El sida en la sanación del cristianismo -- Leonardo Belderrain, sacerdote bioeticista (Argentina)

0
119

Para muchos teólogos ninguna enfermedad como el sida está ayudando a las iglesias a pensar que durante mucho tiempo se formó en una doble moral. Los hombres eran buenos como José, cuando eran abnegados, sacrificados, trabajadores y las mujeres eran valoradas cuando eran obedientes y fieles a sus maridos, sacrificadas por sus hijos.

Esta suerte de discurso pedagógico interesado deformó no pocas mentes y puso en crisis el modelo machista patriarcal. Quizás ninguna enfermedad como el sida pone luz en el agotamiento de aquella estrategia de regulación de la sexualidad. De hecho, hoy, muchos educadores cristianos se preguntan ¿Formar en la abstinencia y la fidelidad pueden ser buenas herramientas para la prevención del sida? ¿Son herramientas plausibles para estos latinos criollos?

Muchas veces un chiste resulta más eficaz, que todo un código deontológico, por lo conciso y emblemático, para entender el cuerpo cultural de una enfermedad como el sida.

1. «Es importante encontrar una mujer que sea buena cocinando y limpiando.

2.- Es importante encontrar a una mujer que sea buena para hacer dinero y trabajar.

3.- Es importante encontrar una mujer que realmente disfrute del sexo y lo haga disfrutar.

4.- Es importante encontrar una mujer compañera y a la vez madre que no se desentiende de nuestros hijos

5- Es fundamental que estas cuatro mujeres nunca se conozcan entre si.

Lamentablemente, en la actualidad, la cuestión relacionada con el uso de los preservativos como método de prevención del sida, se ha convertido en una suerte de cortina de humo, tras la que se ocultan otras cuestiones (la discriminación de ciertas porciones de la sociedad) y se evita así (al enfrascarse en tales diatribas) abordar una discusión seria acerca de cómo educar para tener y preservar una pareja estable; y me vuelvo a preguntar si esto realmente es útil para la prevención del sida.

El tema del amor de pareja, si éste es o no amor de calidad, no es tan sencillo, y a través de los años ha resultado sumamente arduo llegar a definirlo y sobre todo, consensuarlo. Para autores como Savater hay personas con las cuales los hombres queremos convivir y hay otras con las cuales nos gusta hacer el amor. En ocasiones, queremos hacer el amor sólo con quien nos gusta convivir, de allí que muchos hombres pasen periodos de monogamia sin que a veces ni el amor romántico se dispare fuera de la pareja.

Los que adscriben a un discurso progresistas suelen decir que en sociedades abiertas, insistir en virtudes como la fidelidad y la continencia es querer vivir en el medioevo. Los que prefieren afianzarse en los discursos conservadores piensan que la más férrea abstinencia sexual es la única manera de cuidarse y evitar el contagio, ya que los preservativos tienen un alto riesgo.

Recuerdo haber participado de una conferencia, compartiendo panel con un sacerdote a quien le gustaba dar este ejemplo: decía que usar preservativo es como tomar una empresa aérea cuyos aviones se caen en un 20% y preguntaba ¿Ud. los tomaría? Desde el auditorio se oyó una silbatina; su ejemplo parecía un poco forzado y apocalíptico, pero recuerdo que él estaba contento y creo que en alguna medida justificaba así sus años de celibato en los que no le había hecho falta – según él – «tomar aviones». En realidad, el único incómodo en aquel panel era yo, que no creía en la operatividad del ejemplo de mi colega que ocupaba un alto cargo en una universidad confesional.

Cuando con los años me enteré que aquel hermano sacerdote que pretendía aleccionar conciencias tenia serios problemas de alcoholismo, comprendí y sospeché si el hecho de «intentar evitar que se cayeran determinados aviones» no tenía que ver también con la filosofía distorsionada e ineficaz de sus empresas entrenadas para todo menos para volar (amar).

Y de allí retorno a mi pregunta: ¿ Nuestras sociedades enferman de sida por no controlar la lujuria o por el exceso de represión?
Ahora bien, a progresistas y conservadores, ¿Les preocupa la exclusión social, y la discriminación ? ¿Se cree que estos factores son los que fundamentalmente incrementan la morbi mortalidad por sida?

Pretender que la sociedad sea casta y fiel puede ser un anhelo auspiciado incluso por ecologistas que cuidan su ecosistema y sus campos mórficos (vinculaciones reales con los seres vivos). Pero ¿Esto garantiza que disminuirá el contagio del sida? ¿Puede un epidemiólogo obviar lo que acabo de señalar, y no proponer campañas de prevención eficaces, que incluyan una concreta mirada sobre la discriminación, la pobreza, la falta de educación en todos los aspectos?

¿Los que ofrecieron lavandina para evitar el cólera y preservativos para el sida, no estaban ofreciendo – en alguna medida -«talismanes» que no querían cambiar el modus vivendi de los matacos. Con ello no quiero decir que tanto el cloro como los condones no sean elementos necesarios para evitar ambas epidemias; pero no son los únicos; y tampoco los más importantes.

Puesto que toda enfermedad conlleva una crisis de valores; dicha enfermedad no se supera hasta tanto la sociedad que la padece no aprenda los valores que debe ocupar para llegar a una nueva homeostasis espiritual.

La exclusión, la discriminación, no ocupan el debate de conservadores y progresistas; en el fondo ambos grupos son funcionales al discurso capitalista.

Ahora bien, más allá de estas preguntas y observaciones que no tienen respuesta institucional a nivel nacional ni internacional, volvamos a nuestro cotidiano devenir: sabemos que para muchos educadores la castidad y la fidelidad no son contradictorias con el uso del preservativo. Suele decirse: «concreta una relación sexual cuando veas que el vinculo tiene ciertas garantías de estabilidad y no deviene promiscuo».

El sexo ocasional puede ser una vía de escape para evitar implicarnos en una relación responsable de mejor calidad. Enamorarnos puede ser un camino pertinente para salir de aquella droga, como dice la Bersuit «tomo para no enamorarme, me enamoro para no tomar». Pero entretanto, si uno ha de tener sexo en un contexto sin cuidado garantido, usar preservativo disminuye el daño (o lo hace crónico, si el vinculo es inadecuado).

Un jefe creía dominar a su joven secretaria con los ascensos y la presionaba para tener relaciones sexuales. Ella también lo seducía aún sabiendo que era casado, provocándolo constantemente. En realidad ambos necesitaban de la relación para reivindicar su estructura narcisista, y del preservativo. Así se proporcionaban recíprocamente sexo protegido, y placer; pero ¿Sólo con esto se garantizaba la calidad del sexo? y en todo caso ¿Podemos hablar de amor de calidad?

Como dijera Woody Allen no hay nada mejor que el sexo por amor, pero lo segundo mejor, es el sexo.
Pero ¿Quién educa para no vivir fluctuando y perseverar en aquellos vínculos donde sobreabunde la confianza y el cuidado? ¿Quién nos enseña a evitar aquellas relaciones que no sacan lo mejor de nosotros mismos? Hoy nadie dice que el vino en cajas es de lo peor, pero hay quienes enseñan a degustar los vinos añejados.

En algunos lugares no hace falta echarle cloro al agua pues muchos años se purificación de las aguas eliminaron sus tóxicos. En materia de sida nos está pasando lo mismo: se trata de sumarnos cuidado.

Si procuras relacionarte por un chat o en espacios de encuentros programados, las medidas de cuidado deben ser prefijadas. Son diversas y en esto no hay sabios. Todo es nuevo y todos nos debemos ayudar; creo que lo más positivo del sida es que se agotaron y aburrieron los discursos que usan la enfermedad para bajar sus morales en materia de comportamientos íntimos. Se decía que se deben convertir los que no piensan como yo en materia de sexualidad El sida más o menos nos afecta a todos. En las nuevas sociedades modernas en que existen relaciones tipo swinge tenemos que preguntarnos qué sexualidad queremos para nosotros y nuestros hijos.

¿Quién cree con certeza que el llamado sexo protegido es sinónimo de calidad?
Aclararlo con nuestra pareja sexual previamente, condiciona la calidad del vinculo y ayuda a que en el mismo la sexualidad sea testimonio de un divino compartir, que recuerda casi como un sacramental la divinidad o la entrega, el uso de su poder en relación con el más débil.

La teoría del mal menor de la que habló el Epicopado francés para el uso de los preservativos, se remonta a los clásicos cristianos del tomismo; sirve para ayudarnos a no caer en males mayores pero de por sí no ayuda para educarnos en lo óptimo. Es cierto que la riña de gallos o la tauromaquia es menos mala que el boxeo, pero no por esto nuestras sociedades se sanan de la violencia que las envenena.

El sexo de calidad, que incluye además la comodidad de no tener que usar preservativos es un desafió para todos.
Las posturas conservadoras sostienen que el preservativo no mejora la prevención sino que suma peligros porque no disuade del sexo ocasional y lo favorece. Los estudios científicos divulgados por ellos dicen que hay entre un quince y un veinte por ciento de riesgo. Consideran que ese argumento es lo suficientemente sólido como para desaconsejar su empleo. Convengamos que no todos los científicos coinciden con esos porcentajes, pero aceptando incluso el punto de vista oficial de algunos educadores, el uso del preservativo seguiría siendo razonable, ya que siempre es preferible un ochenta por ciento de posibilidades a favor, que un ciento por ciento de posibilidades en contra.

Pero el problema de los estados y de las familias que tienen claro los males mayores y proveen flotadores para evitar que se disfrute del agua, radica en saber si se contará con las personas suficientes para enseñar a nadar. El sida sigue siendo un problema para la especie humana de este siglo, no por el hecho de ser una sociedad polìgama, sino porque nos exige blanquear con sinceridad cómo queremos vivir nuestra sexualidad, para experimentarla como un don y no como un infierno. Pretender hoy que la inmensa mayoría de la sociedad -que empieza a tener algo más de autonomía merme la actividad sexual por miedo al sida es antipedagógico y poco probable . El miedo solo no educa, los saben muy bien las empresas que venden cigarrillos y hacen estrategias de marketing con el consabido «hace mal fumar».

Sabemos que las relaciones sexuales en la sociedad se seguirán practicando sin prestar demasiada atención a los consejos de nuestra Iglesia, de los maestros de escuelas, de los médicos de la salita y de los padres de familia pero eso no quita que no sea perentorio educarnos en una sexualidad en la que el relacionarnos monogámicamente pueda ser apetecible en un clima de confianza y de no desintegración. En esto acredito más a la palabra que a los preservativos para otorgarnos confianza. El sexo forma parte de la vida cotidiana, por lo que la alternativa real no es sexo o no sexo, sino sexo de calidad versus sexo sin calidad.

En «La peste», Albert Camus describe las diferentes actitudes para enfrentar la enfermedad.
Está el médico que superando sus debilidades y escrúpulos se queda en la ciudad para ayudar a los más débiles. Están los que deciden huir desentendiéndose del sufrimiento de los apestados. Y hay un sacerdote que se debate entre sus dogmas de fe y los imperativos de la realidad. El sacerdote el que en su momento dijo que «la peste» era un castigo por nuestros pecados no puede responder a la pregunta del médico: «¿…Y este niño, padre, de qué era culpable?»Los extremo de las enfermedades y las catratrofes son o abusar de la responsabilidad cargando a Dios y a nosotros mismos desmedidamente o irresponsabilizarnos de por vida.

Vivimos en una sociedad donde por buenos y malos hábitos la sexualidad influye sobre los comportamientos de las personas. Hay abuso de poder hay servilismo, frivolidad, excesos, lujuria, pero también se puede ver el cuidado de que se hable con naturalidad acerca de una elección diferente al prefijado por los mandatos culturales. Hoy todo se puede hablar y el unico pecado sea -quien sabe- no hacerlo cuando se sabe que por ese camino crece la desconfianza y se compromete la entrega.

El dogma de la mujer fecundada por la palabra también se reinterpreta con el sida. Lo que nos fecunda y nos llena de vida es la palabra que hable de la verdad de nosotros mismos y que ésta sea entregada en un contexo de máxima distensión y comprensión. Decir que el problema del sida es la lujuria o la represión son respuestas precarias que da la sociedad no autoexcluyentes sino complementarias. Las personas lujuriosas sobre todo mayores de cuarenta años suelen venir de una sexualidad harto represora que les impidió en la adolescencia ser naturales. Los adolescentes actuales lujuriosos pueden buscar a sus padres ausentes en el sexo. El razonamiento de que el sida se propaga debido a los excesos sexuales, tiene su cuota de verdad pero entendiendo que el exceso de compulsión lo imponen los que no trabajaron su represión..En el film «Belleza americana» el padre que busca castigar a su hijo homosexual es un homosexual que no puede controlar su homotropismo.

¿Cómo se educa en la cultura del tírelo y úselo en una sexualidad que hable del cuidado, como sumarnos calidad en nuestras ricas o pobres poligamias o monogamias?¿ Cómo sumarle calidad de entrega a las relaciones adolescentes?, ¿Cómo se puede evitar que lo que se expresa con el cuerpo no lo desilusione? Quienes tienen parejas estables de calidad y pueden instruir en el discernimiento. ¿Qué se le dice al matrimonio cuando uno de ellos está enfermo y la expresión amorosa se encuentra por demás comprometida? La Iglesia es sabia cuando da normas de conducta que enseñan a no fornicar ( manipular al otro ) y vivir castamente que implica no ser sujeto-objeto de nadie y no hacer a los demás sujeto objeto.

Educarnos en el cuidado de la sexualidad implica revisar primariamente si no hay sometimiento y acomodación. Implica confianza y saber como se está. Si hay otras parejas, implica hablar de nuestra intimidad con mucha confianza y esto lo saben hacer sólo quienes fueron bien cuidados. Sólo practican una sexualidad en contextos de amor, de respeto y cuidado los educados en la confianza y responsabilidad.

El grado de confianza que tengamos en Dios y en nosotros, generara una energía pobre o rica alrededor de nosotros. El sida es la única enfermedad que pone en duda la premisa acerca de cuidar como nos cuidaron y plantea la pregunta ¿Cómo hacer para cuidarnos más?

Se comprende un dios Emmanuel (con nosotros) cuando se puede cuidar como José y María en la máxima pobreza aunque sepamos poco de aquella pareja y no hayan trasendido por sus relatos orgasmicos. Se trata de recuperar un dios que testimonie en nosotros que lo mejor que hacemos es cuidarnos en familia y con ella y con nuestras micromilitancias a los más indefensos. Solo asi nos sanaremos culturalmente del sida.

Preguntas para charlar con quienes compartís intimidad sexual y amistad:

¿Qué puedo hacer para que mi forma de amar tenga calidad?
¿Con quien hablo de mi madurez afectiva?¿Cómo me cuidan y cómo cuido? ¿Qué creés que diría tu pareja acerca de lo que hacés bien en relación al cuidado?
¿Qué diría acerca de lo que hacés mal?·

Capilla Santa Elena, Parque Pereyra Iraola, Orientacion pastoral transpersonalista

Director: Dr. leonardo Belderrain, sacerdote bioeticista
Leonardobelderrain@ciudad.com.ar
Tel: 0221-15-4-208-913 0221-4731674