Tenía 27 y ocupaba un cargo educativo en un Internado de los Misioneros Combonianos en Alemania. Era el tiempo en que se desarrollaba el Concilio Vaticano II. Vibramos los compañeros con las noticias diarias sobre las intervenciones de cardenales como Frings de Colonia, Döpfner de Munich, Martín de Milán, teólogos como Congar de Francia, Rahner de Alemania, del mismo Ratzinger en este tiempo abierto hacia el futuro y muchos otros de África y Asia.
Periódicos y revistas hicieron llegar intervenciones enteros al público, que pudo de esta manera compartir las inquietudes puntuales de los pastores por airear a una Iglesia estancada y cada vez menos significante para el mundo.
La “piedra angular”, el incuestionable conductor del “aggornamento” (pesto al día) era Juan XXIII, el “Papa bueno”, admirado y escuchado por creyentes de toda denominación, incluso por agnósticos y ateos.
En esta semana se juntaron los obispos en Aparecida (Brasil) para responder, no sé a las inquietudes de la Institución, o a los del pueblo, en su mayoría católica, de Latinoamérica. Busqué en los periódicos, revistas y en Internet, para enterarme sobro lo que se dice en este tan importante Sínodo para casi la mitad de los católicos en el mundo. No encontré absolutamente nada, como si se tratase de una organización secreta.
En algo lo comprendo. El Papa ya había colocado los hitos y bajo la fuerte influencia del Opus Dei, ¿qué obispo se atreverá pasar el margen preestablecido por el “representante de Cristo en la tierra”, además infalible. De ahí el poco interés de la gente y por consiguiente de los medios de comunicación. Todo interesante y esclarecedor acontece a espaldas del Pueblo de Dios, es decir de la misma Iglesia.
Es más, todo el documento final que saldrá del CELAM (Conferencia Episcopal de America Latina), no será el definitivo para su aplicación. Antes pasará al Vaticano, y será revisado, reajustado, eventualmente corregido o ampliado por el Papa Benedicto XVI, antes de llegar a la luz. Así funciona el sistema piramidal de una “Iglesia” más preocupada por su posición dominante, que por una Iglesia inspirada por AQUEL que ha venido para servir con transparencia, humildad y únicamente preocupado por el Reino de Dios en la tierra, por la vida en abundancia en libertad, justicia y auténtica fraternidad. Ha venido Jesús como modelo del Buen Pastor, que no pontifica desde la altura, sino ve delante de su “grey”, y esta le sigue, porque reconoce en él el camino, él único verdadero que lleva a la vida, no sin dificultados a causa de los poderosos (políticos como religiosos) que “odian la luz, porque destapa su iniquidad”.
Franz Wieser