En pocos días más empezará el cónclave. Ciento quince ancianos asumen la responsabilidad de elegir a quien deberá ser el guía de la iglesia católica, que también es anciana porque lleva sobre sus espaldas unos 1700 años de historia. Antes de eso fue, por 300 años, un conglomerado de comunidades cristianas que se organizaban en diferentes poblados humanos del medio oriente.
Demasiado peso para correr.
Pero es un iglesia que a pesar de su propia edad y la edad de los electores papales, padece el trauma de la necesidad de sentirse joven. Sueña con andar por el mundo vestida de deportista, con zapatillas livianas, lentes para el sol y gorra de béisbol. Pero la realidad es que se viste de capisayos, túnicas, capas recubiertas de filigranas y granulados,casullas, dalmáticas y mitras punteagudas. Muy poca agilidad tendrá con esas vestimentas anacrónicas para correr a la par de un siglo XXI que goza en andar desnudo: de ropas, de tradiciones éticas y hasta de principios de convivencia.
¿Cómo será el nuevo guía de la comunidad católica en el redondo mundo? Me parece que si no se despoja del peso de los ritos principescos, de los cultos impactantes, de los tesoros propios de museos más que de una iglesia peregrina, de una teología medieval, de unas reglas morales herméticas y de un sistema imperial de gobierno, cualquier personaje que asuma el pontificado romano será más de lo mismo.
La barca de Pedro no puede llevar tanto peso histórico sin peligro de hundirse y los navegantes quedar manoteando en alta mar pidiendo a Cristo que les tienda su brazo, como aquella vez en el humilde lago de Galilea.
¿Tendrá el nuevo Papa la sabiduría y la energía para alivianar la nave?
Lo que dijo Malaquías.
Porque, además, hay gente ingenua que cree que se trata del último Papa y, entonces, hay que desbrozar el campo de tanta maleza, para estar preparados para el juicio final. Así se cumpliría la profecía o la fábula atribuida a un tal san Malaquías.
Todo esto ha traído una ola de conjeturas acerca de la sucesión: se lanzan nombres al ruedo como si fuera una campaña política o una competencia de suerte. El gran argumento, que de raciocinio tiene nada porque es pura fe, es que el Espíritu Santo actúa en esas ocasiones. Pero lo concreto es que al Papa lo eligen los cardenales, hombres de carne y hueso, y que el Espíritu Santo sin duda debe estar presente, pero para cuidar a la Iglesia de las elecciones hechas por los cardenales.
Ahora, otra vez el colegio cardenalicio es fuertemente europeo y con clarísima connotación tradicional (no de Tradición sino de tradiciones): hombres ?seguros?? en la doctrina clásica a la que le cuesta una barbaridad entrar en un diálogo sereno, respetuoso y confiado (de tú a tú) con el mundo moderno; hombres ?fuertes?? en legislación y, al parecer, con más pastoral de escritorio que pastoral de la calle, allí donde realmente están las gentes que andan preguntando por Dios; hombres buenos y hasta santos, pero también algunos de ellos un tanto manipuladores y arribistas. De todo hay en la viña del Señor. De solo pensar que estamos en la sede vacante en manos del cardenal Angelo Sodano se producen escalofríos.
Siempre que hay elección de nuevo Papa aparecen también muy difundidas las llamadas ?profecías de Malaquías??. Según ellas, el próximo Papa tiene un título latino muy curioso: ? Petrus Romanus??.
¿Qué querrá decir Malaquías con esto?
Nadie lo sabe. Y creo que Malaquías tampoco.
¿Quién fue Malaquías?
¿Pero quién era este señor que dejó escritos estos títulos definiendo a los pontífices de la Iglesia?
Malaquías nació en Irlanda, a comienzos del s. XII, de familia pudiente y cristiana.
Se educó a la sombra del abad Imario, en Ardamaca, y fue ordenado presbítero a los 25 años de edad.
Su arzobispo lo nombró vicario general, pero el hombre prefirió la vida eremítica. A pesar de ello fue nombrado obispo de Concrech.
Al morir Celso arzobispo de Ardamaca, llamaron a Malaquías para pastor de esa comunidad. Al tiempo renuncio y volvió a Concrech.
Hizo viaje a Roma, en 1139 y asistió al Concilio de Letrán, y de paso fue a Claraval, donde hizo amistad con San Bernardo. En un segundo viaje a Claraval, en el año 1148 murió en ese monasterio y San Bernardo escribió su vida, en la que le reconoce ciertos dones proféticos. Solamente a través de los escritos de San Bernardo ha llegado hasta nosotros la vida de ese monje-arzobispo.
En 1590, Arnoldo de Wyon descubrió en una biblioteca de Roma un manuscrito inédito e ignorado atribuido a Malaquías donde se contienen las profecías acerca de los Papas desde Calixto II, en 1143, en adelante. El libro fue impreso en 1595.
Cada Pontífice está designado por un título o inscripción latina que indica ya sea su origen o algún hecho notable de su pontificado.
A ese listado de inscripciones, los estudiosos (entre ellos Moreri y Vallemont) han hecho corresponder los nombres de los correspondientes Papas.
Ciertamente hay cosas curiosas en ese texto. Desde luego, títulos que no coinciden en absoluto con el Papa al que se le aplica, pero también existen interesantes coincidencias. No olvidemos que el libro fue publicado escrito por el año 1140 y publicado en 1595.
Los más conocidos aciertos:
Ex eremo celsus: Celestino V (1294), quien fue un ermitaño.
Peregrinus apostolicus: Pio VI (1775-1799), quien debió salir de Roma, conducido a Francia en un viaje lleno de peripecias. Poco después de llegar a Francia murió y Napoleón ordenó enterrar su cuerpo en Roma.
Aquila rapax: Pio VII (1800-1823), quien coronó a Napoleón en la catedral de Notre Dame. Su pontificado estuvo marcado por la sombra y las garras de Napoleón, llamado ?aguila?? y que realmente fue rapaz al apoderarse de media Europa.
Crux de cruxe: Pío IX (1846-1878), el Papa de más largo pontificado y en el que debió sufrir la cruz de la persecución hasta perder los llamados Estados Pontificios.
Religio depopulata (Religión desbaratada): Benedicto XV (1914-1922), quien inicia su pontificado al comenzar la primera guerra mundial, y quien debe padecer la persecución de la Iglesia en el Este Europeo con la revolución bolchevique.
Pastor et nauta (Pastor y marinero): Juan XXIII (1958-1963), quien al ser elegido Papa era cardenal de Venecia (la ciudad marinera de Italia) y que fue un buen Pastor que el mundo ha reconocido. Llamó al Concilio Vaticano II.
Tras Juan Pablo II (De labore solis: Del trabajo de sol a sol) ), viene Benedicto XVI ?De gloriae olivae?? (de la gloria del olivo) y el último de la lista llamado Petrus romanus.
En la última persecución se sentará en la Sede Pedro Romano, en tiempos de mucha tribulación. Después vendrá el juicio universal. Habrá que vivir para verlo.