En la cuenca minera de Gafsa -- Jacques Gaillot, obispo de Partenia

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Partenia

Junto con una delegación, llegamos a Túnez capital. En coche, nos dirigimos hacia el sur hasta Gafsa, la puerta del desierto. Al día siguiente, me siento afortunado por ir a Redeyef, la ciudad rebelde de la que tantas veces he oído hablar y que es el escenario, desde comienzos del año, de unas revueltas duramente reprimidas.

La región es rica en fosfato pero no le aprovecha a la población, exceptuando a los que están arrimados al poder. La gente, movida por la miseria, no tiene nada que perder. El desempleo es masivo. El gran reto del régimen tunecino es atacar a los defensores de los derechos humanos. Aquí no se trata de terrorismo.

La policía nos sigue a todas partes pero nos deja hacer lo que queremos. Las barreras policiales se traspasan sin dificultad. Parece ser que poder entrar en Redeyef es toda una hazaña porque se encuentra cortada del resto del mundo.

Vinimos a manifestar nuestra solidaridad a los detenidos de la cuenca minera cuyo juicio va a empezar. La población se alegra de vernos entre ella y con ella. Sabe que existe una solidaridad internacional. Lo que me impresiona, por encima de todo, son las mujeres que tienen a un hijo o un marido encarcelado. A una de ellas, una bala de la policía le mató a su hijo de 22 años en junio pasado.

Estas mujeres, con su dignidad rebelde, me recuerdan a las valientes Madres de la Plaza de Mayo en Argentina, en tiempos de la dictadura. Cada semana, se congregaban en la Plaza de Mayo frente a la Casa Rosada, sede de la Presidencia de Buenos Aires para enterarse de la suerte que habían sufrido los desaparecidos.

Todo el mundo espera el juicio. Todo indica que largas penas serán pronunciadas. El modo de proceder del régimen tunecino es la represión.
Un régimen que se beneficia del apoyo de la Unión Europea y sobre todo de Francia.
En cuanto a los medios de comunicación, guardan silencio, extrañamente.