Quien tuvo el privilegio de acompañar la cumbre de los pueblos (192) en la ONU en los días 24-26 de junio para encontrar salidas incluyentes para la crisis económico-financiera, vivenció un doble perplejidad.
La primera, el hecho de haberse llegado a un sorprendente consenso acerca de medidas económicas y financieras a ser implementadas a corto y a mediano plazo, en función del desarrollo/crecimiento.
10 de julio de 2009 La segunda, verificar que todo se concentró apenas en el aspecto económico-financiero sin ninguna referencia a los límites de la biósfera y la devastación de la naturaleza que el tipo de desarrollo vigente implica. Quiere decir, la economía vista como un conjunto de teorías y fórmulas que los expertos dominan y aplican en los países, olvidándose de que es parte de la sociedad y de la política, algo, por tanto, ligado a la vida de las personas. Era como si los políticos y expertos, no respirasen, no comiesen, no se vistiesen y anduviesen en las nubes y no bajo el sol. Peor aún, si como para ellos, tales cosas importantes fuesen meras externalidades que no cuentan.
Al oírlos, pensaba yo para mis adentros: cuán inconcientes e irresponsables son estos políticos, representantes de sus pueblos, que no se dan cuenta de que la verdadera crisis no es ésta de que discuten, sino la de insustentabilidad de la biósfera y la incapacidad de la Madre Tierra de reponer los recursos y servicios necesarios para la humanidad y para la comunidad. Bien advirtió el ex-secretario general de la ONU Kofi Annan: esta insustentabilidad no solo impide la producción y la reproducción sino que pone en riesgo la sobrevivencia de la especie humana.
Todas son referencias a la economía-zombi del desarrollo, entendida como puro crecimiento económico (PIB). Ahora, exactamente este paradigma del desarrollo mentirosamente sustentable del actual modo de acumulación mundial está llevando a la humanidad y a la Tierra a la ruina. Las personas son lo último que cuenta. Primero ven siempre los mercados, los bancos, el sistema financiero. Con apenas 1% de lo que se aplicó para salvar a los bancos de la quiebra (algunos billones de dólares) se podría resolver todo el hambre del planeta testimonia la FAO. Y actualmente, la misma FAO advirtió, existen 40 países con reservas alimentarias de apenas tres meses. Sin una articulada cooperación mundial crecerá el hambre y la muerte de millones de personas.
Discutir la crisis económica-financiera sin incluir las demás crisis: el calentamiento global, la crisis alimentaria, la energética y la humanitaria es mentir a los pueblos sobre la real situación de la humanidad.
Temo que nuestros hijos y nietos, de aquí a algunos años, mirando para nuestro tiempo, tengan motivos de maldecirnos y de sentir por nosotros un soberano desprecio, porque no hicimos lo que debíamos hacer. Sabíamos de los riesgos y preferimos salvar las monedas y garantizar los bonos cuando podríamos salvar el Titanic que estaba hundiéndose.
Brasil en este sentido es una lástima. Si hay un país en el mundo que goza de las mejores oportunidades ecológicas y geopolíticas para ayudar a formular un otro mundo necesario para toda la humanidad, éste sería el Brasil.
Es la potencia de las aguas, posee la mayor biodiversidad del planeta, las mayores florestas tropicales, la posibilidad de una matriz energética limpia a base del agua, del viento, del sol, de las mareas y de la biomasa, pero no despertó aún. En los foros mundiales vive en permanente siesta política, inconsciente, «deleitado eternamente en hamaca espléndida». No despertó para sus posibilidades y para la responsabilidad frente a la preservación de la Tierra y de la vida.
Al contrario, a contramano de la historia, estamos construyendo fábricas a base de carbón. Desmatamos la Amazonía en 1.084 kilómetros cuadrados entre agosto de 2008 a mayo de 2009. Y somos el quinto mayor generador de polución del mundo. El factor ecológico no es estratégico en el actual gobierno. Somos ignorantes, atrasados, faltos de sentido de responsabilidad de cara a nuestro futuro común.
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Bifurcación de la Humanidad 26 de junio de 2009.
En los inicios del año, los veinte países más ricos del mundo (G-20) se reunieron en Londres para encontrar salidas la crisis económico-financiera mundial. La decisión de base fue continuar en el mismo camino anterior a la crisis, pero con controles y regulaciones a partir de una presencia mayor del Estado en la economía. Los controles serían por el tiempo necesario para la superación de la crisis, a fin de evitar el colapso global y las regulaciones para restaurar el crecimiento y la prosperidad con la misma lógica que imperó antes.
Esta opción implica continuar con la explotación de los recursos naturales que devastan los ecosistemas y hacen aumentar el calentamiento global y el abismo social entre ricos y pobres. Si eso prospera dentro de poco enfrentaremos crisis de la misma naturaleza, pues las causas no fueron eliminadas. Súmese a eso el hecho de que los restantes 172 países (en total son 192), ni siquiera fueron oídos y consultados. Se pensó en ayudarlos, pero con migajas. Efectivamente, toda África, el continente más vulnerable, sería socorrida con menos fondos que los que el gobierno de EUA aplicó para salvar a General Motors.
El impacto perverso de la crisis sobre los países de bajo ingreso se presenta aterrador. Se estima que, en cuanto dure la crisis, más de 100 millones de personas caerán cada año en la extrema pobreza y un millón de puestos de trabajo se perderán por mes. Tal hecho hizo que el Presidente de la ONU, Miguel d?Escoto Brokmann, imbuido de alto sentido humanitario y ético, convocase una reunión de alto nivel que reuniese a los 192 representantes de los pueblos para juntos discutir la crisis y buscar soluciones incluyentes. Eso ocurrió en los días 24-26 de junio del corriente año en el espacio de la ONU. Todos hablaron. Era impactante oír el clamor que venía de las entrañas de la Humanidad: los ricos lamentando los billones en pérdidas de sus negocios y los pobres denunciando el aumento de la miseria de su pueblo.
Muchas voces sonaron claras: no bastan controles y regulaciones que acaban beneficiando a los que provocaron la crisis. Se hace urgente un nuevo paradigma que redefina la relación para con la naturaleza, con sus recursos escasos, a propósito del crecimiento y del tipo de civilización planetaria que queremos. Importa elaborar una Declaración del Bien Común de la Humanidad y de la Tierra que oriente ética y espiritualmente el sentido de la vida en este pequeño planeta.
Después de un intenso trabajo previamente hecho por una comisión de expertos, presidida por el Nobel de economía Joseph Stiglitz y con las colaboraciones provenientes de cuatro mesas redondas y de la Asamblea General se concertó un documento detallado que ganó el consenso de los 192 representantes de los pueblos. El peligro colectivo facilitó una convergencia colectiva, una rareza en la historia de la ONU.
El documento prevé medidas inmediatas especialmente para apoyar a los países más vulnerables bajo coordinación de varias instituciones internacionales, articuladas entre si. Pero lo más importante es la presentación de un programa de reformas sistémicas que prevé un sistema mundial de reservas con derechos especiales de giro, reformas de gestión del FMI y del Banco Mundial, regulaciones internacionales de los mercados financieros y del comercio de derivados y principalmente la creación de un Consejo de Coordinación Económica Mundial equivalente al Consejo de Seguridad. De esta forma se presume garantizar un desarrollo estable y sustentable.
El hecho de esta cumbre mundial es generador de esperanza, pues la humanidad comienza a mirarse como un todo y con un destino común. Pero todas las soluciones se orientan aún bajo el signo del desarrollo, el principal factor generador de la crisis del sistema-Tierra. ?ste tiene que ser cambiado por un «modo general sustentable de vivir», caso contrario asistiremos a una bifurcación de la humanidad, entre los que disfrutan del desarrollo y los que son sus víctimas. No llegamos aún a un nuevo paradigma de convivencia Tierra-Humanidad, forjador de una nueva esperanza.
El futuro próximo, decía el Presidente de la Asamblea, será por la utopía necesaria que precisamos construir para permanecer juntos en la misma Casa Común.
(Trad.: M. Hidalgo)
* Teólogo, filósofo e escritor