El 16 de septiembre, cerca de las 18:00 horas, el escuadrón de militares llegó hasta el Estadio Chile, donde se presentaron ante un oficial de rango superior cuya identidad desconoce, quien les ordenó vigilar las casetas de transmisión del recinto. Y en el interior del Estadio, los otros conscriptos comentaban que ahí estaban detenidos el Director de Prisiones, Litre Quiroga; el cantautor Víctor Jara y el Director de Investigaciones, Eduardo ?Coco?? Paredes.
Siempre según la confesión de Paredes, al día siguiente fue enviado al sector del subterráneo. Y permaneció como centinela en la puerta de uno de los camarines destinados a los detenidos. En ese camarín había 5 ó 6 oficiales de otros regimientos, con tenida de combate, cuya identidad desconoce. Los vio escribir en unos papeles los datos que le respondía un detenido al que observó sentado frente a un escritorio. En otro ángulo del camarín, Paredes vio a otros prisioneros mirando hacia la pared.
Unas horas después, llegaron a la habitación el teniente Barrientos y el subteniente que bajo las órdenes de Haase y Rodríguez estaba a cargo de los conscriptos. Traían a un detenido. Fue entonces que dice haber sido llamado, junto al conscripto Francisco Quiroz Quiroz (55 años), y que se les comunicó que el detenido era Víctor Jara. El grupo lo comenzó a insultar por su condición de comunista. Paredes lo miró y lo reconoció. Víctor Jara quedó allí, en ese camarín, custodiado por Quiroz.
Más tarde, recordará el principal testigo, el teniente Barrientos lo mandó nuevamente al subterráneo, al mismo camarín. Pero esta vez Paredes no encontró a nadie: ni interrogadores ni detenidos y tampoco a Víctor Jara. Pasaron las horas hasta que Paredes vio nuevamente llegar a los oficiales interrogadores. La orden fue precisa: traer a los detenidos que figuraban en una lista que uno de los oficiales le entregó a un cabo. Y nuevamente el mismo procedimiento: interrogatorio y las anotaciones en cada una de las fichas.
Y llegó la noche. Paredes se encontraba de centinela en el mismo camarín del subterráneo cuando observó el ingresó de unos quince detenidos. Y entre ellos reconoció a Víctor Jara y también a Litre Quiroga. Ambos fueron lanzados contra la pared. Detrás de los prisioneros, Paredes vio llegar al teniente Nelson Haase y al subteniente que también estaba a cargo de los conscriptos. Y fue testigo del minuto preciso en que el mismo subteniente comenzó a jugar a la ruleta rusa con su revólver apoyado en la sien del cantautor. De allí salió el primer tiro mortal que impactó en su cráneo.
El cuerpo de Víctor Jara cayó al suelo de costado. Paredes observó cómo se convulsionaba. Y escuchó al subteniente ordenarle a él y a los otros conscriptos que descargaran ráfagas de fusiles en el cuerpo del artista. La orden se cumplió. Todo lo que ocurrió fue presenciado por Nelson Haase, quien se encontraba sentado detrás del escritorio de interrogación. Según el protocolo de autopsia, el cuerpo del cantautor tenía aproximadamente 44 impactos de bala en su cuerpo.
Pocos minutos después, el mismo subteniente que le disparó en la cabeza solicitó el retiro del cuerpo. Llegaron unos enfermeros con camilla, lo levantaron y metieron al interior de una bolsa y luego lo cargaron hasta la parte trasera de un vehículo militar estacionado en el patio del recinto, al costado nororiente.
No fue fácil para José Alfonso Paredes Márquez confesar ante el juez lo que vio y protagonizó. Primero fue renuente a reconocer su real participación en los hechos. Y finalmente se quebró, empezó su relato y ya no paró. Este obrero de la construcción que fabrica casas en la zona del litoral central, reveló haber guardado el secreto durante casi 36 años, sin siquiera habérselo contado a su mujer. También hizo una aclaración ante el juez: durante los días posteriores al golpe, y como trabajaban casi 24 horas al día, la oficialidad les entregaba estimulantes para evitar el sueño y el hambre, por lo cual su relato podía no ser exacto en las fechas.
Lo que Paredes y otros conscriptos sí recordaron fue lo que pasó luego que el cuerpo de Víctor Jara desapareció del camarín. Los otros 14 detenidos que venían con el cantautor y director teatral fueron acribillados con fusiles percutados por los propios conscriptos y oficiales presentes. Entre las víctimas cayó asesinado Litre Quiroga. Sus cuerpos también fueron cargados en el mismo vehículo. Poco después y al amparo de la noche, todos ellos fueron abandonados en la vía pública.
El último vía crucis de Víctor Jara
Durante la reconstitución de los hechos, los testigos pudieron recrear el miedo y el caos reinante en el Estadio Chile, clima al que tampoco escapaban. Escenas que enlazadas permiten reconstruir en forma difusa las últimas horas de vida de Víctor Jara y en las que aparecen nuevamente personajes ya conocidos.
Durante sus cuatro días de cautiverio, Jara fue reconocido por un oficial de Ejército que se hacía llamar ?El Príncipe??. Otros testigos señalan que ese reconocimiento lo hizo un militar que no coincide con las características del mítico personaje del Estado Chile (ver recuadro), quien fue descrito como de una estura superior a 1.80 metros, rubio, de tez blanca, cara redondeada y de contextura atlética.
En lo que sí coinciden los testimonios de los prisioneros es en que Víctor Jara fue interrogado al menos dos veces en los camarines del recinto, ubicados en la zona nororiente del subterráneo. Allí fue sometido a diversas torturas, entre ellas la fractura de sus manos a golpes de culata.
Tras la segunda de esas sesiones, Víctor Jara logró acercarse a personas que habían sido detenidas en la UTE, quienes lo limpiaron y trataron de cambiar su aspecto cubriéndolo con una chaqueta azul y cortándole su pelo negro rizado con un cortaúñas. Los últimos detenidos que lo vieron con vida han dicho que estaba muy golpeado, con la cara hinchada y sus manos fracturadas. Muchos coinciden en que durante el traslado al Estadio Nacional, que duró muchas horas, su cuerpo sin vida fue visto en el hall del recinto, junto a otros cadáveres.
Se estima que el cuerpo de Víctor Jara fue encontrado el 17 de septiembre en las afueras del Cementerio Metropolitano, por funcionarios de la Primera Comisaría de Carabineros de Renca, quienes lo trasladaron como N.N. al Instituto Médico Legal.(Fragmento del artículo titulado ?Los estremecedores testimonios de quienes asesinaron a Víctor Jara?? de Jaime Cuevas??publicado en rebelión.org??(Fragmento de LOS ESTREMECEDORES TESTIMONIOS DE QUIENES ASESINARON A VÍCTOR JARA de Jacmel Cuevas)
http://www.rebelion.org/noticia.php?id=86221
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ENTRE LORCA Y JARA??LOS COMUNISTAS QUE LA MUERTE NO PUDO ACALLAR??
Cierra las puertas, echa la aldaba, carcelero. Ata duro a este hombre: no le atarás el alma. Miguel Hernández
Existe una historia de la infamia, de quienes siendo verdugos, que su monstruosa acción de muerte creyeron que mataban a al hombre, inconscientes seres barro, incapaces de reconocer el viento de la historia, porque en realidad no lo mataban, lo inmortalizaban?? porque nos vuelve en su poesía y en su canto, signo de la resistencia heroica de un pueblo?? de millones de manos crispadas del pueblo, que camina inexorablemente rumbo a un tiempo nuevo de su justicia??
Lo que hicieron con su miserable acto de muerte, fue dar vida, desatar la poesía y lo transformaron en bandera de los oprimidos??que peleamos, cada día, por liberar un tiempo nuevo??Quisieron condenarlo al olvido, pero no pudieron, porque su voz, se volvía la voz joven de los que luchan y lucharán??La voz nueva de la historia que retoña, condenando a lo viejo y allí estará su canto libertario y contestatario, le partieron las manos y su música se hizo del pueblo, le apagaron la voz y el poeta se volvió poesía desatada??andanada de lucha, motivo de esperanza??
A Lorca y a Jara?? los revive el pueblo en su canto y en su poesía, en su lucha y en su martirio, en su esperanza oteadora de horizontes nuevos, si quisieron matarlos, no pudieron, porque la muerte misma, no pudo contenerlos, ni el olvido sostener su memoria??
Queremos la justicia, para Lorca y para Jara no por ellos, que ya son memoria en la vida del pueblo, sino por los que vienen, para que la impunidad no vuelva a emboscarnos las esperanza, es hora de juzgar a los torturadores y asesinos, a los de Franco y a los de Pinochet, es hora de someter su historia al juicio del futuro, es decir de nuestros nietos, y de sus hijos??Ventilar la verdad, exorcizar las sombras e iluminarlas con la clara luz de la Justicia.
Para que todos sepan que los torturados y los asesinos en nombre del poder, se autoexilian de la especie humana y son condenados al desprecio del porvenir??Para decir que ni los esbirros de Franco, ni los verdugos latinoamericanos, ni los soldados Estadounidense, ni el ejercito israelí tiene patente de impunidad, ni ellos, ni nadie más nunca, por eso es necesario juzgar, para en el futuro todos sepan, que largo brazo de la Justicia a todos alcanza??
Es por esto que convocamos a Federico y a Víctor??Para con el puño cerrado al aire, gritemos juntos de nuevo??Sin Justicia, no habrá Paz, ni habrá Futuro??
Murió sin saber por qué
le acribillaban el pecho,
luchando por el derecho
de un suelo para vivir.
¡Ay! Que ser más infeliz,
el que mandó a disparar,
sabiendo como evitar
una matanza tan vil.
(Canción de Víctor)
http://www.sreyes.org/jaracancionero.htm#56
Por abajo canta el río:
volante de cielo y hojas.
Con flores de calabaza,
la nueva luz se corona.
¡Oh pena de los gitanos!
Pena limpia y siempre sola.
¡Oh pena de cauce oculto
y madrugada remota!
(Versos de Federico)
(Información recibida de la Red Mundial de Comunidades Eclesiales de Base)