Laico como soy en asuntos empresariales, recién un amigo me introdujo en la ciencia que se denomina jerarquiología. Dice en resumen que toda empresa, entidad u organización con estructura jerárquica, las personas que realizan bien su trabajo son promovidas, se esmeran por ser promovidas, a puestos de mayor categoría, prestigio, remuneración y responsabilidad, una y otra vez, hasta alcanzar su nivel de incompetencia.
La teoría fue formulada por Laurence J. Peter en su libro «The Peter Principle», de 1969. Sin embargo, ya José Ortega y Gasset decía en 1910: Todos los empleados públicos deberían descender a su grado inmediato, porque han sido ascendidos hasta volverse incompetentes».
Según el principio Peter, cuanto más grande es una organización jerárquica, tanto más vulnerable a la incompetencia en su competencia y más presionada a compensarla con el aumento de personal asistente que, a su vez anhela igualmente ascender, llevándola al fracaso. Uno se pregunta a partir de años de experiencia ante entes públicos y privados: ¿Necesita uno leer un libro, para darse cuenta de este hecho? Esa es la ventaja de la lectura: articula lo que uno siente, oye y ve.
Es sintomático que el término «jerarquía» fue empleado originalmente para describir el sistema de gobierno de la Iglesia un ente monstruoso que además exhibe sus niveles en la escala jerárquica en una variedad de formas, como ningún otro.
Si el Principio de Peter es de veras comprobado científicamente, llego a 3 conclusiones en cuanto a la Iglesia Católica:
1º – Su fundador, Jesús de Nazaret, parece haberse dado cuenta de este principio 2000 años antes de Peter.
2º – Los pastores en la Iglesia no lo han entendido o no lo quieren entender hasta nuestros tiempos.
3º – A partir del principio de Peter, se puede entender muchas cosas que acontecieron y siguen aconteciendo en nuestra «santa» Iglesia.
1. Jesús de Nazaret ha advertido a sus seguidores contra todo intento de jerarquización.
En cuanto a ustedes, no se hagan llamar «maestro», porque no tienen más que un Maestro y todos ustedes son hermanos. A nadie en el mundo llamen «padre», porque no tienen sino uno, el Padre celestial.
No se dejen llamar tampoco «doctores», porque sólo tienen un Doctor, que es el Mesías.
«El más grande entre ustedes será el que los sirva, porque el que se ensalza será humillado, y el que se humilla será ensalzado» Mateo 23,8-12 .
Que sus seguidores no exhiban distintivos que les dé una apariencia de superioridad como los practican los fariseos: «Todo lo hacen para que los vean: agrandan las filacterias y alargan los flecos de sus mantos; les gusta ocupar los primeros puestos en los banquetes y los primeros asientos en las sinagogas, ser saludados en las plazas y oírse llamar «mi maestro» por la gente».
Entre los apóstoles hubo rivalidad acerca de la escala jerárquica que a cada uno les respondería en el Reino de Dios. Jesús no pudo ser más claro: «Ustedes saben que los gobernantes de las naciones actúan como dictadores y los que ocupan cargos abusan de su autoridad. Pero no será así entre ustedes. Al contrario, el que de ustedes quiera ser grande, que se haga el servidor de ustedes, y si alguno de ustedes quiere ser el primero entre ustedes, que se haga el esclavo de todos. Hagan como el Hijo del Hombre, que no vino a ser servido, sino a servir y dar su vida como rescate por muchos.» (Mt 20, 25-28)
2. Esta advertencia, y el mismo ejemplo de Jesús, aparentemente, no han calado entre los supuestos sucesores de los apóstoles.
No se dejan solamente llamar padres, papas y popes, sino además reverendos, excelencias, eminencias hasta santidades. Estos últimos no solamente se dan de maestros, sino hasta de maestros infalibles, jefes de la Iglesia. Como los fariseos resaltan por variedad de ornamentos de acuerdo a sus categorías jerárquicas, ocupan los primeros puestos en las asambleas y se atribuyen poderes semimágicos. Lo que Pedro no admitió, dejan que los súbditos se arrodillan delante de ellos y les besen el añillo.
Residen en residencias, ocupan tronos y se portan como dueños de nuestra fe, así como los emperadores se consideraron dueños de sus pueblos. Sus sermones son monólogos pontificados desde las alturas de una clase que se considera poseedora exclusivo del Espíritu de Dios, que sopla donde él le place. Hay que leer el libre de LOS MILENARIOS «Via col vento in Vaticano», para darse cuenta de la lucha interna en la altas instancias de la Iglesia por la carrera hacia arriba.
3. La incompetencia de nuestra jerarquía es tan evidente que sirve como prueba irrefutable del acierto del principio de Peter.
Para esto bastan dos ejemplos en vigencia: El caso del Cardenal Cipriani en el Perú y aquel del actual Papa Benedicto XVI. El primero, con una «vocación tardía» al sacerdocio, dejó sus estudios de ingeniería, para llegar a la reverencia, excelencia y finalmente a la eminencia, siendo promovido al cardenalicio por el régimen del gobierno del reo Fujimori. Probablemente hubiera sido un excelente ingeniero, pero como cardenal ha llegado a su nivel de incompetentia total.
Ratzinger ha sido considerado como gran teólogo y, no por azar. Juan Pablo II lo ascendió a Cardenal, a Presidente de la Congregación para la Fe y, finalmente fue elegido Papa. Como tal: un desastre para la Iglesia, el «infalible» que más de una vez tenía que rectificarse. Ha llegado al nivel de evidente incompetencia para este alto puesto que como tal ni debería existir.