Quiero compartir mi experiencia con vosotros. Algunos días de agosto estuve en varios pueblos de Níjar (Almería) llamados San Isidro y Campohermoso, con las Hermanas de la Inmaculada Concepción de Castres. Lo primero que te llama la atención al llegar a Almería, es la inmensidad del mar de plástico que cubre sus tierras, sus plantaciones. Mires hacia donde mires, verás por doquier invernaderos infinitos, es la huerta de Europa pero, desgraciadamente, está llegando a su fin.
Aún recuerdo cómo me impresionó ver el lugar dónde vivían los africanos, el primer día que los visité no me atreví a sacar la cámara del bolso, sentí vergüenza de cómo vivían. Más adelante, al tener más confianza con ellos, ya había comenzado a dar clases de español, les pedí permiso para hacer fotos, su rostros están alejados, lo que quería destacar es el lugar en el que viven. Esos cortijos semiabandonados, o aljibes, o camiones del revés, donde se hacinaban, donde viven seres humanos, 15 ó 23 personas, es inadmisible en esta sociedad capitalista occidentalizada y supuestamente desarrollada. Lo más impresionante es la actitud de algunos chicos, «no pasa nada» me dice un ghanés, » no problema mama» (es la forma de llamar a las Hermanas).
Realmente están rodeados de problemas; sin embargo, la actitud es distinta a lo esperable, ven que hay personas españolas preocupadas por su situación, no están solos, creen en Dios y tienen a las Hermanas. No puedo imaginarme qué sería de ellos si ellas no estuvieran. Me quedé con la frase que ellos suelen repetir constantemente, se oye muy a menudo el «NO PASA NADA».
Ante la cantidad de necesidades que existen en San Isidro, las Hermanas no se desesperan, me pregunto de dónde sacarán esas fuerzas diariamente, son el Evangelio vivo. Lo que me emociona es su fuerza, su calma, la serenidad que desprenden. Veo que la sociedad necesita más Puris, Aracelis, Anas, Mercedes, las Hermanas de La Sagrada Familia y tantas otras hermanas que hacen una labor admirable, no salen en EL PAÍS, ni en EL MUNDO, sin embargo su labor deja huella.
He aprendido a sacar fuerzas, a tener Fe, a saber que nada es imposible, a tener esperanza, he sentido allí a Dios por todas partes, es difícil no verlo entre los pobres. Cuando les contaba mi vivencia a mi familia y algunos amigos, aún siguen sin entender por qué me fui allí. Lo mismo me preguntaba de pequeña cuando un misionero iba a mi colegio a relatarnos sus experiencias por Africa, y yo me preguntaba por qué dejaba todo el confort y las comodidades de su casa y sus seres queridos y se iba tan lejos. ¿PARA QU?? para ayudar a desconocidos, aún sin entender me atraía aquella actitud de dejarlo todo y encaminarse hacia donde Dios te llama, a vivir con los más pobres, a ser su palabra de aliento. Siempre le digo a Dios que me lleve a donde ?l quiera, quiero saber cuál es el proyecto: Señor, ¿qué quieres de mí?
A cualquier lugar al que voy, a mi familia, a mis amigos, les hablo de las Hermanas Mercedarias, me han impresionado su fuerza para salir adelante, su filosofía de «problemas cero», su amor hacia la Palabra viva del Evangelio, su coherencia, he aprendido que se puede vivir con tan poco… A aprovechar los recursos, a gestionarlos, a motivar a las personas, a inyectarles esperanza, a que cada uno se sienta útil en la comunidad.
A pesar de sus edades y achaques, o de que la madre de Puri esté viviendo con ellas, las Hermanas son las manos de Dios. Me acuerdo de una cita del Evangelio «LA MIES ES MUCHA Y LOS TRABAJADORES POCOS» (Mt 9, 37). No obstante, ellas están cercanas al joven africano que no tiene nada, son intermediarias de cualquier injusticia que se comete con ellos cuando el empresario no quiere pagarles, motivan a las mujeres marroquíes para asistir a las clases de español. Ellas son su voz, son la voz de los que no tienen voz, de las personas que viven junto a los invernaderos en condiciones miserables, de los que permanecen en las plazas en silencio, sin tener nada que hacer. Ellas son sus clases de español, su taller de costura y pulseras, su bolsa de alimentos, su alegría en la Iglesia, sus reuniones de cristianos los sábados por la tarde, sus colchones, sus mantas, sus bicicletas, etc. Ellas son su esperanza viva porque, sin ellas, qué sería de los africanos que llegan a Almería buscando un sueño invisible. Ellas son la Iglesia viva. Se sienten.
Me asombró la cantidad de actividades que realizan, me doy cuenta de que Dios las conduce, no pierden el tiempo en criticar, se ponen mano a la obra allí donde haga falta. He aprendido tanto de ellas y de lo que está sucediendo en Campohermoso y San Isidro, que me gustaría transmitirlo todo. La guardia civil en ocasiones les deriva más personas africanas para que ellas solucionen su situación. Siempre las veréis con una sonrisa en el rostro, con la mirada brillante, despierta, dispuesta a ayudar. Creo que eso es lo que nos pide Dios.
Curro es otro testimonio vivo de la Iglesia, es un médico neurocirujano que trabaja en Almería, él es de Badajoz, le han destinado temporalmente allí. Al acabar su trabajo y a veces sin comer se va a San Isidro, a ser una mano más, a ayudar en lo que haga falta, a dar clases de español, a dejar su coche para cualquier necesidad. Es esa clase de personas que también desprenden una luz especial, tiene una mirada brillante como las Hermanas, sus ojos están llenos de vida, desprenden plenitud a raudales.
Cuando ves tanto amor en lo que te rodea, no puedes ser la misma, recibes más de lo que das, recibes esa nobleza que ellos suelen emanar, recibes las miradas de gratitud de estas personas que lo han dejado todo, familia, pueblo, ciudad, país, costumbres, incluso la vida, por estar en la soñada Europa, por mejorar sus vidas, por alcanzar aquellos sueños con los que crecen en Senegal, Mali, Marruecos, Ghana, Nigeria, Guinea Conakry, Burkina Faso…
Con esta experiencia me he dado cuenta de que conviene detenerse en la vida, para saber hacia dónde vas, despejar el ruido de la mente para saber cuál es el verdadero camino que tiene Dios para cada uno de nosotros. Conviene distanciarse de la vida que uno lleva para tomar perspectiva de lo que has hecho hasta ahora y preguntarse lo que Dios quiere para ti. Quizá los planes no coincidan en absoluto. Yo quiero ser las manos de Dios y recoger las mies. Esta vivencia es un regalo de Dios.
Si alguien quiere conocer a las hermanas, o ir durante un tiempo, este es su correo: mercedarias_sanisidro@telefonica.net
ajopicao@hotmail.com
Para más información y fotos:
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