta situación de marginalidad entre impuesta y buscada.

Esta apuesta por una iglesia de la base y desde la base es para nosotros, sin lugar a dudas, uno de los signos de los tiempos del posconcilio. Y como tal queremos construirla. Es la creatividad del Espíritu, que rompe moldes y suscita espacios y entornos nuevos en los que se exprese la fe en Jesús…

Moceop surge, en primer lugar, como la reivindicación de la libertad de los presbíteros a elegir un estado de vida: ¡qué duda cabe! Pero desde el primer momento las comunidades afectadas están presentes en el debate y la reivindicación: «Cómo afrontar teológica y jurídicamente la situación de aquellos curas que, queriendo contraer matrimonio o habiéndolo ya contraído, no desean abandonar el ejercicio ministerial y, al mismo tiempo, siguen siendo aceptados y demandados como presbíteros por sus comunidades»: así se formula en uno de los primeros documentos en la historia del Moceop -allá por 1977, en Moratalaz- surgido de una reunión de curas del barrio…

Parecía inevitable desde el principio que quienes se encontraban (¡feliz encuentro!), más o menos conscientemente, viviendo en una relativa marginación eclesiástica (curas casados), hallaran su ubicación más natural entre aquellos grupos o comunidades que, por intentar vivir esas convicciones conciliares antes aludidas, estaban abriéndose camino por senderos no reconocidos como «recomendables» o tachados de «peligrosos» por ciertas autoridades eclesiásticas (comunidades de base y pequeñas comunidades parroquiales de barrio…) Ahí fuimos recibiendo cobijo y ahí se nos dio la posibilidad de compartir nuestro caminar de fe.

¡Gracias a esa iglesia de la base que no nos rechazó!

No ha de extrañar, por tanto, que entre nuestros presupuestos eclesiológicos ocupe un lugar privilegiado la pequeña comunidad de corresponsables; y entre nuestros objetivos estén el replanteamiento y la desclericalización de los ministerios en la comunidad. ¡Nos sentimos plenamente a placer en esta perspectiva eclesiológica! Y hemos intentado huir de las más o menos camufladas tentaciones de nuevo clericalismo: para nosotros «el celibato opcional sólo tiene importancia en el marco de una eclesiología del Pueblo de Dios, de mayoría de edad del laicado, de coincidencia y reencuentro de todos en la igualdad de la fe adulta y corresponsable».

Reconocido todo lo que supone el nacimiento de REDES en este movimiento de iglesia de y desde la base y la acogida que en él hemos recibido, Moceop quiere seguir exigiéndose aquello que denominábamos «decálogo de opciones subyacentes» (Encuentro Estatal, 1991), como fruto de nuestra reflexión sobre lo vivido hasta entonces y como nuestra aportación más sentida y específica hoy al colectivo de REDES:

1. Queremos ir más allá de las reivindicaciones. Hemos surgido de una reivindicación, es cierto; pero deseamos vivir y construir poco a poco una iglesia con un rostro nuevo, donde las reivindicaciones no sean necesarias porque se vive la libertad de los hijos e hijas de Dios.

2. Aunque no eludamos debates, si se nos piden, nuestra fuerza está en los hechos. Tenemos razones para optar por una iglesia más cercana y fraterna; y creemos que son serias. Pero no queremos tener la razón ni esperar a que nos la den para ejercer unos derechos legítimos.

3. La comunión no se identifica ni se agota con la legalidad; y, por supuesto, la ilegalidad de prácticas alternativas no es, por principio, un problema contra la comunión. La pluralidad es reflejo y exigencia de vida; y la historia avanza gracias a las sendas abiertas por grupos de pioneros.

4. Nos gustaría rastrear y vivir la radicalidad del Evangelio. La prudencia, el derecho, la unidad, el respeto a otras formas de pensar… pueden ser razones a tener en cuenta; pero todos estos «valores» nunca deberían ocultarnos las opciones preferentes del Evangelio.

5. Una comunidad toda ella ministerial debe concretarse en unos ministerios compartidos y repartidos, al servicio de los hombres y mujeres concretos. Es preciso hacer frente a la práctica imperante: el cura se antepone a la comunidad y la hace girar en torno a sí, la moldea a su imagen.

6. Nuestros procesos de secularización, más allá de su contenido jurídico -si es que se cumplimenta esa vía- deberían ser auténticos recorridos desde la fe hacia una vida normal de trabajo y de familia. Siempre hemos defendido que esos procesos personales suponen un enriquecimiento, que nos exige bajar del pedestal en que fuimos educados.

7. Lo que jurídicamente se ha denominado «reducciones al estado laical» (insulto implícito al laicado), debe ser vivenciado como un reencuentro con la fraternidad inicial y como un retorno a lo común y originario. Las comunidades de iguales admiten diversos servicios y tareas; pero no diferentes categorías.

8. Queremos ser iglesia: somos iglesia; no sinagoga. Es decir, vivir la pluralidad como riqueza y construir desde el respeto y el compartir un ecumenismo profundo. No pretendemos ir contra nadie ni permitiremos que se nos dé por expulsados o desaparecidos.

9. Apostamos por vivir la libertad de los hijos e hijas de Dios, como condición imprescindible para crecer como personas adultas.

10. Queremos y exigimos que se resitúe lo femenino en nuestra iglesia y nos comprometemos a replanteárnoslo en nuestras vidas y en la de nuestras comunidades.

Gracias, por tanto, a REDES CRISTIANAS: nos comprometemos a colaborar para que sea una de esas plataformas que nos posibilitan

y nos exigen vivir

la fraternidad

y sus exigencias

y hacer un poquito más posible y cercano

el Reino de Dios.

Cabanillas del Campo,

7 de abril. 2007.

(Todas las referencias y citas están tomadas de Actualidad del Moceop, TIEMPO DE HABLAR, n.81-82, septiembre, 2000, 29-47).