La feminización de la pobreza es un concepto que define el creciente empobrecimiento material de las mujeres, el empeoramiento de sus condiciones de vida y la vulneración de sus derechos fundamentales, señala Rosa Cobo, profesora de Sociología de la Universidad A Coruña, en España. La mayoría de las mil 500 millones de personas que sobreviven en el mundo con menos de un dólar al día son mujeres. Y en el último decenio, la brecha que divide a mujeres y hombres inmersos en la pobreza ha crecido.
Del total de salarios que ganan los hombres en el mundo, las mujeres sólo reciben la mitad de esa cifra.
Es común que las que se encuentran en situación de pobreza no tengan acceso a recursos importantes como los préstamos, la tierra y la herencia. Su trabajo no es recompensado, ni reconocido.
Asimismo, las mujeres se encuentran entre la población que más carece de servicios como la salud y derechos básicos como la educación.
La pobreza es un factor que limita su acceso a los recursos y servicios que podrían mejorar su nivel de vida.
Y, si bien es cierto que está creciendo el número de mujeres que se insertan en el mercado de trabajo global, también lo es que este proceso se está realizando bajo condiciones laborales que no cumplen con las garantías que por derecho deben recibir las y los asalariados, como la seguridad social y un sueldo digno.
Las mujeres reúnen las condiciones que pide el nuevo mercado laboral global: personas flexibles, con gran capacidad de adaptación, a las que se pueda despedir fácilmente, dispuestas a trabajar en horarios irregulares o parciales, a domicilio.
Al respecto, la feminista Saskia Sassen sostiene que los programas inherentes a las políticas neoliberales, no sólo feminizan la pobreza sino la supervivencia.
En su opinión, la producción alimenticia de subsistencia, el trabajo informal, la emigración o la prostitución son actividades económicas que han adquirido una mayor importancia como opciones de supervivencia para las mujeres.
La globalización, en su versión neoliberal, es un proceso que está ahondando cada vez más la brecha que separa a los pobres de los ricos. Sin embargo, no se puede desconocer que las grandes perdedoras de esta nueva política económica son las mujeres, reitera Rosa Cobo, en su trabajo Feminización de la pobreza.
Hasta la fecha, con las medidas de acción positiva se ha encontrado la forma de desarrollar políticas que han permitido debilitar tanto la explotación económica y la subordinación social de las mujeres.
Frente a la pobreza de las mujeres y una inmigración femenina en ascenso situada mayoritariamente en: la prostitución, el servicio doméstico y en otras tareas mal pagadas definidas como nuevas clases de servidumbre, no se puede negar la necesidad de que se amplíen las políticas sociales, concluye Cobo, de tal manera que las mujeres puedan acceder de otra manera al mercado de trabajo y obtengan mayores beneficios.