Por lo visto y oído en España, de un año para otro se reducen la vocaciones. ¿A quién extraña? Lo raro es que no hayan cesado ya fulminantemente…
Conozco presbíteros y párrocos edificantes dedicados a transmitir la espiritualidad y el consuelo que los humanos a veces necesitan. Hay curas muy honestos y entregados a su causa. Pero todo lo que de bueno hacen estos, lo ensucia por norma la jerarquía dedicada a la política. Pero es que, además, empiezan a proliferar los párrocos mercantilistas que conciben su parroquia más como empresa que como templo…
Y es que la Iglesia católica, y por antonomasia la española, es contumaz en el error. Error es mantener el fasto como si el fasto, en tiempos de lujo y de lujuria al lado de tanta miseria en el mundo, no fuese en las finas conciencias factor de desprestigio y retroceso… Error es obviar las palabras de su profeta que dijo que es más difícil que un rico entre en el reino de los cielos que un camello pase por el ojo de una aguja.
Error es querer ganarse a toda costa adeptos ricos aunque sean infieles; error es calcular el tamaño de su religión por el número de bautizados -a menudo por la fuerza de las circunstancias-, y no de practicantes. Por eso digo que una cosa es la clase de los curas, en la que hay de todo, y otra los jerarcas que hunden más y más a la institución en la miseria moral por diversas causas; jerarcas que son mucho más políticos rancios y solapados que sanadores del espíritu. Y luego viene lo de la pederastia que estos han estado encubriendo toda la vida. Todo ello, por si fueran pocas sus abominaciones en la historia, es lo que está pasando ahora factura al catolicismo.
Una Iglesia adecuada al siglo de las estrellas debe lanzar claros mensajes de que no tiene interés en catequizar más que a quienes se le acercan, ni otro propósito que dar consuelo a quien lo necesita y se lo pide; que su única doctrina social está exclusivamente en el evangelio… Esto sería lo único que le alejase del abismo en el que se precipita poco a poco. Porque la impresión que nos llega a inmensas mayorías es que la Iglesia católica, y más aún la española, en tiempos de una reseñable sagacidad colectiva, más que llevar el consuelo a los espíritus lo que hace es encabronarlos.
(especial para ARGENPRESS.info)