?tica en la acción política -- Fernando Bermúdez López

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1.¿ES IRRECONCILIABLE LA ?TICA CON LA POLÍTICA?
Vivimos inmersos en una profunda crisis histórica que afecta no solamente a la economía y al mundo de las finanzas, como se nos quiere hacer creer. Están en crisis las mismas estructuras de la sociedad. Por eso podemos decir en verdad que es una crisis de humanidad, que abarca todas las dimensiones de la vida: la realidad personal, social, política, ecológica, cultural, ética y espiritual.

Las causas de esta crisis histórica son múltiples y complejas. Manifiestan la decadencia de valores en la sociedad actual. Se han incrementado las conductas violentas, la especulación y la corrupción en los negocios, la competitividad ambiciosa, la desconfianza, el individualismo que nos hace cada vez más insolidarios, el consumismo desenfrenado y el hedonismo.

A todo esto se suma el drama humano: la creciente y escandalosa agudización de la brecha entre el mundo rico y el mundo pobre. Nunca ha habido tanta riqueza como existe hoy día y, sin embargo, crece el número de empobrecidos. Los últimos datos hablan de mil millones de seres humanos pasando hambre en el mundo. Estos días el mundo ha conocido, con el terremoto, la situación de extrema pobreza que vive Haití.

No solamente la crisis afecta al ser humano. Golpea también a la tierra. En aras del lucro y del «desarrollo» se están explotando irracionalmente los recursos de la naturaleza y contaminando el medio ambiente, que es la causa fundamental del cambio climático, porque «en un mundo finito no podemos crecer de manera infinita», dice Joan Surroca. Los gobernantes no son capaces de ofrecer una alternativa que saque a la sociedad de esta crisis. Copenhague fue un fracaso.

En las naciones «democráticas» se van sucediendo partidos y gobiernos, los cuales responden, salvo algunas excepciones, a los intereses del poder económico y sobre todo de las corporaciones financieras multinacionales, que desde la sombra tiran de los hilos y controlan a los gobiernos. Las campañas electorales, en gran medida, se presentan como una burla al pueblo. El grupo político que más responda a los intereses del gran capital y posea recursos económicos y control sobre los medios de comunicación, es el que tiene las mayores posibilidades de ganar las elecciones.

Se lee y escucha en los medios de comunicación que existe una decadencia de valores éticos en la población española y en los líderes políticos, tanto en los que ocupan algún cargo público como en los de la oposición. El Congreso de los diputados se ha convertido en un espacio de lucha de poder, demagogia y confrontación partidaria. No hay criterios serios y maduros a la hora de hacer política. No hay ética. Se utiliza la política para buscar intereses personales o sectoriales, ascender a cargos y lograr privilegios económicos. Hemos sido testigos de casos de corrupción que han envuelto a altas autoridades políticas en distintas comunidades autónomas, sobre todo en Valencia, Madrid, Murcia, Cataluña y Andalucía.

La oposición política en España, concretamente del Partido Popular, no parece tener propuestas serias, eficientes y convincentes. Sólo protesta, pero no propone. En vez de arrimar el hombro para buscar juntos soluciones a los problemas del país, crea más división y confusión entre la ciudadanía. Parece que le interesa más el partido que el bien de la nación.

Da la impresión de que la política y la ética son irreconciliables. La política se ha convertido en «politiquería», es decir en un sucio juego de intereses de poder y de ambición económica.

La crisis de valores en la política se refleja en el sistema mismo, caracterizado por la ambición, la corrupción, la impunidad, la mentira, la injusta distribución de la riqueza, la falta de sensibilidad frente al sufrimiento de los pobres y la violación a los derechos humanos. Cada vez más, las viejas estructuras políticas se ven envueltas por una crisis de valores que indican su inviabilidad.

En la política internacional impera la ley del más fuerte, se viola el derecho internacional y el más elemental sentido de humanidad. Se impone la guerra como medio de solución de conflictos por encima de la razón y del diálogo.

Ahí tenemos, como muestra de ello, las guerras de Afganistán e Irak, el sangriento genocidio de la República Democrástica del Congo, la ocupación de los territorios palestinos y la construcción del muro por Israel, el abandono por parte de la Unión Europea y Estados Unidos de las demandas del heroico y paciente pueblo saharaui que, pese a las resoluciones de la ONU para la realización de un referéndum, Marruecos persiste en la ocupación y represión??

Se impone la fuerza militar como medio de solución de conflictos, desconociendo el sentido de la razón y del diálogo. Toda esta realidad es un indicador de la descomposición social y de la degradación de los valores éticos que envuelve a la humanidad y afecta a toda la realidad humana.

Frente a esta realidad no podemos permanecer indiferentes ni neutrales. Desde la ética más elemental y desde la fe cristiana, hemos de optar por la justicia al lado de los empobrecidos, y desde ahí soñar y luchar por otro mundo posible en donde todos tengan oportunidad de una vida digna.

Hoy asistimos a una lucha cosmovisionológica. Por un lado, una corriente que se resiste a abandonar las viejas concepciones y estructuras socioeconómicas y políticas que han caracterizado a la sociedad en beneficio de unas minorías, que coincide con el pensamiento «cristiano-occidental». Y por otro lado, visualizamos otra corriente, cada vez más extendida a lo largo y ancho del planeta, que busca la construcción de otro mundo posible, más humano, más justo y respetuoso con el medio ambiente, con un pensamiento plural. Y esto es un signo de esperanza.

Hay cosas que están muriendo y otras que están naciendo. Participamos, sin duda, en el ocaso de una época y en el alumbramiento de una civilización nueva, cuyos datos y creencias aún están confusos y mezclados con las formas de un sistema desfalleciente.

2. SENTIDO ?TICO DEL PODER

El poder es un componente necesario de la vida de la sociedad. Su ausencia provoca graves trastornos sociales. Sin embargo, la experiencia muestra que el poder político, con frecuencia, ha sido causa de dominación, corrupción, represión y muerte. Es por eso que el poder político se hace sospechoso para mucha gente y se visualiza como algo negativo y malo. Un pensamiento muy común es que «el poder corrompe».

Sin duda que el poder es una de las grandes ambiciones del ser humano. Siendo esto así, surge un interrogante: ¿es ético aspirar al poder? Cuando se habla de política el poder está en el centro del debate. Los grandes empresarios se organizan para mantener el control del poder político, y también las organizaciones sociales y movimientos de izquierda que buscan una sociedad más justa, se organizan para alcanzar el poder y desde ahí realizar los cambios que anhelan.

No podemos negar la realidad del poder. Hay hombres y mujeres que tienen capacidad de mandar y consiguen de hecho imponer su voluntad. Los que tienen poder con frecuencia se aferran a él e incluso llegan a considerarse caudillos imprescindibles, sean de derecha o de izquierda.

Los creyentes miramos a Jesús, quien debe ser siempre el referente en nuestra vida. ?l presenta otra visión del poder. Rechaza ser proclamado rey. Aunque reconoce la legitimidad del poder, no lo quiere para sí mismo. Esta actitud desconcertó y escandalizó a las autoridades de Israel y también al pueblo que esperaba que él fuera su libertador. No podían comprender por qué no quería el poder. En realidad, Jesús constituyó un poder paralelo y alternativo, diferente a todo poder establecido. Su poder no se basa en la fuerza y el dominio de los demás sino en la libertad, el amor y el servicio. Tampoco Jesús se somete al poder injusto del Consejo de los judíos.

?l es libre frente al poder. Denuncia con fuerza el mal uso del poder de las autoridades. Las ataca frontalmente, diciendo al pueblo que aquellos que tienen por dirigentes no son más que unos hipócritas y ladrones. Es libre, asimismo, frente a la autoridad civil y militar. Al rey Herodes le llama «zorra» y al gobernador romano Poncio Pilato le dice tajantemente: «Tú no tendrías poder si??».

Jesús le da otro giro al poder. Señala que «Los jefes de las naciones se creen dueños de ellas y las tiranizan con gran poder, pero entre vosotros no ha de ser así. El que quiera ser el primero, hágase el servidor de los demás??»(Mc 10,42-45). A los primeros los coloca los últimos y a los últimos los primeros. Desmonta el sistema piramidal existente por injusto e inhumano. Y llama a crear un nuevo estilo de organizar la sociedad fundado en la justicia y en la solidaridad.

Jesús no pretende suprimir el poder sino darle una dimensión nueva, es decir, el poder es un servicio, que conlleva una gran responsabilidad y sacrificio. Viene a decir: el que aspire a ocupar un cargo lo haga motivado por amor al pueblo, particularmente a los más pobres, y con un gran espíritu de servicio, de entrega y generosidad.

Hablar de la ética del poder nos obliga a desenmascarar las tentaciones a las que éste está expuesto, tanto en la política, en la economía como en la religión. Señalo algunas, que a mi juicio más sobresalen:

-La tentación de la prepotencia y afirmación del poder por el poder. Los que lo detenta llegan a pensar que son superhombres, se consideran infalibles, que todo lo que hacen es bueno y que tienen autoridad absoluta sobre los ciudadanos.

-La tentación de controlar las fuerzas económicas, de manera que los poderosos llegan a considerarse con autoridad para disponer de los recursos del Estado. El propio poder se deja manipular por las clases ricas y poderosas.

-La tentación de controlar y dominar las ideas y la cultura. Imponer el «pensamiento único» a través de la difusión de mentiras y de poner obstáculos a la verdad. Para ello trata de controlar y utilizar los medios de comunicación.

-Otra tentación es la misma lucha de poder, que conlleva actitudes sucias y mezquinas con el fin de abrirse camino y ascender a puestos políticos. No tanto importa el bien del pueblo cuanto sus intereses personales.

El fundamento de la autoridad no es otra sino lograr una sociedad con justicia social y evitar la explotación humana. El poder político auténtico radica en la defensa de los más desfavorecidos. Su sentido radica en ser instrumento de liberación. Cuando no cumple este papel, la autoridad pierde legitimidad. Los que detentan el poder para utilizarlo en beneficio propio explotando a los trabajadores y privilegiando a la minoría poderosa, no sólo pierden legitimidad sino que destruyen los fundamentos de la autoridad.

En conclusión, el poder se humaniza cuando asume una actitud de servicio y de búsqueda de la libertad y del bien común, cuando busca el consenso de todo el pueblo y posibilita una participación efectiva. Un poder así no tiene necesidad de usar las armas ni la represión porque su arma es de carácter moral.

3. DEMOCRACIA Y PARTICIPACI?N POPULAR

Para evitar que los políticos caigan en estas tentaciones, que desacreditan al mismo político y sobre todo dañan al pueblo, es necesario que la sociedad civil esté organizada en movimientos sociales y populares para reivindicar su derecho constitucional. El verdadero soberano es el pueblo, como señala la Carta Magna (Art. 1, 2).

Desde el punto de vista ético no podemos desligar poder y democracia, porque ésta es el poder del pueblo, para el pueblo y por el pueblo. La palabra democracia viene del griego, que significa «poder del pueblo», o gobierno del pueblo.

Hay dos formas de entender la democracia: Una es la representativa. El pueblo elige a sus representantes mediante el voto, y una vez electo el gobierno, el pueblo se limita a obedecer. Pierde su voz y su capacidad de decisión. Este es el modelo de democracia que el sistema capitalista nos ha impuesto, y que muchos partidos socialistas también han caído en ella. Es una tergiversación de la democracia y una forma de engañar al pueblo.

El otro modelo de democracia es la participativa, que no sólo es el derecho del pueblo a elegir a sus representantes sino también y sobre todo, a controlar el modo de ejercer el poder y a participar en la gestión pública mediante asociaciones, consejos, sindicatos, comisiones de auditoría social o de incidencia política, plataformas que echo de menos en la sociedad civil española. Esta sería la democracia auténtica, no la que se nos ha impuesto, en la que el poder es controlado por el sector poderoso de la nación o por la clase política. Ningún sistema sería verdaderamente democrático si el poder no está controlado por un poder popular libre y eficiente. Habrá democracia verdadera cuando todo el pueblo tenga oportunidad de participar, a través de las organizaciones sociales, en las decisiones públicas.

Se precisa una democracia que apunte hacia la consolidación de la libertad, la justicia social y el bien común, con amplia participación de la sociedad civil, de los diversos sectores sociales y populares: foros ciudadanos, sindicatos, asociaciones de mujeres, maestros, estudiantes, profesionales, ONG?s??, ejerciendo la incidencia política.

4.- ?TICA DEL LIDERAZGO

¿Es posible una sociedad sin líderes? El ideal de sociedad sería aquella en la que no fuera necesario ningún líder porque cada quien asume su responsabilidad, su liderazgo, al servicio del bien común. Pero la humanidad no está madura para este ideal de sociedad. Es por eso que la realidad demanda que entre la sociedad civil organizada surjan hombres y mujeres que asuman un liderazgo. Ahora bien, este liderazgo debe ajustarse a la ética social, de manera que el líder «mande obedeciendo al pueblo», en palabras del presidente boliviano Evo Morales. Lo que equivale a decir que el protagonista de los destinos de una sociedad es el pueblo organizado. De ahí la necesidad del empoderamiento individual y colectivo mediante el desarrollo de la sociedad civil organizada. En una democracia participativa todos somos líderes y corresponsables.

En España siento que hay una crisis de liderazgo, tanto en el pueblo como en los políticos. Somos muy dados a criticar al oponente, pero sin ofrecer propuestas serias. Es bueno y necesario ser críticos con el poder establecido, sea del color que fuere. Ser críticos no significa oponerse a los planes de los gobernantes para desacreditarlos, sino apoyarlos en todo lo que beneficie al pueblo, pero al mismo tiempo cuestionando los errores que cometan para que cambien de rumbo. A esto le llamamos «crítica constructiva», cosa que echamos de menos en la oposición española actual, que sólo ataca sin ofrecer propuestas que favorezcan al pueblo trabajador.

Dejando por sentado que el liderazgo pertenece a toda la comunidad, vamos a dibujar el perfil de un buen líder, sea gobernante o de la oposición, desde la perspectiva de la ética. Describimos el ideal de líder político. ?ste debe ser una persona:

+Profundamente humana y humanista

+Honesta, sincera y coherente consigo misma y con los demás.

+Responsable, generosa y con espíritu de sacrificio, que no hace las cosas por obligación sino por convencimiento.

+Que tenga credibilidad e infunda confianza en el pueblo.

+Que tenga conciencia y sensibilidad social.

+Que sea crítica de la realidad local, nacional e internacional.

+Que no sea dogmática. Firme en sus convicciones político-sociales, pero tolerante y abierta al diálogo.

+Autocrítica y con capacidad de corregir actitudes, líneas de pensamiento y prácticas políticas.

+Que tenga sensibilidad ante el sufrimiento de la gente.

+Que tenga espíritu solidario con los de cerca y más allá de las fronteras.

+Que sea una persona con espíritu internacionalista, abierta a todos los pueblos y culturas.

+Que sea una persona respetuosa con todos, incluso con los que no piensan como ella.

+Con valores éticos y morales bien arraigados, libre de intereses personales, grupales o partidistas.

+Que mande escuchando al pueblo y a sus bases sociales organizadas.

+Disponible para servir y dedicar lo mejor de sí al servicio de su pueblo.

+Coherente entre lo que dice, vive y hace. Y que su ideología esté en armonía con sus actitudes y práctica.

+Que sea democrática y respetuosa con las decisiones de la comunidad.

+Amante de la verdad y de lo que es justo.

+Que no sea oportunista y manipuladora, y que tampoco se deje manipular por otros.

+Que no busque protagonismos ni personalismos.

+Que priorice el bien de la nación por encima de intereses de su organización o partido.

+Que busque siempre el bien común con una opción preferencial por los más pobres y excluidos.

+Que tenga capacidad de perdonar y que sea agente de reconciliación

+Que ante la realidad local, nacional e internacional tome una clara y firme opción por el proyecto de vida del pueblo frente al proyecto de muerte de la oligarquía y del imperio.

+Que sea una persona amante del estudio y del análisis socio-económico, político, cultural y ambiental.

+Que sea respetuosa y defensora de los derechos humanos, socioeconómicos, políticos, culturales y ambientales.

+Persona amante y defensora del medio ambiente.

+Que sea profundamente respetuosa de las creencias de los demás.

+Austera en su forma de vida personal, dado el contexto de crisis que se vive.

+Persona madura y decidida para enfrentar los conflictos.

+Que contagie ánimo y esperanza.

+Que propicie la unidad.

+Que tenga buen carácter, amable y cortés con todos y cree un clima de confianza.

Este es un perfil ideal, lo cual no quiere decir que todo buen líder deba reunir la totalidad de estas características. Sin embargo, ahí está como un referente, un ideal al cual se debe aspirar. Sin duda que este perfil coincide más con los ideales y objetivos programáticos de la izquierda que con los de la derecha.

5.- RELACI?N ENTRE ?TICA Y UTOPÍA

Hay políticos que abogan por la separación entre ética y política. Dicen que son dos cosas que no hay que entremezclar. ¿Qué ocurre cuando la política se separa de la ética? Que la política se reduce a una lucha incontrolada por el poder y a una visión economicista y materialista de la sociedad.

La utopía es un ideal. Está en el deseo de todo ser humano auténtico y consciente de la realidad social. Por eso utopía es equivalente a un sueño, un deseo, un anhelo y una esperanza. Es la proyección de las aspiraciones más nobles y sinceras que brotan del corazón humano.

El ser humano está abierto y camina en busca de su verdadero ser, de la patria nueva, donde nadie ha conseguido llegar todavía, como dice Juan José Tamayo. La utopía no es realizable en el momento histórico presente, pero ello no significa que no sea realizable en ningún momento histórico.

Por eso, en primer lugar, la utopía tiene un carácter histórico, social y político. Se presenta como un proyecto alternativo capaz de generar vida y bienestar para todos y todas. La sociedad dominante de carácter neoliberal genera bienestar sólo para una minoría. Es por eso que no tiene viabilidad, ha llegado a su tope, sólo produce más pobreza para las grandes masas de la humanidad y más violencia. Este sistema es la muerte para los pobres de la tierra y la destrucción del planeta. Y en segundo lugar, la utopía proporciona a la lucha social y política concreta de cada día, el horizonte de futuro.

De ahí que la utopía ejerce dos funciones fundamentales, una de crítica y autocrítica permanente, para no estancarse, ni instalarse, ni caer en actitudes antiéticas. Y otra de búsqueda de alternativas, pues la lucha por transformar la realidad es un proceso que tiene su capacidad transformadora en las mediaciones. La utopía se presenta como una energía para transformar la realidad social existente. Por eso la utopía se opone a toda actitud conformista o derrotista. Juan Vandeveire afirma que «necesitamos pensar una sociedad utópica, sin los males que adolecen en el presente, para tener un norte donde dirigir nuestros esfuerzos de transformación».

Si en la historia ha habido cambios positivos es porque ha habido utopías. Desde este punto de vista se puede decir que la utopía es un motor de la historia que nos mantiene en pié de esperanza provocando y movilizando nuestra imaginación y nuestras luchas por un mundo más humano.

Históricamente, la derecha se ha manifestado antiutópica, o dicho de otra manera, es materialista, se concentra tan sólo en el desarrollo económico, en la producción, el mercado y el consumo, excluyendo a las grandes masas de empobrecidos. Sin embargo, el movimiento de izquierda auténtico genera utopía porque sueña con una sociedad en donde todos los hombres y mujeres quepan en igualdad de condiciones.

Si bien, hay que señalar que cuando la izquierda ha abandonado la ética y la utopía en la acción política ha caído en el mismo pecado que denunciaba en el capitalismo. La desaparición de la Unión Soviética, en gran medida, se debe al abandono de la ética y la utopía.

Tal vez nunca vamos a alcanzar la plenitud de nuestros sueños. Pero estamos igualmente convencidos de que la utopía nos fortalece y moviliza hacia la nueva humanidad que soñamos.

A modo de conclusión, diría que se nos plantea varios desafíos apremiantes. Estos son:

Reconstruir la ética en las bases de la sociedad (asociaciones de todo tipo, centros educativos, sindicatos, iglesias??).

Exigir a los dirigentes políticos que actúen con ética, siendo tolerantes con las equivocaciones que cometan, pero intransigentes con sus faltas de ética.

Avivar la esperanza en la utopía de un mundo diferente. Denunciar con fuerza los actos de corrupción y demás actitudes antiéticas.

Fortalecer la sociedad civil, organizada a todos los niveles, con conciencia social y crítica, de manera que ejerza su papel de auditoría social y política frente al poder. Si transitamos este camino, habrá un futuro esperanzador.