1. LO QUE ES, LO QUE PRETENDE SER REDES CRISTIANAS
Identificar lo que actualmente está siendo Redes cristianas (RC), nacida el 22 de abril de 2006, se reduce, como una casa todavía en construcción, a muy pocos cosas, es decir, a su carta de identidad, a su lista de pertenencia, a varios comunicados de prensa, a su esquema de organización interna y al trabajo de preparación de su primera asamblea general.
La Carta de Identidad define los cinco criterios básicos de pertenencia a Redes Cristianas: estilo de vida, forma de comunión, pedagogía de la formación, relaciones externas, apuesta por otro mundo y otra Iglesia posibles.
La lista de pertenencia o de socios recoge los nombres de las más de 150 comunidades, agrupaciones o movimientos que actualmente la integran. No se ha pronunciado aún sobre la posibilidad de adhesiones individuales; tampoco, sobre las peticiones que le están llegando desde fuera del ámbito católico. Hasta el momento, se trata, pues, de agrupaciones y, confesionalmente, de católicos. Los comunicados de prensa emitidos específicamente por RC hasta el día de hoy son solamente dos, uno en cada campo de su actividad prioritaria: «¿Por qué tanta pobreza?» (16.10. 2006), ámbito civil y «Sobre la Instrucción de la CEE «Orientaciones morales ante la situación actual en España» (12.12.2006), ámbito intraeclesial. Su organigrama de funcionamiento es simple, pero práctico: Asamblea General, Asamblea de Representantes y Coordinadora.
Y como final de esta breve lista de elementos identitarios, digamos que está ya en marcha el proceso de preparación de su primera Asamblea General para el 10-11 de noviembre de 2007. ¡Ah! y lo que está resultando todo un éxito es su página web www.redescristianas.net. Esto es lo que, a simple vista, en pantalla, aparece sobre Redes Cristianas.
Pero, desde esta primera imagen resulta difícil apreciar su verdadero calado. Necesitamos pulsar otros botones. Por ejemplo, preguntarnos por lo que se encubre o se revela bajo esas dos mínimas palabras, «Redes Cristianas»; necesitamos acercarnos también al perfil y talante de las personas y agrupaciones que integran esta coordinación, etc. Porque, por debajo de sus elementos más visibles, existe ciertamente una identidad propia, específica. ¿Cuál?
COMENCEMOS POR LAS PALABRAS.
La palabra Red no es precisamente inocua, baladí. Es una palabra escogida, cargada de sentido. Con esta palabra RC quiere expresar una forma muy actual y eficaz de relacionarse entre las personas y entre los grupos sociales que la integran; un modo simple, práctico y eficaz, sin mediaciones inútiles que entorpecen las cosas, ni frías burocracias que esterilizan. Pero, además, la palabra red quiere expresar toda una filosofía: la red que se hace, que se construye presupone la existencia de unos sujetos que entran en relación, impulsados por la cercanía de los intereses que les mueven y la convergencia de los fines que persiguen. Intereses y fines que, en Redes Cristianas, se orientan a la «transformación» radical de las instituciones y estilos de vida que perviven en la sociedad en la que se vive y en la Iglesia a la que por opción se pertenece.
Digamos de paso que, ni la comunión de intereses ni la confluencia de fines disuelven la identidad de los sujetos que se coordinan. O dicho en positivo, la asociación de intereses y la convergencia en los fines, en vistas a una tarea común, refuerzan las propias identidades. Así ocurre con los hilos de un tejido, que, sin confundirse ni disolverse, logran construir entre todos un paño consistente. Esto por lo que se refiere a la red.
Pero esta red está siendo construida por cristianos, y, más en concreto, por cristianos católicos, lo cual le otorga un colorido confesional muy concreto. Digamos que se trata de creyentes cristianos, seguidores, por tanto, de Jesús de Nazaret, desde la pertenencia a una Iglesia, la católica. En este sentido, Redes Cristianas expresa una forma específica y propia de ser y de estar unos grupos cristianos en el mundo y en la Iglesia. Una forma de ser y de estar, que, por su misma presencia es ya provocadora y alternativa. Viven en el mundo y son parte de una iglesia con la incomodidad de estar en fundamental desacuerdo con el modo de relacionarse y de organizarse mayormente en estas dos grandes magnitudes.
El discurso horizontal de estos grupos y la forma de su práctica, partiendo «desde abajo», desde los márgenes, desde los excluidos, choca frontalmente con esa otra forma de discurso único y vertical, jerárquico y dogmático que es tan característico de la sociedad y de las iglesias que conocemos. En el fondo, el estilo de vida de Redes Cristianas y la praxis que intenta poner en acto denuncian y descalifican toda otra forma de vida que pretenda construirse desde el centro, de espaldas a los márgenes y a las fronteras; y denuncia, en consecuencia, esos estilos de praxis que privan de libertad a las personas y crean actitudes de sumisión y dependencia, rompiendo la equidad.
Todavía una última aclaración en este punto. Al hablar de cristianos y de católicos se corre el peligro de considerarlos a todos en bloque. A veces es bueno simplificar, pero frecuentemente la simplificación cae en la inexactitud y hasta en la injusticia. En concreto, decir que todos los cristianos son iguales es, cuando menos, una gran inexactitud. Cristianos son, por ejemplo, los «neocons» que maldirigen actualmente el imperio, con el presidente Bush a la cabeza, y cristianos son también el arzobispo Desmond Tutu (el de la lucha contra el apartheid), o el obispo Pedro Casaldáliga (el de la vida enterrada entre los indígenas del Mato Grosso), o los que se reúnen en la pobrísima parroquia del barrio de Kibera, en Nairobi, y tantos otros sin nombre que se han jugado la vida por la liberación de los oprimidos.
Y, siendo verdad que todos se confiesan cristianos, no es verdad que todos sean iguales. Pero, además de inexacto, puede resultar dolorosamente injusto identificar a todos los católicos con los planteamientos y las prácticas que en tantos frentes mantiene la jerarquía de la Iglesia católica. Afirmar, por ejemplo, que el discurso y la praxis de todos los católicos españoles se ajusta a la mentalidad que frecuentemente refleja la Conferencia Episcopal Española (en cuestiones de bioética y relación con los demás saberes, en cuestiones que afectan a los derechos humanos dentro y fuera de la Iglesia, en la enseñanza de la religión en la escuela pública, en las prácticas sociales y políticas, etc. ), resulta no sólo inexacto, sino también injusto. Gracias a Dios, en todo esto hay un gran pluralismo entre los católicos españoles. Y, aunque todavía son muchos los que ante las posturas jerárquicas se callan por respeto o por miedo, cada día son más los que muestran abiertamente sus discrepancias.
Pues bien, con el respeto debido a las personas y viendo en esto más una tendencia que una categoría, no es difícil descubrir en el primer grupo aquel tipo de cristianismo «confuso y difuso» que no supo o no pudo enlazar con el nuevo espíritu del Vaticano II. Se trata de un cristianismo fundamentalmente ritual y sociológico, heredero de la cristiandad, y hasta del «nacionalcatolicismo. Por su parte, la tendencia representada por Redes Cristianas se sitúa más bien en la pista abierta por Juan XXIII. Una ruta que enlaza con el espíritu de renovación profética, liberadora y transformadora que se ha mantenido «como mecha humeante» siempre en el seno de la Iglesia. Dentro de la Iglesia y de la sociedad quiere mantener una línea crítica y responsable, autocrítica y mayormente propositiva.
2. LAS RAÍCES Y LAS RAZONES DE REDES CRISTIANAS.
¿Por qué aparece ahora Redes Cristianas? ¿Cuáles son las causas, su necesidad y oportunidad, sus raíces? Particularmente tomadas, ninguna de las razones que apuntamos a continuación explica suficientemente el fenómeno; vistas en conjunto, quizás puedan acercarnos a su comprensión. Existen, indudablemente, motivos históricos, coyunturales y teológicos que acompañan este nacimiento. LA RAZÓN HISTÓRICA.
El imperativo del cambio es quizás la razón última que todo lo explica. Porque ante el paso del tiempo, que todo lo convierte en contingente y caduco, la conciencia humana reacciona con la tensión hacia lo nuevo. El cristiano siempre ha visto en esta tensión la presencia del Espíritu que «renueva todas las cosas». La elaboración de los evangelios y la praxis de la primera Iglesia, como se refleja en la Hechos de los Apóstoles y en las cartas neotestamentarias, son una prueba elocuente. La tensión hacia lo nuevo que impulsa la presencia del Espíritu se puede observar también en el desarrollo posterior de la Iglesia. Recordemos, sólo de paso, momentos tan importantes como la renovación monástica de los siglos IV y V, la revolución de los movimientos pauperistas de los siglos XII y XIII, la Reforma Luterana del S XVI, el Vaticano II en siglo XX, la aparición de las comunidades de base y la teología de la liberación surgidas a partir de la Conferencia de Medellín (1968). Son estos algunos de los nuevos «signos de los tiempos», como diría el papa Juan.
En nuestros días, en el Movimiento Cristianos de Base estamos siendo testigos de este paso del Espíritu que invita a la trasformación de las instituciones caducas y a la convergencia entre los seres humanos, sean creyentes o no. Desde este sector que no es jerarquía, pero que se siente profundamente parte sustancial de la Iglesia de Jesús y que está en la base social y teológica, es frecuente el llamamiento en este sentido. Recojo brevemente dos testimonios que me son más cercanos:
· En su presentación, el 31 de mayo de 1986, después de afirmar que hemos decidido asambleariamente constituirnos y organizarnos como Iglesia de Base de Madrid, con estructuras flexibles y abiertas, esta agrupación de grupos y comunidades cristianas expresaba el deseo de ampliar la coordinación a todo el movimiento de base estatal: También hemos manifestado nuestra disposición a ampliar esta coordinación a otros grupos y comunidades de Madrid y del Estado español con planteamientos similares a los nuestros. (Cfr. Documento Programa, 1996).
· Por otra parte, en la presentación del librito Vamos a recuperar la Alegría, en el marco de la XV Asamblea General de la Red Europea de la Iglesia por la Libertad, celebrada en Madrid el 7 de mayo de 2005, se enlaza con esta misma preocupación en varias ocasiones. Cito sólo la 4ª clave: Finalmente, recogiendo el testigo de tantas personas anónimas que, contra viento y marea, siguen creyendo y esperando en Dios y en la Humanidad, necesitamos fomentar y fortalecer una mayor coordinación. Una coordinación en red tanto de los movimientos, grupos y personas de por libre, como de los medios con que contamos. Una coordinación capaz de ir proyectando en la sociedad y en las iglesias un estilo de vida alternativo al actual sistema, y unos valores más cercanos a aquello por lo que estamos luchando: la justicia, la igualdad radical (nunca reñida con la diversidad), la solidaridad y la paz.
LA RAZÓN COYUNTURAL.
No es necesario profundizar demasiado, está en la mente de todas y todos: la Iglesia católica se ha romanizado tanto en nuestros días que ha perdido su catolicidad, se ha sectarizado tanto que está poniendo en peligro su misma universalidad. Así se expresaba en la primera convocatoria para la formación de Redes Cristianas el 30 de julio de 2005: Ante el momento demasiado bronco y crispado que estamos viviendo en este país, son muchos los cristianos de base e intelectuales cristianos críticos, que, no estando de acuerdo con las posiciones puntuales de la jerarquía eclesiástica, abogan por una coordinación amplia y firme de las bases cristianas (movimientos, asociaciones, comités, coordinadoras, media, etc.) que pueda incidir con una voz propia en la esfera pública. Y en la Carta de Invitación al resto de colectivos cristianos de todo el Estado que surgió en dicha reunión se añadía otro motivo, si se quiere, más importante, la crisis: Frecuentemente no nos sentimos identificados con la lectura que hace la jerarquía de los acontecimientos, ni con las propuestas que ofrece para superar los nuevos desafíos.
Percibimos una lectura mayoritariamente parcial y deformada de la realidad, casi siempre negativa, y unas ofertas de fe y de prácticas éticas anacrónicas y fuera del alcance cultural que estamos viviendo. Pues bien, ante la profunda crisis que está atravesando la religión en nuestro contexto occidental y particularmente las crisis de significación de la fe cristiana y de credibilidad de las Iglesias, todas y todos los creyentes cristianos estamos llamados a dar alguna respuesta.
LA RAZÓN TEOLÓGICA.
Para un cristiano, abierto a los nuevos signos de los tiempos, no le puede resultar extraña la siguiente pregunta ante el esfuerzo de coordinación que se está haciendo: ¿qué significa todo esto desde el punto de vista de la fe?
Pues bien, si la historia religiosa nos ha enseñado a ver rastros de Dios en elementos tan insospechados como una zarza ardiendo (Moisés), el nacimiento de un hijo inesperado (Abraham), los ritos bautismales de Juan en le río Jordán, el ayuno de Jesús en el desierto de Judá, etc. ¿por qué no ver un rastro o pista de Dios en estos intentos de renovación y convergencia de los cristianos de base? ¿No hay aquí también una apuesta por la autenticidad de la fe al estilo de la mejor tradición de los movimientos renovadores que se han dado en la historia de la Iglesia? Pues sí, necesitamos actualizar la hermenéutica para descubrir en todo esto un paso, mejor, un extrañamiento de Dios y, consiguientemente, un lugar teológico. También aquí hay una «experiencia de Dios» que convierte nuestra coordinación, mirada con ojos de fe, en un lugar teológico.
Sólo enuncio estas tres claves para empezar a abrir los ojos:
+La clave evangélica para recuperar textos que todas y todos nos sabemos de memoria. Como estos: donde están dos o tres reunidos en mi nombre, allí estoy en medio de ellos (Mt 18,20; 25, 40. Hch 2, 1-4, 44; 4,32)
+La clave eclesial o la praxis de la Iglesia. Desde el Primer Concilio de Jerusalén hasta muy avanzados los siglos, la Iglesia se ha reunido para analizar los conflictos internos, para responder a los nuevos retos, para hacer nuevos proyectos. De ahí los encuentros, los sínodos, los concilios. Es verdad que a partir de Constantino todo esto se fue viciando y pervirtiendo por el control político sobre el cristianismo y el virus del poder. Poco a poco se fue apagando el «sensus fidelium» que era el sentido común de los cristianos. Pero, aun con todas esas deformaciones de por medio, no dejó de mantener que allí donde se dan gestos de comunión, de encuentro, de coordinación allí está Dios. Y esos lugares de extrañamiento de Dios se convierten para el creyente en lugares teológicos.
+Clave de humanización alternativa. Porque lo que intenta la coordinación es recuperar la igual dignidad de todos y todas en la sociedad y en la Iglesia. Lo que supone superar, de una parte, la discriminación y la exclusión de los más débiles, e ir desarro-llando, a su vez, un sentido societario y comunitario del ser humano contrario al espíritu individualista y clasista que propugna el neoliberalismo globalizado. «Globalizar la humanidad», dirá P. Casaldáliga, es ponerse en la pista del Dios cristiano quien, en la encarnación o «kénosis», se extraña de si mismo para elevar a la humanidad a la plenitud de sus potencialidades.
3. GLOBALICEMOS LA DIGNIDAD HUMANA:
I ASAMBLEA GENERAL DE REDES CRISTIANAS
Convocada la I Asamblea General, Redes Cristianas está inmersa ahora en un fecundo proceso de asamblea cuyo final está previsto en Madrid para los días 10-11 de noviembre de 2007. Aunque, como toda esta suerte de encuentros masivos cuentan siempre con una carga de burocracia administrativa y logística, se pretende, no obstante, aligerar al máximo estas cargas y dotarla de un sello propio y característico. Destaco solamente los dos elementos siguientes:
1. El perfil o sello de la asamblea.
Se pretende que la asamblea respire un aire festivo y lúdico -un evangelio de la buena noticia desde la frontera y desde los márgenes, como ocurrió en la Galilea de los comienzos- y que se disponga a celebrar la dimensión mística de la vida. Con esta apuesta como telón de fondo, la Asamblea se propone conjugar estos dos planos: compartir, por una parte, las experiencias que se están teniendo en los grupos de base con la intención de llegar a un mejor conocimiento mutuo entre sus miembros, y formalizar, por otra parte, algunos elementos programáticos que fomenten el encuentro y la convergencia de todos los miembros en algunos gestos y compromisos comunes de transformación social y personal.
Pretende también la asamblea no reducirse a un único gesto puntual, (con lugar y fecha de caducidad), sino, más bien, algo semejante a un proceso temporal y participativo en la construcción de propuestas y la articulación de los grupos (asamblea-proceso) que finalice en un encuentro masivo donde todas y todos tengamos ocasión de vernos las caras (asamblea-evento) y proclamar juntos los acuerdos alcanzados.
Se intenta elaborar el programa de la asamblea (los contenidos) con imaginación y creatividad, haciendo presentes, durante todo el proceso, los desafíos mayores que, como seguidores de Jesús de Nazaret, estamos encontrando en la cotidianeidad de cada día y lugar.
2. La temática y los elementos programáticos
El tema marco o eje central de la asamblea será éste: Globalicemos la dignidad humana. En este tronco general, como las ramas de un mismo árbol, se irán insertando creativamente los talleres (que expresan diferentes ángulos del tema general) y los elementos programáticos para orientar la vida y la praxis de todos los colectivos integrantes de RC hasta la siguiente asamblea.
El panel de talleres a desarrollar está ya muy avanzado. El elenco de temas y los grupos que los van a asumir está ya casi completo. Aunque las listas sigan aún abiertas, podemos señalar algunos de los temas elegidos: Inmigración, el mercado global, lectura de la historia desde los vencidos, movimiento altermundialista, diálogo interreligioso, democratización y derechos humanos en la Iglesia, comunión y pluralismo eclesial, otra espiritualidad, sexualidad y nuevas relaciones de género, homosexualidad y evangelio, el papel de la mujer en la Iglesia como generadora de esperanza, etc.
En cuanto a los elementos programáticos, a todos los grupos integrados en RC se les ha pedido responder, desde su propio contexto, a la siguiente cuestión: Teniendo en cuenta, por una parte, los cinco objetivos que nos hemos dado en la Carta de Identidad, y, teniendo en cuenta, por otra parte, el tema general de esta I Asamblea («Globalicemos la dignidad humana») que historiza o contextualiza esos mismos objetivos, ¿qué gestos creéis que deberíamos ir haciendo en RC para globalizar la dignidad humana en la Iglesia y en la ciudad global en que vivimos? O dicho de otro modo, ¿qué elementos de programación señalaríais, como mínimos, capaces de ser asumidos por todos los colectivos y personas de RC hasta la siguiente asamblea?
Acabo, aunque la respuesta a este tipo de convocatorias masivas es siempre imprevisible, a la vista del interés que está suscitando el proceso que vamos siguiendo, se respira un razonable optimismo y se espera de la I Asamblea algunas propuestas y compromisos prácticos y realistas para hacer frente colectivamente a los desafíos que, como seres humanos y creyentes cristianos, tenemos planteados en nuestros días.