Francisco y Nietzsche. Cuando el Papa necesitó del premio nobel -- Leonardo Belderraín (Buenos Aires)

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Enviado a la página web de Redes Cristianas

Corrían los años ochenta, yo me había ordenado sacerdote y era secretario de monseñor Plaza; un día lo llamó el periodista B. Neustadt para preguntarle si conocía a Pérez Esquivel, que lo acababan de hacer premio nobel. Mi obispo respondió: -lo único que sé de ese hombre, es que estuvo preso. Se refería a un encarcelamiento momentáneo que había tenido el arquitecto, en su lucha por los
derechos humanos, en tiempos de la dictadura militar.

Le señalé con simpatía, porque me quería mucho: -oiga monseñor Jesús también estuvo preso y eso no lo descalifica.
Treinta y tres años después, el nuevo papa le agradece a aquel premio Nobel, haberlo defendido de los que lo ensuciaron. En reailidad como dijera el papa Ratzinger, ¿quienes hacen de diablo para la iglesia, los obispos como aquel platense o Verbitsky? No lo sé pero ha habido un notable corrimiento del poder.

Durante muchos años se opuso el hombre fuerte de Nietzsche (la bestia rubia), al hombre solidario debil que propugnó el Cristianismo. Tales visiones, en este papa, ahora parecen reconciliables. Se puede ser un hombre fuerte y creativo, viviendo sumergido en culturas de la pobreza, de la persecución y del descrédito

Como dijera Nietzche: el secreto para recoger de la existencia los mayores frutos y el mayor gozo es: «vivir peligrosamente».
Curiosamente, quien vivió con mayor intensidad estas máximas nietzscheneanas, mucho antes que el propio Nieztsche las elaborara, fue Francisco de Asís, desde su experiencia mística; y este papa, como dijera José Kentenich, es un audaz en el riesgo.

Cuenta San Buenaventura que se encontró con el santo de Asís un hombre a quien el cáncer le había desfigurado la cara. El enfermo intentó arrodillarse a sus pies, pero Francisco se lo impidió y le dio un beso en la cara, y aquél quedó instantáneamente curado. Y la gente decía: «No se sabe qué admirar más, si el beso o el milagro». En general el milagro es – como dice Nietzsche – asumir con crudeza los vacíos y momentos de auténtico placer que pueden darse en el presente; sólo ahí
está nuestra salvación y la sana catarsis de otros meta-relatos de salvación, que son sólo espacios de ensoñación, también para un auténtico Cristianismo.

La tradición dice que fue San Francisco declarado santo por el pueblo, antes que el Sumo Pontífice le concediera ese honor, y que si se hiciera una votación entre anglicanos o luteranos y pentecostales muchos estarían de acuerdo en ello. Todas las religiones lo valoran.

Para algunos historiadores es el verdadero fundador del vitalismo (vitalismo es la corriente filosófica nacida con Schopenhauer, que llevo a su máxima expresión Nietzsche). Lo quieren los pobres, porque vivió en total pobreza, pero con alegría. Lo estiman los ecologistas porque fue amigo de aves, peces, flores, agua, del sol, de la luna y de la madre tierra.

En «Mas allá del bien y del mal», señala Nietzsche que el hombre no consideró a los animales sino que los dominó y no se vio a sí mismo como animal. La comunicación con los animales es inmediata cuando el hombre alcanza un grado de liberación tal que se aparta de las ideas y temores supersticiosos y religiosos, y olvida hablar de la salvación del alma. Y Francisco la vivió en su camino espiritual. Hoy este Francisco necesita del premio Nobel y de otros hermanos que señalen que no es un traidor y a la iglesia no le piden los militares que diga quienes son los buenos. ¿No estaremos todos, sin darnos cuenta, Jaliks, Verbitsky, Bergoglio, Esquivel, Meijide, Cristina… entrando en el gran abrazo de fraternidad que trajo Asis? Si no fuera así
construyámoslo, por bien, recordando que los que ayer no fueron comprendidos hoy pueden ayudar a comprender.

Leonardo Belderrain capilla santa Elena parque Peryra Iraola Argentina