El punto de vista femenino -- Jaime a Richart, Antropólogo y jurista

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Aunque a veces a quienes tenemos ya una edad nos parece que exageran las feministas, sobre todo las españolas, lo cierto es que tiene la mujer razón para estar harta. Todo cuanto se dice, se cuenta y se piensa en el mundo y especialmente en sociedades humanísti­camente retrasadas, de una u otra religión o filosofía, está manufactu­rado por el hombre. Por el hombre zoológico. Por el ma­cho. Si bien puede considerarse que con el rebozado de par­tes de sen­sibilidad femenina, naturalmente. Pero en todo caso si la socie­dad humana hubiese estado en manos de la mujer, em­peza­mos por que dudo mucho que la mayoría de las guerras no se hubie­sen evi­tado pues ella lo hubiese solucionado todo con una su­mamente com­plicada diplomacia… La mujer no tiene tan exacer­bado el gen de la violencia como el hombre. La hembra, mu­cho más que a ases­tar una puñalada a su enemigo, está incli­nada a dar todos los ro­deos que sean necesarios para neutrali­zarle o destruirle sin violen­cia física.

Es cierto, lo sabemos. Desde Hipatia de Alejandría, numero­sas féminas en la historia de todo: del pensamiento, del arte, de la polí­tica, de la ciencia… han brillado por encima del hombre. Pero se da la circunstancia de que eso es irrelevante a los efectos que aquí quiero destacar. Pues quien ha juzgado a la postre el ni­vel, la perti­nencia, la idoneidad, la calidad, la certidumbre, la uti­lidad y la gran­deza del pensamiento o acción de una mujer pre­clara, ha sido el género masculino. Y la inmensa mayoría de las veces en la histo­ria, sin haber pedido el parecer del feme­nino. Yo creo que la mujer hubiera podido alterar el orden de pre­lación si hubiese que­rido: hubiera bastado instruir a su descen­dencia sobre los valores de su sexo, aunque fuera a escon­didas. Pero a veces sospecho que no le ha interesado. A fin de cuentas ha influido, influye e influirá siem­pre en el hombre. Pero una cosa es influir y otra decidir. Y como yo personal­mente prefiero influir que gobernar, sugerir que dictami­nar, no contraer compromiso que comprometerme, siem­pre he sospe­chado a través de esta mi íntima disposición que bien pu­diera haber sido ésta la actitud voluntaria del género femenino a lo largo del tiempo. Desde luego, mucho más cómodo.

Sea como fuere, el caso es que la mujer ha estado hasta ayer, en unas sociedades menos y en otras más, como las islámicas y la espa­ñola, subordinada cuando no sometida. Sometida, al me­nos al dictamen y criterio de ?los hombres??. Todo cuanto está di­cho y se­llado a lo largo de la historia de la humanidad es, aparte de ser el re­sultado de lo consensuado por minorías, el fruto de la deci­sión del macho. Sea en la materia que sea. Desde la manera de criar a un hijo hasta el modo de organizar la socie­dad está acor­dado por el médico y la Medicina, en el primer caso, y por el pen­samiento filosó­fico y social, en el segundo, del hombre. Así es que creo que el patriarcado de milenios debe ce­sar, y entregarle él mismo, volunta­riamente, el gobierno y las de­cisiones a la mujer. A ella le será más fácil escuchar el parecer del hombre que al revés. De mo­mento, y como ya he dicho, nos libraríamos de las guerras y resol­vería la sociedad humana con mucho más pragma­tismo, pero un pragmatismo para todos, los graves problemas de la existencia y los rídiculos problemas so­ciales generados constan­temente por el macho…

Creo, en fin, llegada la hora de la mujer. La sociedad debiera con­fiarle a ella la responsabilidad que, para bien pero también para mu­cho mal, hasta ahora se ha arrogado el hombre. Sería una expe­riencia más que interesante imprescindible, para alcan­zar el conoci­miento holístico de la vida. Sería como conocer la luna en su totali­dad viendo a las claras su otra cara… Sobre todo porque tal como van las cosas, no parece que quede mucho tiempo al pla­neta para vi­vir en él como se ha vivido hasta ahora, en buena me­dida, o en toda, por culpa de la necedad… del ma­cho.

16 Agosto 2019